No hubo testigos, ni
tan siquiera gritos, la noche se fue envolviendo en un fino manto de niebla, la
vieja plaza les venia ni que pintada, las luces de las farolas habían sido
rotas con anterioridad y el ayuntamiento no se esforzó por sustituirlas. Claro,
la plaza era frontera entre la crema de la sociedad provinciana y la
marginalidad más absoluta y ya se sabe que en estos casos, con que este la zona
comercial y el centro bonito, al resto considerados arrabaleros, se las traía
al pairo.
Por el pasaje van tres personas una de ellas va agarrada por ambas
manos, el miedo le nubla la mente y no puede reaccionar, sendas lagrimas
recorren un rostro desorientado, un golpe seco en la cara acabo con ella en el
suelo, la arrastraron hasta la casa puerta más grande que había, una antigua
cochera del siglo pasado, oscura y sucia.
Le arrancaron la camisa y el sujetador,
la falda se la rasgaron, se propasaron durante una media hora, toda una
eternidad. Ella se abandono y en su interior viajaba hacía sitios calidos,
verdes praderas, buscando en su interior la felicidad que ya no volvería a su
rostro durante mucho tiempo, la mente es curiosa en situaciones limite.
La inocencia partida, y el amor que brinda la amistad quedo reducido a
suciedad, ¡traicionado!
Una vez hartos los dos degenerados, la dejan tirada en el suelo,
desnuda, con el labio partido y un ojo amoratado, ella se había desmayado, el
cuerpo en su autodefensa había preferido desconectarse y ellos con el nerviosismo
salen corriendo, por debajo del antiguo arco de la judería. No hubo testigos,
nadie en su auxilio.
Tan solo la Luna,
esa vieja amiga que siempre la acompaña, monto guardia, esa noche lucía más
fuerte, como si quisiera llamar la atención o dar la alarma, pero aún así nadie
vino a socorrerla.
Llora la Luna sobre su cabeza,
Las argentas lagrimas mezcladas
con su pelo
Crean meandros de fina plata
Que ya nunca desaparecerán de
su cabeza.
Una pareja de ancianos, pasa por
la plaza y se encuentran la tragedia consumada, acurrucada en el
soportal, con la camisa rota, la falda manchada de sangre. Cuando la estaban
socorriendo, le dijeron que iban a llamar a la policía para que la ayudaran y
pudiera denunciar la agresión, ella les pide que no lo hagan, se viste como puede,
sacando fuerzas de donde no las tiene, tomando ambas manos de los ancianos les mira y sin
mediar palabra, marcha.
Al llegar a casa, suspira porque no encuentra a nadie, mejor así, no
tener que pasar por el calvario de revivir, el miedo a una muerte, la vergüenza
de ser violentada (ni que tuviera la culpa) tira la ropa camino del cuarto de
baño, y una vez que el agua está caliente, se mete debajo. Derrumbándose,
sentada sobre el plato de la ducha, una lluvia constante, se mezcla con la sal
de sus lágrimas, no sabe cuanto tiempo he permanecido en esa posición, se lava con saña, con violencia,
frota todo su cuerpo, haciendo que la sangre vuelva a circular. Se siente
sucia, ha sido ultrajada, violada y golpeada, usada como un objeto y tirada
como muñeca de trapo, arlequín inarticulado, sus miembros no responden, por una
vez el cuerpo desobedece a la mente y en su frustración, como navajazos, la
vida echa jirones, ha cambiado brutalmente. Sin una explicación plausible, pues
estos agravios no la tienen por mucho que se les busque, con una sensación de
culpa, en la que nadie supo consolar ni quitarle la pesada carga que se abate
sobre sus hombros.
La lluvia cae calida sobre el
asfalto,
Hilos de sangre se mezclan
El eco de su grito ahogado,
Ahora se empieza a escuchar
Como un batir de pies sobre el
suelo, en una antigua danza
La Luna
cambia su plateado semblante
Se viste de sangre
Loca busca entre la gente,
Quienes son los monstruos que a
su amparo
Y en vergonzosa retirada
intentan disfrazar los hechos
Con su ausencia precipitada, no
hay lugar para vosotros,
En el aire flota la amenaza…
¡Sed de venganza!
