martes, 22 de abril de 2014

La Casa...



La casa, lenta pero inexorable se fue deteriorando, parte del tejado había desaparecido, el pequeño jardín a la entrada se fue cubriendo de madreselvas y enredaderas, el pozo que antes diera vida ahora tan solo quedaba el viejo brocal, la carrucha de sacar el agua y un agujereado cubo de latón.
La valla reventada en algunos tramos, ahora dejaba al descubierto los nidos de pequeñas arañas y algunas piedras caldeadas servían de solárium y descanso  al viejo lagarto verde, que boqueaba placentero mientras el sol calentaba su frío cuerpo.
Alguna que otra flor se había salvado del abandono y  un viejo callado que dejaran clavado en tierra, ahora parecía haber resucitado, delicadas trepadoras y un musgo invasivo daban la sensación de que al viejo compañero, la primavera  eterna lo había favorecido.
La higuera de antigua y altiva nobleza, daba más pena que higos, y la parra que otrora fuera la fresca sombra del viejo porche, remitía salvaje hacia el olvido, mientras las abejas últimas, recolectaban la poca esencia de racimos secos.

La luz apenas llegaba al fondo de la ruinosa estancia a medio día, un débil rayo caía sobre el antiguo hogar, dándole la sensación de que aún, un pequeño rescoldo ardía.

El camino ahora senda, casi borrada en su segunda revuelta, te acercaba a una pequeña poza que hiciera el río, un pequeño asentadero cubierto de fina hierba, bajo un espeso techo de árboles de ribera ,dejaban de vez en cuando pasar algún atisbo de claridad, como pequeñas cuentas de cristal, que titilaban al atardecer, creando un ambiente mágico.
                                                           *          *          *
Manuela en sus ensoñaciones se acercaba lenta hacía la casa, cuando llego a la altura del vallado de piedra, advirtió la presencia de un extraño. Sentado a la sombra de la vieja higuera, se hallaba un viejo que disputaba en edad y en deliciosa calma con ella. Sombrero de ala ancha, espesas cejas, con dos aguamarinas por ojos, zafiros desgastados por los años, bondad y rebeldía competían al unísono por ese rostro amable, melena de viejo león, rey que parecía claudicar al compás del sereno astro sol.
Hojas tenia incrustadas en  su barba y sus ropas, de un verde aterciopelado, parecía haber llegado con la madrugada, que aun había restos de rocío sobre ellas, chaqueta y pantalón gris tan pasados, como la cuenta de sus años y una inusual blancura en su camisa de cuello mao. Entre los dedos, el viejo callado. Semejante estampa recordaba, a los viejos profetas bíblicos que itinerantes andaban de una ciudad a otra, de desierto en desierto, arengando a las gentes.
Le sorprendió gratamente ver, como había sido limpiado el camino, colocadas las piedras con premura, las malas hierbas habían desaparecido, dejando espacio a las pocas flores de temporada, el pozo en su conjunto había sido blanqueado, una mesa de madera vasta, puesta en el porche, sobre ella un viejo zurrón, por el que asomaba una botella de vino. Recogidas las tejas, que ayer se encontraran esparcidas aquí y allá. Los muros  que apenas aun se mantenían en pie fueron limpiados de hierbas y retamas, quedando una habitación pequeña, con un catre vestido, un aguamanil de bruñido cobre, una toalla y un pequeño candil. 

