En casa de
nadie
* Se despereza la tarde y huye de un sol plomizo, en el patio el viejo
naranjo despierta lentamente a la llamada de la primavera, los primeros aromas
de jazmín no dan tregua envolviendo el aire con su aroma, los atolondrados
pájaros bajo el sol plomizo caen en picado como aviones acrobáticos sobre el
lecho plano del plato de la fuente, donde algún nenúfar descansa, en su parte
menos honda el viejo tritón espera paciente a que su comida pase…
* Belinda, la mirada perdida entre el ayer y un posible presente, un desaire
la trajo a este lugar, donde el tiempo concurre lento, del viejo piano unas
notas nostálgicas, desgranan la dejadez con los recuerdos difusos. Desganados
movimientos de espíritus errantes un desfile de camisones blancos y pijamas
azules, no hay palabras, tan solo asentimientos de cabeza. Es el saludo de los
que están próximos, esos que llegaron antes y tan solo los cuidados paliativos
evitan, que el sufrimiento agónico los arrastre en un grito incontinente de
dolor, caras embotadas por el exceso de opiáceo, pero quienes son los valientes
de entre ellos que no se aferren al fármaco.
De tanto ponerse, las conversaciones se han convertido hace tiempo en monólogos,
andan como el poeta, conversando con el hombre o mujer que siempre marcha con
ellos. Temerosos de tener un atisbo de lucidez pues el dolor los enloquece y
corriendo pasan por enfermería, hace tiempo que decidieron vivir en otra
dimensión y la realidad ha terminado por volverse insoportable.
* La mano de Rosa se posa en el alfeizar de la ventana, tamborilea una
vieja melodía que lenta va llenando en sus acordes el silencio de la tarde, Ramón
sigue de siesta, el sol y el fuerte calor le producen jaquecas que es mejor
dejar dormir en la penumbra, sin apenas ruidos, los ojos tapados con el embozo
de una sabana para que la luz no les afecte…
* Los pasos llegan en un repicar flamenco, taconeo alegre que salta de losas
blancas a negras, entramado de tablero donde se lidian las mejores batallas de
la vida. Rosa espera impaciente verle torcer la esquina, sobre la mesa una
jarra fresca de limonada, con una pizca de azúcar y una ramita de canela, como
ella sabe que le gusta y unas yemas del convento que queda detrás de la plaza… Impenitente,
que sin importar las inclemencias meteorológicas no falta a la cita como el
viejo Cirano, que al igual que él, trae las crónicas de esta capital
provinciana de calles estrechas y casas altas de muros gruesos de piedra, cal y
arena, en una mezcla de culturas arquitectónicas, señorean por separado el arte
romano que da la mano al mudéjar y este entrelazándose con un barroco que mira
con envidia al churrigueresco retablo en la portada de Santa María…
* El viejo compacto, donde tiene el
giradiscos, arriba en la margen izquierda y al lado se encuentran los mandos
del volumen y el balance, un botón para el grave y otro para el agudo, debajo
a la izquierda el sintonizador de radio
y justo al lado la grabadora. Una vieja canción suena, es del siglo pasado la
primera vez que tuvo la oportunidad de escucharla fue por el año 1960, cuando
la canción llevaba una década sonando, le encanta el estribillo.
* “Jazmines en el pelo y rosas en la
cara
airosa caminaba la flor de la Canela,
derramaba lisura y a su paso dejaba
aromas de mistura que en
el pecho llevaba…
La escucha tantas veces, que el día
que se va la luz, la soledad toma asiento invadiendo cada espacio de su cuarto,
cada recodo de su alma, hundiéndole en la más triste nostalgia. Pero es
escuchar este estribillo y al pronto, en su cansado corazón vuelve a ser
primavera, la mirada luminosa sin
importar quien observa, empieza tarareando para perderse en algo parecido a un baile, los brazos rodeando el aire, los ojos entrecerrados,
da vueltas de un lado hacia el otro con un ritmo y una cadencia olvidadas, pues
hoy ya nadie baila así, más bien brincan
como monos o parecen tullidos con los brazos en ángulo de 90º dedos abiertos
declamando victoria y unos gestos de chalado, que pían más que cantan esos
ritmos que para su gusto nunca deberían de haber llegado.
* Frisaba esa edad difícil, donde la risa es una mueca y las lágrimas
siempre prestas a derramar en esta edad difícil donde uno se emociona con cosas
que en su juventud pasaban desapercibidas, una extraña y doliente sensibilidad
despierta al final de este largo viaje que es la vida…
* Recluido en un cuarto, sentado frente a la ventana, mira con intensidad
pero solo consigue ver manchas de colores, el verde de los campos, la aguja que
se alza en un extremo del pueblo que debe de ser la iglesia, un azul lechoso
por cielo y un sol pálido que apenas consigue traspasar las cataratas que
lentas se van formando en sus ojos, nube
que no deja penetrar y que le aíslan cada día un poco más. Él, que pinto las
mejores puestas de sol, los suaves
atardeceres y el más hermoso de sus cuadros, el Amor de los Locos lo
llamaba, una hermosa luna grande deliciosamente blanca con toques de vieja
plata que asemejan un rostro. Si ha habido amores platónicos, esta altiva
señora se ha llevado siempre la palma. Quien no le ha pedido, como romero
penitente un favor o un deseo a esta Señora, que ya estaba en el cielo como
hermana de la tierra, poderosa controladora de las mareas, dadora de vida por
doquier, amada por el sol que derrama su luz sobre ella y detrás, oscuridad
desconocimiento, cara que no se conoce, oculta por un misterio o eso le gusta a
él pensar.
