martes, 26 de febrero de 2019

Ya es tiempo de cosecha...


 
Deja que marche,
no llames a nadie.

Deja que sea una idea,
un vocablo lanzado al viento.

Conviérteme en ilusión,
en  duda razonable.

Lo que queda de mí,
lánzalo a la cuneta de cualquier camino.

Que nadie sepa nunca donde dirigirse para encontrarme.

Déjame junto a los olvidados de cualquier condición y género,
quiero que mi carta de presentación sea la primavera,
sobre esa alfombra ondulada.

Tierra santa, de mil flores silvestres coronada. 

La amapola será la flor que sobresalga.
faro, norte y guía de los que sufren.

Que la mirada perdida al pasar de los caminantes,
Solo vea belleza incuestionable

Ya es tiempo de cosecha, de recolectar identidades…
Condenadas al olvido.

Tiempo de sentarse en la campiña,
bajo el suave sol de la mañana.
Es hora de hablar con ellos,
con los silenciados, 
los olvidados por el miedo.

Ya es hora de ir poniendo nombre,
de levantar esa losa que les condena.
Hora de que vuelvan a casa,
al pueblo que les vio crecer,
donde un día fueron felices y al siguiente se los trago la tierra.

De forma rastrera,
con alevosía premeditada, 
con nocturnidad salvaje y manifiesta.

En la oscura noche de los tiempos,
una y cien mil veces repetida.
Que no les vasto los dardos de plomo cercenando sus vidas,
antes había que vejarlos.

Destruir su humanidad hasta reducirlos a animales,
Con la plegaria en los labios,
Con el miedo por memoria.


Cada noche los ojos se esfuerzan por escrutar el camino,
cada noche sueñan con amanecer entre cuatro paredes,
Sufrir las vejaciones, sabiendo que es un día más.

Un día más de sufrimiento 
que les dice que estan vivos
Un día más de frío de soledad absoluta, 
de no tener planes de futuro.
                                            Y, si certeza de muerte.

¿No escuchas sus lamentos?
Es el murmullo que empuja el viento
A ras de suelo levantado las hojas
borrando las pisadas,
aportando, piedras, 
semillas nuevas que cubran los túmulos de la vergüenza y la barbarie
... De una conciencia u otra

Según el poeta, una que muere y otra que bosteza

No pido cuentas, tan solo la de sus huesos
sus nobles calaveras. 
Recuperar la memoria
el desgastado marfil que la tierra devora y no cesa.

Cerrar el círculo, 
apartar las lágrimas y que entre la luz
Pasar  pagina, y a esa conciencia que bosteza, 
que no le hiele el corazón.

Que todo sea distancia.

Todo, rama verdecida de ese viejo olmo
Hendido por el rayo”

Sentemos nuestras bases en Barcino
Enterremos en sus arenas, el odio y el olvido

Que la brisa del mar, lleve de diáspora, nuestro amor
Rendido.
Que nuestro mensaje llegue a todos los confines
A los que se quedaron 
Los que marcharon
Los  que ya nunca regresaron
... A los que aún,
vagan sin destino

Para cuando nos crucemos nuevamente
Sea un ¡Con Dios, amigos, ellas y ellos!
Y un ¡A más ver! sea...
                                   Nuestro deseo más repentino


                                                                                                          Epi