                                                           *          *          *
Manuela, era una joven llena de pasión, saturada de esa falsa educación que se da a los jóvenes de cara a la galería, le habían enseñado a ocultar sus deseos, así como desde pequeña le cortaron el vuelo para que no pudiera por su cuenta buscar, las verdades que depara la vida, verdades hechas de amor y desengaño, de días felices y ratos aciagos, de verdades a medias, de complicidades, de ausencias de mitos y realidades que duelen. Dejando morir la inocencia en el último refugio de alma, para terminar enfrentándose a la sordidez de los días, con sus escasos brindis de felicidad.
 Ella se sintió siempre afortunada, desde pequeña tuvo acceso y curiosidad, leía desde temprana edad. Descubrió en los días que sus padres salían de fiesta, el placer prohibido de colarse en la biblioteca del despacho de su padre y sacar viejos libros de poemas, historias de amor de un tal Shakespeare, poemas como decía, de Lorca y de un tal Whitman. Manuela siempre soñadora sospechaba que su madre sabía algo, pero nunca  se lo dijo, sintió mucho su ausencia, siempre había sido muy alegre y no supo de su dolencia. El padre decía que fue de corazón que siempre se cansaba mucho y cuando se sobrecargaba, pasaba días en cama o en balnearios para su recuperación.
A Manuela le gustaba pensar que la dolencia del corazón era de amor, de algo que siempre estaba ahí, que hacía soñar a su madre, algo hermoso, algo que nunca contara a nadie, eso al padre lo traía las más de las veces, algo taciturno y ligeramente irascible. Siempre se habían llevado bien y se querían, por lo menos a ojos de ella y en sus relaciones con las otras familias y en sociedad pasaban por un matrimonio ejemplar. Pero ella sorprendió a su madre más de una vez con la mirada perdida en dirección a la vieja casa donde ella en los días que andaba triste o se enfadaba, se escapaba de casa y se refugiaba allí, hasta que su rabia desaparecía  y su corazón se serenaba.


                                                           *          *          *
Hacía mediados de mayo llego al pueblo una vieja dama, a la que todos llamaban la vieja Flor, los ánimos en casa se soliviantaron un poco y parecían tener relación con la llegada de Flor.
Decían en el los corrillos que guardaba viejos secretos, algunos molestos y otros hermosos, tales como lances de amor y otros en los que la sangre no llego al río por que su protagonista hace tiempo que desapareció, dejando al pueblo y sus gentes en una falsa paz y resquemores en algún que otro corazón.
 Había en el pueblo división de opiniones, unas a favor de Flor y otras… bueno otras se cuidaban de citar nombres, eran historias enterradas y tenían propietarios aun en vida. Las lenguas más afiladas contaban el por que de Flor, haciendo referencia, a que esta señora hermosa en otra época, fue flor que por muchos jarros pasó y los más románticos entre ellos y ellas, simplemente comentaban, que amo y fue amada, siempre con pasión desmesurada, aquél que la quiso para  sí retenerla, la perdió.
Coincidía de vez en cuando por el camino que llevaba a la vieja casa, hablaban de naderías, y despacio Flor fue contándole a Manuela historias del pueblo, de su casa y de sus padres, le hablo de su gran amiga que fue su madre y ante los ojos ilusionados y sorprendidos de Manuela, Flor le pedía que no le contara nada a su padre, pues en estas historias, donde aparecía su madre, el había puesto un veto al corazón y una venda en los ojos para no ver lo evidente y que no estaría bien, pues su padre siempre aunque con cierta frialdad había respetado y querido a su manera a su madre… aunque lo que se dice amor, amor no hubo, sino leves y fugaces arrebatos, lo más parecido y lo más alejado ¡pero no te quepa duda mi niña!, que la quiso a su manera, confundiendo el querer y la posesión, con el amor, el deseo y la pasión.
                                  
                                                           *          *          *
Tiempo hacía que nadie venia por estos lugares, no es que estuviera apartado en demasía del pueblo,  ya se sabe… la gente somos dadas a las leyendas, y esta en especial maldita por la maledicencia.
Historias profanas o desvirtuadas, por que un día el amor habito en ellas, sin ningún tipo de pudor, y fue tan hermoso que llegaron a ser casi olvidadas.

