miércoles, 28 de octubre de 2015

"Samuel"



De la vieja acequia transita un hilo de esperanza, clara como la mañana entre murmullos de la floresta y cantos vespertinos. Por la puerta de Ninguna Parte, cada tarde se sienta, bajo su arco mudéjar recuerdo de viejas glorias y tiempos mejores, saca del bolsillo su cuartillo de tabaco el papel de liar, mientras tararea una vieja coplilla que no dice nada pero entretiene su quehacer. Lenta se llena la cuesta del gato, caras cansadas con los restos aun de la noche, saludan a Samuel con un leve movimiento de cabeza o con un simple y arrastrado, con dios y buen día.
Impaciente espera el bullicio de los niños camino de la escuela, en carreras precipitadas pasan y se paran junto a él
- ¡dame una caramelo Samuel!, corre que llega mi madre y Samuel se sonríe mientras del bolsillo de su chaqueta saca un puñadito de  anisados, unas raíces bien cortadas de paloduz y sobre la palma de su mano deja que el niño elija
-uno,  le dice suavemente, que aún falta por pasar la niña de mis ojos y sus dos amiguitas y el niño que si, que  vale, pero en un decir Jesús, arrambla con un anís y una raíz da paloduz  y se aleja corriendo entre risas, y hace burla a Samuel que ríe, siempre la misma broma.
Rosa se acerca camino del mercado sus desconchadas paredes aún conservan parte de lo que otrora fuese el zoco antiguo, donde se practicaba más el trueque que la venta, donde ponerse al día en los casos más sonados del pueblo, vara inconstante de medir, donde cotorras y cotorros, desgranan con parsimonia y algo de mala leche aderezado con la envidia, lo bueno y malo de cada vecino, los partos las preñadas involuntarias, quien esta de novio y quien vestirá santos esta primavera y si a fulanito lo buscan los civiles.
El calorcito que el sol aporta, invitan a Samuel que entre leves cabezadas se deja llevar por ese momento placentero que enlaza la realidad con ese otro mundo de la memoria, viajando al pasado, donde la vida corre pareja, las cosas de hoy con las vivencias de ayer, le viene a la memoria los aburridos discursos de las milicias, sobre  los héroes ¿y que es un héroe?
Demasiado dolor, demasiada barbarie, con que triunfalismo intentan vendernos el honor el sacrificio a cambio de una nueva sociedad más justa, y Samuel se mantiene en su razón, sigue pensando que no vale la pena, porque las ideas cuando las respalda la guadaña, dejan de ser defendibles  pasando a ser sentencias de muerte, ausencia de voces perdidas entre los gritos del bardo, que no recita, porque se ha convertido en profeta mesiánico, y su arenga incita a la desolación, entre coros de cantos heroicos, vacíos de contenido, hermosas frases para oídos despistados, que lentos hacen su trabajo vertiendo ponzoña y envenenando las mentes de gentes que vienen de no tener nada, de ser la última escoria que habitara las viejas chozas, donde las enfermedades y la muerte se dan cita con la nueva vida que llega, y ya lo hace gritando entre mocos y babas, succionando la nada de un pecho marchito, donde el hambre ha hecho mella y una vejez temprana delatan el duro subsistir en tan tremendas condiciones. Tanta inequidad, tanta sangre por una quimera, que ralla en lo absurdo, cuando de antiguo es sabido, “que la mejor batalla es la que no llega nunca a entablarse”. Demasiada anarquía en las ideas, demasiadas cabezas pensantes, sin la más mínima intención de acercar posturas. Trabucando las mentes más simples y menos instruidas, incitándolas a saltar al vacío, abrazar a Marte y acto seguido tirarse a los caminos y encrucijadas, con aire marcial, dando el alto y el tiro por la espalda, si no te alistas, abriendo heridas cobrándose viejas rencillas y usurpando propiedades.
Oscuro deseo de una guerra, a la altura de sus contrincantes. ¿Quien será el mensajero de los dioses que tanta desgracia proclame? ¡Quién consolara a esos padres ancianos! que ya no pondrán engendrar futuro, porque su presente callo en un trinchera, en cualquier cuneta. Quién en su sano juicio, con aire triunfal aguantará el tipo, mirara de frente a esos padres y sin que la cara se le llene de vergüenza intentará decirles que fue un héroe en acto de servicio y que no ha caído en vano. ¡OMM…! difícil tarea, ingrato correo que ahoga su hipocresía  en vino, vino que nubla y enrarece el juicio, vapores de éter que deforman la realidad en un vano intento, por no caer en la locura.

