Mar jaspeado por
donde tu pisada doblega momentáneamente las olas que el viento mece, dejando
pequeñas gotas de rubí, botones de oro a rebosar de polen, millar de gotas
nevadas en sus pétalos y el morado de los lirios que sin ton ni son se
esparcen. Zumbido sugerente de viva actividad, llevando en el abdomen la
promesa de vida, que el néctar generoso pone a modo de cebo pues todos han de
sobrevivir y perpetuarse.
Alba que trae el
nuevo día, cantar de cantares que ya los quisiera el viejo Salomón, que si la alondra
o el ruiseñor, pero más alegre me resulta el del gorrión, pequeños verderones,
y a ras de los manantiales, el vuelo veloz de vencejos y golondrinas, que a
beber sin parar o mojar su blanco pecho en un alarde sin igual de coreografía,
para levantar vuelo hasta confundirse con el azul del cielo.
Ya en los viejos
postes, en las semiderruidas espadañas o en torres mil, vuelve a anidar la esbelta
cigüeña, en danza de amor. Palillos son sus picos, en ese entrechocar se
despereza el cortejo nupcial que habrá de culminar en dos o tres polluelos.
Noche suave, mar de
plata, inmensos trigales donde la luna danza, coge la nube y a modo de velo
coqueta, su faz cubre, haciendo que luciérnagas se esfuercen en brillar, en
constante reclamo y es en la noche donde se cuece la vida que ha de llegar con
las primeras luces del amanecer.
Un buey pasta,
buscando la sombra, que ya el sol aprieta, enloqueciendo a tábanos y
moscardones, frenético trabaja el rabo que espanta a tan traviesos compañeros.
Estancia fresca,
suelo de barro, cuatro sillas y una vieja mesa de veteada madera, espera a ser
colmada, dos o tres vasos, jarra de limonada, la abeja descansa y renueva
fuerzas, el azúcar que mancha el borde de la jarra, es la ambrosia de estos
pequeños seres, la mosca que zumba loca de aquí para allá, de la mesa a la
jarra de la jarra al pan, del pan a tu cabeza, manotazo y vuelta a empezar
Lavadero de noble
piedra en un “si yo te contara, las historias que el agua lleva” si te contara
la de manos cortadas por la fría agua, sabrías que el niño de Serafina se lo
llevo la guerra, y la de Asun, su única niña sirve por un plato y cama en casa de ese que no se nombra. Y que
a Eleuterio le dio un aire y así ha quedado el pobrecillo.
Hoy solo corre el
abandono, los vasos llenos de tierra y hojas secas, los caños por donde
escapaba el agua, estan carcomidos, ahora ojos de cíclope sin lágrimas, de uno
cuelga el hilo de seda en cuyo extremo se balancea la araña, a la espera de
terminar su trampa para que un espíritu libre le sirva de alimento
Al final de la
calle, en el ángulo más oscuro, donde
solo la luz hace su aparición a eso del medio día, dejando ver, el vetusto
musgo sobre la piedra en la misma esquina alguna plantas trepadoras dan algo de
vistosidad, para terminar volviendo al oscuro silencio, donde ya nadie ha de
mirar hasta el día siguiente. Es ahí donde se tercio un día el amor, sin
buscarlo, llegando de pronto, como las cosas que no esperas ya sean para bien o
mal, que no hay un orden y un por qué.
Con la gorra calada
sobre el ceño, cabeza baja como el que busca algo, la toba del cigarro apagado
y una mirada llena de luz, el caminante, romero impenitente, sin más ataduras
que las propias que él se impone, se deja abrazar por ese sol mañanero que
todavía es más luz que brasas, mientras por su lado, los niños pasan en loca
carrera, amalgama de sonidos invaden la
estrecha calle, llenando el aire de risas y del “tu la quedas”...
Hoy en Florencia celebran a un tal
San Felipe Neri…
Con la memoria de los olores
A la alquimia del perfume,
Donde un olor dice más que mil
palabras ya que por él llegamos a esas instantáneas que la memoria asocia, y
como dice el canto aquél…
“Uno vuelve siempre a
los viejos sitios donde amo la vida”…
A esas pequeñas pinceladas que
conforman este gran collage, que es la vida en si misma. Ya que en definitiva,
todo nos es dado en esencia, en pequeños frascos.
En ese rinconcito donde duerme,
Impregnada la memoria de mil
sensaciones.
Donde el almizcle fija, cítricos y un millar de flores.
Y digo hoy que es tu día…
En particular,
(Pues todos son tuyos),
Que me trae el recuerdo de algo que
casi se me olvida,
Como siempre mi cara amiga…
Felicidades en este día,
A manos llenas, que te colmen de
besos y de buenas intenciones,
Aquellos que son familia
Y estos otros que son amigos.
Para que mañana y los siguientes
amaneceres,
Sean dulces y amables,
Que ya tú les iras imprimiendo
carácter y urgencia según vayas necesitando.
Como siempre un beso para ir sumando,
de tu amigo…
El Buhonero o Epi
* La cita pertenece a Armando Tejada “Las
simples cosas”