Que las envidias convierten las  historias hermosas en malas y  en bocas envenenadas, ya se sabe. Y  como digo, estas leyendas van de boca en boca en lenguas viperinas, en desamores, gentes en las que  hubo más deseo de posesión que pasión, más envidia creada por la cobardía, por la mojigatería y por las buenas costumbres.
 Ese veneno  que se instala, en el corazón de  las personas, herencia de nuestros mayores ese vivir de cara a la galería, aunque por dentro se estén marchitando, por ese sentir “del que dirán”. Que restaron alas y fuerzas al amor, a las ganas de vivir a su libre albedrío y no bajo unas normas caducas y castradoras.
Suele pasar, cuando el deseo es querer y no es amar, aunque confundamos lo que es un querer, que más bien es poseer.
Con este otro que es amar y es dejar hacer al corazón, coger la vida como llega y saltar sin red.
Sí,  quizás fue esto lo que paso. Que un querer, quisiera cortar la flor cuando se hallaba en su máximo esplendor y la otra sencillamente, amarla en toda su extensión, a riesgo de ser arrebatada, y  tan solo llevarse en el corazón esa pasión, a sabiendas que no volverá.
Con la esencia y los orígenes intactos, con la impronta primera, que en el fondo es la que cuenta.

                                                           *          *          *

Llegando septiembre, que ya los calores del verano parecían desistir, para dejar paso al melancólico otoño, las hojas de los chopos se fueron cayendo, dando al suelo su último esplendor.
 Alfombra multicolor, que con las aires fríos de  los amaneceres andaban de un sitio a otro, como probando donde lucirían mejor, de colores tostados, dorados apagados y rojos que al cabo de las horas se convertían en sinfonía rota al pisar de las gentes. 
Fue en una mañana de esas que se asemejan al verano. Donde esta vieja estación estival remoloneaba por partir y dejar paso a su compañero el  otoño. Que las gentes del lugar suelen llamar el veranillo de San Miguel o del membrillo.
El sol entraba a raudales, en esa mañana en la que se levanto algo más tarde de lo habitual, no encontró a su padre, la taza de café sobre el granito de la cocina y en la mesa, los vestigios de una urgencia diseminada.  
Con esa lasitud y ese sentirse cansada, somnolienta aún, que propician estos días, una dulce melancolía, se fue asentando en su interior.
Salió a la puerta de casa dispuesta a obligarse a dar un paseo, pues tenía más ganas de sentarse y leer tranquila que de otra cosa.
Deambulaba Manuela por el camino, sin dirección premeditada a conciencia. Cuando vino a darse cuenta que sus pasos la conducían al camino de la vieja casa, algo barruntaba su espíritu que su razón no atinaba.

Manuela se quedo sentada sobre un tronco frente por frente, oculta tras un matorral de majoletos, sin ser vista, o eso cría ella.
 Cuando se decidió a levantarse para dirigirse a la entrada, advirtió la presencia de Flor y algo en su interior le decía que esperara.

La sonrisa del anciano se torno juvenil, una luz de dicha irradiaba de su rostro, las manos soltaron el viejo callado y presto se posaron en las de ella como alas de mariposa, se plegaron con una delicadeza tal, obligando  a ella a  entornar cándidamente sus ojos.

Ni una palabra salio de los labios de ambos, tan solo un suspiro acompasado con la suave brisa, flotando en el aire perfumado, el preludio de la anunciada tarde, que despedían, las pocas flores y estas extraían de la vieja raíz, haciendo subir por su leñosos tallos, la vieja savia  de la memoria que guardaba celosa, los vestigios de otras épocas doradas. Testigos mudas de otros tiempos más dichosos, por juventud, que no por la intensidad del reencuentro.
Otros lances, recordaban los  sonidos del campo, que a modo de  sinfonía deliciosa e imposible de acallar, rememoraban a aquellos corazones que sabían escuchar. Antiguas pasiones e historias de eternos amantes, vividas hace tiempo.

Cuanto amor en tan insignificante acto, observaba Manuela mientras se recogía en si misma.

