Conocen
mejor los muertos que los vivos
las
miserias más ocultas, las cuitas los deseos más insospechados. Conocen mejor el
barro del que estoy hecho, las semillas aún por germinar de mis pensamientos.
Porque es tan estrecha la franja que me separa de ellos, que de los vivos...
El
canto interior que duerme en mí es desvelado por ellos a cada instante,
mientras los vivos se dirigen a mí según vean como está mi fachada, crisálida
cada vez menos tersa más cansada, con ese brillo acuoso de la mirada que se
pierde en la inmensidad de los días vividos, según el rictus de los labios cansados de reflejar la ira, la
sonrisa los besos la amabilidad o el desabrió del momento.
Si
hay cierta complacencia en el rostro, observan si las manos descansan sin violencia sin crispación
sobre el vientre, siendo incapaces de llegar más allá pues les da pesadumbre.
Al
igual que un perrillo pidiendo ser lazarillo de aquellos a los que amo por
encima del querer por encima de las obligaciones porque así lo he decidido, y
pido para mi la misma simpleza que la vida ya es bastante complicada y tan solo
deseo el placer de su compañía, el preciado silencio cuando no es el verbo
quien expresa, si no el corazón quien demanda buscando en su interior las
razones de mi elección, los detalles olvidados que fueron los mismos que me
ataron a sus vidas
Sintiendo
eso que llaman libertad y libre albedrío donde tienen vedada la entrada
aquellos que creen ostentar el poder.
Viviendo
entre mi pasado y su futuro que es mi presente más inmediato. Observando como
la decadencia se lleva lo mejor, la fuerza y el vigor de los años, esos que
fueron despreocupados y retadores
Pero
siempre y digo siempre, ando con bastón tanteando oscuridades y mis ojos al
acecho avariciosos buscan cualquier atisbo de luz por la que seguir peleando,
ese aliciente para un nuevo día necesario para volver a creer en la especie
Mi
mirada acompaña la carcajada del niño que se bebe la vida sin preguntas sin
respuestas sencillamente vive.
Sonrió
al anciano que saluda y besa cada mañana a la bella parca besando su mano con
respeto dando gracias por esa luz del nuevo día, mientras ella se retira
paciente a sus dominios, que no se si son de oscuridad o de luz.
Sonrió
a esa juventud que ya no me acompaña, la misma que se bebe la vida a besos, buscando
el placer de ser y sentir la capacidad de enamorar y ser enamorado.
Me
voy encerrando en mis recuerdos como tabla de salvación. Insatisfecho
impenitente observador distante, a todos ellos elevo mi canto
Porque
voy siendo recuerdo pura efeméride. Me siento en las plazas para llenar mi
espíritu de esa algarabía que es la vida, como a la sombra de los caminos donde
recoger los desasosiegos de los desheredados de los que no ven esperanza. Llenando
mi zurrón con sus desafectos, melancolías y desengaños, intento recomponer sus
esperanzas aligerando su pesada carga e insuflando un poco de amor y luz. La sinrazón que les
atenaza, miserias tanto del cuerpo como del espíritu
Y
si preguntas, siempre te contestare igual “que ando bien, como siempre".
Porque cada día se convierte en un renacer, volverme a emocionar, en llamaros
amigos y sacar lo mejor de vosotros.
Creo
conocer vuestras faltas que son las mías por eso me dedico a cuidar lo bueno
que habita en vuestro interior y que a menudo se olvida.
Tan
solo vida y como tal hay que celebrarla avivando vuestras ansias de libertad el
ultimo reducto propiamente nuestro que junto a la vida son los dos bienes más
preciados que tenemos, tú y el resto de los seres vivos que componen este
enorme río que no deja de fluir arrastrándonos corriente abajo, dándonos pozas
cristalinas de remanso y paz, cataratas de vitalidad y terminando como anónimos
diluidos en la inmensidad de la mar, con la vaga esperanza de empezar
nuevamente en el manantial primigenio de nuestros primeros balbuceos sin
recuerdos pasados, para volver a empezar, para volver a enamorar…
¡Para
vivir no más!
Epi
Del
libro I de la Puente
1966 “melancolía o un momentito de bajada”