Me encanta la política
en este país, esta joven democracia, que ha tenido la osadía de quedarse en
joven y nada democrática, porque unos señores a lo largo de estos años se han
encargado de vilipendiarla, adulterarla e incluso prostituirla. Me encanta los
cien días de confianza que se da al grupo político de turno que ha ganado las
elecciones, con suficiencia, o esa que ha de apoyarse en muletas de terceros,
que con pocos escaños a alcaldías, autonomías o al gobierno de la nación,
tienen un poderío que ya quisieran los que han barrido a lo grande pero aun así
no han conseguido la suficiente autonomía como para hacer de su capa un sayo.
Así, como me
encanta lo pronto que descalificamos, tildamos de un sin fin de sinónimos
amparados en el adjetivo descalificativo y nada objetivo… Me encanta este sano
deporte de acoso y derribo, como me encanta saber que a partir de ahora y hasta
dentro de cuatro años, volveré a ser un ninguneado más, un obedece, por que me
ha votado la mayoría y gobierno para mi partido…. ¿Y el resto de la nación,
donde queda?
No conozco los
programas de los diferentes candidatos (quizás por que sean como los contratos
de un seguro, unas acciones bancarias o cualquier producto que se comercializa,
aburridos ininteligibles y con más “peros” en letra pequeña que positivo y
claro en letras grandes) pero si, me se al dedillo, que unos han sido de derechas,
otros unos canta mañanas, los hay perro flauta, comunistas, los que se pisan el
babi, y aquellos que saquean la hacienda intentado burlar sus ganancias, y esos
otros que son el lobo feroz tanto en un extremo como en el otro.
Me queda saber
el ADN y cuatro cosillas más, pero que no hay prisa, porque nos hemos
convertidos en unos levanta –con perdón- mierdas y si tuviéramos que votarlos
por lo que nos cuentan unos de otros,
estaríamos eternamente de elecciones.
Me encanta como
se felicitan los adversarios, como a unos les pierde la rabia la inquina o el
miedo y como los supuestos vencedores sacan pecho, miran con vista de águila,
se frotan las manos, como diciendo “por aquí hay que pactar (perdón…pasar). Me
gusta el ruido de las trituradoras de papel, haciendo desaparecer los miles de
folios que injustifican las barrabasadas perpetradas desde el poder para el
poder y beneficio de unos cuantos. Me encanta esa sexagenaria a la que se le
permite y se prestan medios para dar bombo y platillo a las memeces de alguien
que ya perdió hasta la dignidad, si es qué alguna vez la tuvo, que sirve de
entretenimiento y como maniobra de despiste, para seguir haciendo de las suyas,
teniendo al país embodado en semejantes zarandejas, cuando lo que se cuece es
más grave.
En fin me
encanta, vivir en esta torre de babel en clave política, por que es lo único
que se me ocurre para poder entender o justificar este comportamiento tan zafio
y poco civilizado, donde tan solo se preocupan por alcanzar las tasas más altas
de poder para seguir manejando el estado como si fuera un cortijo.
Y es que,
reconozcámoslo, que nos gusta ser patronos, ir de caza, festejarnos y mirar de
vez en cuando hacía abajo para ver sobre quien depositamos nuestro poderoso
dedo y elegimos para que salga de la
servidumbre, de gorra en mano, cabeza agachada, para ser perro fiel, con algo
de mejora, a cambio de ser quien da la cara para recortes, abusos y todas esas
lindeces que conllevan aceptar y besar la mano de aquellos que sabiamente te
han elegido para ser parapeto y perro guardián de sus más descabelladas decisiones.
Y lo que más me encanta de todo, es esa fidelidad que anula a las personas, que
les hace mirar para otro lado y defender con su silencio a esos otros
poderosos, plagados de metástasis, verdadero cáncer de este país, y todo
por salir en la foto, aguantar un sillón
prestado y convertir la política y gestión en un oficio de piratas…
¡Si señor!, me
encanta esto, que por estos lares hace llamar Demoscgracias, porque sino, ¿Cómo iba
yo a soltar estas lindeces? de este sano deporte que es el Derecho al Pataleo
Como siempre, sean moderadamente felices..... Epi