Escuchaba Manuela hablar a esta singular pareja, parecían más bien juegos florales, le sonaban las dulces quejas a versos viejos, de amantes principiantes, cortos pero intensos

-Mi dulce amiga, por fin acaba el largo periplo de este viaje
*Mi viejo amigo ansiaba posar mi cabeza sobre tu poblada barba
-Mis manos hablar con la tuyas
*Necesitaba el ritmo acompasado de tu corazón
-Beberme en tus ojos
*El grave murmullo de tu voz
-El perfume de tu pelo
*Tu abrazo confortador
-Traigo el cansancio de los años en mi zurrón
*Yo el amor intacto y la pasión
-Nuestras copas no se han colmado aun
*La medida exacta, reservan para nuestra ultima unión
-Se nos fueron los años de juventud
*¿Te arrepientes?
-¡No amor…!
*Te he buscado en cada puerto
en los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo
-En los verdes campos, en los tostados trigales
entre el mirto y la amapola
*Creí verte bajar de los viejos trenes
en distintas estaciones
-En el rocío, que cada noche bajaba, mi mano temblorosa
pasaba por si entre sus gotas, viajaba la esencia del recuerdo
que tu cuerpo en mi dejara
*Y ahora que todo acaba
-No por favor no digas nada
*Si, decir que te quiero, que claudico cuando la vida acaba
te parece flaqueza
-No. yo también quiero quererte
tan solo es una breve tregua
*Si, el último salto
-Mitigue tú ausencia con otros amores
pero ninguno me lleno lo suficiente
llegada la plenitud, esta era falsa
*Yo ame y busque consuelo de tu ausencia
pero no hubo quien me la diera
-Yo hable con el lucero
*A la luna le llore
-Espere a la aurora por verte reflejada
*Espere la tarde, por ver si te delataba
-Al viento le pregunte
*A los dioses convoque
-De ti no supo darme razón
*Sordos andaban, enfadados por mi amor a ti
*La niebla confundió mis pasos que a ti me acercaban
-los ruidos de la noche me lanzaron al camino
*el aletear de tus pasos me despertaron
en mayo llegue con las flores
-el otoño en mis sienes
mi ultimo adiós
Soñé con verte en septiembre
*aquí estoy amor
-Aquí me tienes amada
                                                             *        *         *

Como si callaran más de lo que declinaban, dulcemente el viejo le llamaba Safo y ella amorosamente Walt. Fue breve pero bonito pensaba ella. Él tendió su brazo y apoyado en el callado se levanto sobre sus años, se revelo contra la tarde que suave se retiraba, su brazo cubrió los hombros de ella, y juntos se dirigieron a la única habitación que viera ella algo arreglada.
El tiempo que tardo la puerta en cerrase creyó ver manuela como los cuerpos rejuvenecían adquiriendo la belleza y la juventud de épocas pasadas, sintiendo algo de pudor salió de su escondite decidida a entrar, la curiosidad le podía y quería cerciorarse de la visión, que ella vio dos ancianos dirigirse a la habitación y de pronto ser jóvenes.
Llamo primero tímidamente y luego al no recibir contestación empujo la puerta suavemente, y no encontró a nadie. Tan solo una débil palmatoria que arrojaba algo de luz.
            Sobre la mesita un viejo zurrón, una botella de vino en su interior y al lado dos sobres cerrados, un par de brillantes pequeños como lagrimas sobre una bolsita pequeña de cuero, una gargantilla con un zafiro, el anillo que él llevara en su dedo meñique con una piedra color miel ambarina algo desgastada de llevársela a los labios y besarla. Se entristeció algo, se sentó en el catre, con la ventana abierta a la noche y a la luz de la palmatoria fue leyendo sendas cartas. Primero la carta de Safo.