Los señores de la guerra ventean el horizonte, sobre sus carros de acero y destrucción. Y  Samuel se siente desfallecer, no quiere caer en esa vorágine, no encuentra razones para  ir a batallar, en nombre de otros con los intereses de otros, nunca los suyos ni del resto de la gente humilde. Años difíciles, de locura colectiva, la sinrazón invade el país de una punta a la otra, panfleto sobre panfleto como un collag de imágenes superpuestas, caballeros fornidos de aire marcial, rostros azules los unos rojos los otros, mismas consignas ¡La patria te necesita! coge las armas y defiéndela. Como siempre y como en cualquier guerra, ninguna consigna llamando a la cordura. De sobra sabe él, que los intereses de ellos no coinciden con las ideas que promueven entre las gentes, juglares a las ordenes del poder establecido, ventilan la excelencias de estar en uno u otro bando, vendiendo como salvadores los unos contra las posturas irreconciliables de los diablos rojos. Y quien se decide por una u otra razón, como si matar fuera la única solución a los problemas sociales que habían levantado a la masa. Y esa masa descontrolada, armada deliberadamente, como sería habitual en estos años oscuros, entregados al saqueo y el pillaje, instalados en su tozudez.
Arrestan al cobarde, le tapan la boca para que no hable, juicio sumarísimo por la vía rápida, sin representantes que en tiempos revueltos, se desatan los más bajos instintos. Y checa o paseíllo, da igual el nombre que le quieran dar. En su alocada lógica lo asesinaran para escarmiento y aviso de futuros desertores, objetores de conciencia y pensadores. Esto es una guerra y no se mueve ni dios. Pues hasta el mismísimo Dios, sentado en tan alejado trono, observa en silencio mientras piensa donde radica el fallo de su creación más perfecta, la más amada. Si cuando sopló el barro entre sus manos le insuflo la vida, con todas sus ventajas, en que momento se instalo la sin razón en el corazón de los hombres, esa brutalidad sanguinaria; de nada le sirvió mandar a su hijo, ya sabía él que todo sería tergiversado.

Para huir del dolor, del odio y el abandono nada mejor que una capa de indeferencia, desde pequeño lo sabía, no es que fuera un duro, al que todo lo referente a sentimientos le resbalaba, había aprendido a distanciarse de aquellos que le producían esa sensación de dolor. Dejaba de quererles, si es que ese sentimiento había anidado en su interior alguna sola vez. Rápido es el aprendizaje, como rápido es el alejamiento necesario para observarlos desde otra óptica e intentar comprender que pasa por sus cabezas, sintiendo nauseas por tanta mezquindad.
Tan poca cosa, ahondaba en sus miserias intentando  encontrar un atisbo de luz un nexo, algo de esperanza que justificara esa actitud. Alejándose tanto de ellos hasta que el odio desaparecía de su corazón.
esta forma de ser y pensar, habían echo de él un ser especial, amable con los más pequeños y respetuoso con el resto, mientras ellos no invadieran su intimidad, mientras no se empeñaran en cambiar su forma de ver las cosas.
una densa niebla empezaba a subir de la acequia, envolviendo todo en una luz lechosa, cuando el sol volvió a recuperar su espacio, en el banco  que esta debajo de la puerta de Ninguna Parte, tan solo queda un librillo de papel, un cuartillo de tabaco escaso y un sombrero junto a unos cuantos anisados y un par de raíces de paloduz. 
Samuel había desaparecido a la par de la niebla, como el humo del cigarro se había disipado. Nadie en el pueblo supo más de él y según cuenta Rosa, Samuel era el último ser de luz, el último superviviente de una era por desgracia caduca. Ya  en el horizonte se divisa, en ese atardecer que parece quemar el azul cielo, tornasolando la calma que precede a la  tempestad en la que estan condenados los hombres…