Porque ya no se puede restituir, una felonía de tal envergadura no hay
juez que la cubra,
no hay ser viviente que justifique o quite hierro a tamaña salvajada. Pero
ya se sabe. Donde naces, en el barrio que te crías, hay un variopinto
muestrario de gente buena y gente de muy mala catadura, los términos medios no
sirven. Donde conviven la ignorancia y el derecho de supremacía por haber
nacido varón es lo que queda.
Cuando son dejados, olvidados y sus crianzas estan forjadas de abusos,
de desengaños, de falta de amor y compresión, cuando sus progenitores están
totalmente desestructurados y su mundo no llega más allá del arrabal, donde son
dueños y señores de tamaño gueto, en el que la policía justifica su no entrada,
porque los sueldos no dan para tanto y son recibidos a tiros o a pedradas
vecinales.
Pero no nos engañemos, la trama estaba bien montada. Ellos no
pertenecen al arrabal. Son de los seudo
señoritos, esos que vienen de las antiguas hidalguías, que prefieren tapar a
sus mal criados cachorros que enfrentarse al fracaso de su dejadez, por no
discutir con ellos y no ponerse en su sitio cuando era necesario. Vamos que un
par de leches bien dadas a tiempo hubieran evitado muchas cosas.
¿Donde estaba el mundo cuando la más débil era impunemente violentada?,
los defensores de estas causas, no aparecieron, la ronda fallo, andaba de café
en no se sabe donde.
El aullar de las sirenas llego tarde, donde ya no había nadie
Un par de ancianos escrutan la noche, ellos, llamaron al orden y esperaron,
hasta que la sirena despertó al vecindario, que no se sabe si alguna ventana
hizo de ojo indiscreto, y si fue así, no tuvo el valor de llamar a la policía o
poner el grito en el cielo para que esas malas bestias hubieran huido, y no
terminara la noche como lo hizo.
Los ancianos hablan acelerados con el custodio que llego tarde, este
les pide que pongan orden y que hablen de uno en uno.
*¿Donde esta?, pregunta el agente
-No quiso esperar, no quiso denunciar a nadie, dijo la anciana
*Así no se puede hacer nada.
-La luna viste de sangre y eso no presagia nada bueno, ya en el pasado
vimos algo parecido, y al culpable lo encontraron un año después en el fondo de
un pozo, amarrado de pies y manos y colgado boca abajo con la cabeza hundida en
el agua estanca del pozo, fue a finales de los cincuenta, nadie lloro la
perdida, nadie puso interés y se echo tierra sobre el caso, como si nunca
hubiese pasado nada. Solo una flor blanca que nunca habían vistos por esos
lares, y que en el periódico aparecía como flor de las nieves.
*Anda caballero, déjese de leyendas y si no tienen más que contar,
marchen para casa…
Tres mese después, en un descampado fueron hallados dos cuerpos
carbonizados, en un aparte sobre un mojón de cemento, se encontraban las pertenencias
personales, las carteras con sus documentos y una escueta nota donde se
explicaba quienes eran, y el por que de su muerte.
Como decían los ancianos, la luna que esa noche fatídica de hace tres
meses vestía sangre, se torno en una mano caritativa, que tomo venganza por ella.
Tan solo llamaba la atención, cuando el forense, abrió sus bocas para
tomar una huella dental que pudiera confirmar quienes eran, encontró en la cavidad de sus bocas, con
sendas flores de Edelweiss.
El arrabal fue volviendo a la tranquilidad de las tardes soporíferas,
al final del arco se veía pasear a un para de ancianos, cogidos de la mano y
con una sonrisa bobalicona en los labios.
-¡mujer! donde las dan, las toman
-Que el señor bendiga los pasos de ese justiciero
-…baja la voz que nos pueden escuchar
-¡Si no escucharon, el dolor y la angustia en su momento! ahora que van
ha hacer, denunciarnos, anda José no seas timorato.
El sol fue perdiendo terreno a favor de la luna, las única farolas seguía
sin luz, la vida palpitaba en los rincones, y tras las celosías los ojos de los
cobardes seguían el devenir de los escasos viandantes que cada noche se exponían
a no volver…
Epi o el Buhonero