* Hay un viejo busto de mármol nacarado, que preside el centro del salón,
la barbilla apoyada sobre el hombro en actitud taciturna, dando profundidad a
esa mirada que el artista esculpió, lejana y distante, como si lo más cercano a
ella no le interesara. Traspasando la habitación, la vidriera multiplica la
escultura, creando un conjunto de matices y colores que a lo largo de la
jornada tornan en distintos tonos, desde el blanco nacarado a un ámbar, tostado
que en los pliegues deliciosamente esculpidos, dan esa nota del color miel,
brillante y luminosa.
* Tomas no podía más, hace unos días que le desapareció su única vinculación
con el pasado, la demostración de que había participado activamente en la
construcción de este país y de su ya no tan joven democracia, afiliándose a la izquierda en el año 88, en esa época y años
anteriores había habido un revuelo de camisas, unos los más fieles siguieron
aferrados a la vieja guardia, pero otros como Tomas, puso tierra de por medio,
primero cambio su aspecto físico y luego adopto las maneras del nuevo espécimen
de político que entre el y unos cuantos más (demasiados) han hecho de la política
su medio de vida.
Como buen hidalgo, vio pronto los vacíos y los vicios por donde pudo medrar,
negocios con terceros para poder
subvencionar de forma dudosa a su partido y de cómo llenarse los bolsillos, ser
cosmopolita como a él le gustaba fardar. Todos sabían donde radicaba su
cosmopolitismo. Cuenta en Suiza, cuenta en Andorra y algún que otro paraíso
fiscal, como todos los piratas y corsarios de la historia, le encantaba el caribe, las Caimanes… etc.
Cuando fue descubierto hubo que hacerle dimitir con paños de agua caliente, pues no había manera de que el
susodicho dejara el sillón y su fuente de ingresos, sin olvidar que desde el
año 88 hasta el 2000 milito en la izquierda, para asombro de todos los vecinos
de su terruño, que sabían de él demasiadas cosas. El típico destripa
terrones y desertor del arado, que arengaba
en las plazas al personal al que tenia amedentrado, época difícil de olvidar, él estaba con los ganadores y no
con la masa famélica de muertos de hambres, masones, rojos y maricones a los
que había que reeducar, cuando se fue gestando el cambio político en el país y
se vio claramente que tildaba la nueva estrategia de una seudo democracia pactada con la vieja oligarquía a la que se
sumarian los nuevos oligarcas de estos tiempos, él ya tomo puesto en la salida,
puso pies en polvorosa saliendo con lo puesto de su pueblo y sin despedirse de
nadie, no fuera a ser que no pasara de la plaza del pueblo, no sin antes haber
recibido un repertorio de ostias por parte de la asociación “mis muertos por
los tuyos”. A finales del año 2000 volvió a cambiarse de piel, ahora iba
engominado, chalequito a la espalda, camisa aparente, náuticos y pantalón que
lo mismo servia para ir de birras como para un acto oficial.
Un lunes por la mañana, en el
desayuno lo echaron en falta, el celador fue a buscarlo a su cuarto y lo encontró
morado, se había tragado su propia lengua. Fue muy sonado el tema. Su familia
no fue al entierro, pero pronto corrieron ha repartirse la herencia, lágrimas de
cocodrilo, eso si dejaron todo pagado, para que no se les notara demasiado el
plumero. A los tres días fue su entierro, se velo en el salón central, donde la
última noche y cuando todo dormía, tres compañeros con linterna, llegaron hasta
el cuerpo presente y como sabían que ya nadie abriría el ataúd, aprovecharon
para dar la vuelta al finado y dejarlo boca abajo, por si le da por salir o un ataque de catalepsia, y si es por arañar y
escarbar para salir, que sea para abajo, que de cierta calaña es mejor
asegurarse. Cuando fue metido en el nicho, le dijeron al enterrador que ellos
se encargaban de poner la lapida de granito y la leyenda, que no se preocupara
que era deseo explicito de este buen amigo. Al menos tuvo compañía en su último
adiós aunque él hubiera preferido a los de su partido y no al comunista, al masón
y al maricón, que a costa de él, se lo estaban pasando pipa. Rezaba en la
lapida los datos de Tomas, su filiación política con Fuerza Nueva y aquello que tanto buscaba con
una foto, el carné de la
Falange, pero con Paquito, no esa descafeinada de Primo de
Ribera, faltaría más. Terminado el velorio, entierro y demás zarandejas los
tres amigos se fueron de vinos, sin dedicarle siquiera un descanse en paz…
NOTA * El estribillo corresponde al vals peruano “La Flor de la Canela” compuesto en 1950
por Chabueca Granda &Maria Isabel
Granda y Larco & (Catabambas, Apirimac, Perú 1920-1993)