Del libro I de Lapuente, enero de 1945 “Samuel”
                                                                                                             Epi

lunes, 26 de octubre de 2015

“No hay condena más dura para un menor delincuente que sacarse la ESO”














“No hay condena más dura para un menor delincuente que sacarse la ESO”





                                             Juez de Menores Emilio Calatayud
              
                                             (diarionorte.es/Euskadi) de fecha 27 de julio de 2014

          Que un ciudadano y en este caso un Juez de Menores, sentencie y declare que “No hay condena más dura para un menor delincuente que sacarse la ESO” es para echarse a temblar. Que tenga que condenar, lo que hasta ahora y de siempre he entendido yo, que la enseñanza es un derecho y un deber, para completarse como persona, y andar con algo de luz en la mollera. Tenga que imponerse como sentencia y por ley como  castigo, debería de mover los cimientos de la nación y caérseles la cara de vergüenza a esos que han estado ostentando el poder desde los principios de la democracia en este país. Pero claro, eso sería lo normal en unos gobernantes con un poco de vergüenza, preocupados por su país y sus gentes y no perdidos en su soberbia, destrozando los pilares de una nación que debe sustentarse en un alto nivel cultural generalizado, en sus conocimientos etc.…
          Pero vivimos en unos tiempos, que basan su existencia en el pasado caciquil y estrecho de miras, que niega el saber como derecho como deber ineludible y única forma de sacarnos de este atolladero dantesco y sin razones, en el que estamos todos asentados  donde lo único que ha cambiado, es esos falsos aires de libertad y modernidad, donde los representantes de los ciudadanos, viven y disfrutan de su ignorancia, más preocupados en las intenciones de voto de esos borregos que fabrican a marchas forzadas a los que aclaman para después llamarles NINI y otras lindezas más.
          La culpa hay que reconocer que no solo es de ellos, porque recrearse en la queja sin entonar el mea culpa, seria igualmente vergonzoso y cínico por nuestra parte. Si sumamos a esta dejadez, el condenar conscientemente por décadas a toda una nación a un futuro poco esperanzador, que encima lleva atraso respecto ese espejo donde nos gusta tanto mirarnos a algunos, como es la celebre Europa, y no ver nuestro desfigurado panorama en ese mismo cuadro en el que se miraba Dorian Grey, es totalmente de mulos este suicido colectivo, esta terquedad por no tener narices de enfrentarnos a esa luz del entendimiento y el estudio, que si o si nos hará más libres, más justos y más avanzados. Y a la suma de estos factores, cuando ves que el docente, solo va a cumplir objetivos, en los que prima meter en la cabeza del alumno los libros de cada asignatura, asimilen o no lo impartido y todo porque desde arriba viven y sueñan con las estadísticas, de lo bien que andamos y el nivelazo de los alumnos en los Centros Escolares. Cuando la realidad por otro lado es la eliminación sistemática de las materias de Historia o Humanidades y Filosofía y haciendo de algo tan beneficioso como la lectura una obligación mal planteada, sin intentar tan siquiera crear el habito y la necesidad en el alumnado, consiguiendo el efecto contrario “que los alumnos abandonen los estudios a temprana edad…
          Entono en este mea culpa a padres, alumnos, profesionales, partidos políticos e instituciones, para ver si despertamos de una vez y llegamos a entender que nuestra riqueza se basa en nuestro acervo cultural, en nuestra capacidad de razonar y en nuestros avances positivos como colectivo… En fin como se suele decir, “nunca es tarde y aun nos quedan muchas cosas por hacer, cambiar y mejorar…

                               Algo para meditar y como siempre ¡Sean moderadamente felices!

                                                                                         Epi