                                                           *          *          *

    A mi único amor Walt, mi ancho mar
   Que me dio alas  de libertad
   Al sueño de mi corazón, mi principio… mi fin
                                                                 En Lesbos  5 de Enero de 1955


Amado mío
El recuerdo me torna a la vieja casa, donde tan felices fuimos
Tengo el corazón a medio llenar. En estos años no he encontrado la plenitud que buscaba y ahora se que la medida exacta,  la provoca  esta larga ausencia 
Ausencia que el recuerdo de ti no sacia.
Se que es tu presencia, tu olor, tus brazos, sentir tu poderosa cintura, de pies a cabeza mi atalaya, mi única verdad.
En las mañanas bajo a la playa, para sumergir mis desnudo cuerpo, en el zafiro azul de tu mirada… y me relaja
Ya  se, que así lo decidimos, tu no querías ser mi Apolo y nos costo separarnos, aun llevo las amorosa marcas de tus manos sobre mi talle, yo no quise ser tu Dafne, me negué a se árbol quieto, ornamento de  devoción.
Te habrías cansado…me habría hastiado.
De veras, el tiempo que nos hemos dado no ha sido en vano. Sabes que no te quiero amor, pero siento el frío que muerde mi piel cada vez con más rabia y deseo el calor que tu aliento emana, sentirme abrazada. Mi viejo amigo…


 Ansió posar mi cabeza sobre tu poblada barba
Necesito el ritmo acompasado de tu corazón
El grave murmullo de tu voz
Tu abrazo confortador lo guardo intacto con
el amor y la pasión
La medida exacta, reservo para nuestra última unión
¿Te arrepientes?, no lo hagas, no desfallezcas, mantén nuestro amor
¡No me quieras!
Te he buscado en cada puerto
En los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo
Creí verte bajar de los viejos trenes
En distintas estaciones
Y ahora que todo acaba… amor
Si, decir que te quiero, amor…¡es traición
que claudico cuando la vida acaba!
¿te parece flaqueza?
Tan solo es una breve tregua…¡No te quiero! amor
Es el último salto
Ame y busque consuelo de tu ausencia
En otros cuerpos, en otras riberas
En otros brazos que se te parecieran
pero no hubo quien me la diera

A la luna le llore
Espere la tarde, por ver si te delataba
A los dioses convoque
 Sordos andaban, enfadados por mi amor a ti

Terminando esta carta que es prisa, me pongo en el camino
Las flores me acompañan, los caminos escoltados por majestuosos árboles,
su sombra me brindan
Veo los campos de trigos tostados por el sol, y me traen el recuerdo de tu piel, el azul del cielo al atardecer son los ojos que un día bese
y tus labios amor… el rojo amapola son tus labios y mis labios como mariposas locas en ellos se posan
Ya es mayo, el río trae historias nuevas y mientras me refresco veo la vieja casa, la noble higuera espera. En las lluvias primaverales mis lágrimas marchan, para refrescar tu viaje
Que los pensamientos escritos al buen Mercurio encargo… y mientras espero amor, un beso en el viento te mando.
                                                            *         *          *

Como ella suponía, algo más que versos, algo más que juegos florales, ocultaban esos requiebros  que escuchara, antes de  desaparecer y reinara la nada.
Dejo la carta de Safo, que así ella también la llamaría y cogió la de Walt, se echo la vieja manta sobre las piernas y con la espalda apoyada sobre la pared, comenzó a leer la segunda carta.
                                                           *          *          *




Ah mi amada Safo,
Flor de mi pasión, mi amor,
 mi norte, mi principio… mi fin
                                                           En  Misisipi 15 de Febrero de 1955

Mi dulce amiga por fin Hermes el correo de los dioses me ha visitado
Por fin acaba el largo periplo de este viaje
Quisieran mis manos hablar con la tuyas
Beberme el resto de tiempo en tus ojos
Acariciar por última vez la seda  de tu pelo
Traigo el cansancio de los años en mi zurrón y solo deseo compartir este legado de amor contigo
Saciar nuestra sed, escanciar los besos que nos quedan
en nuestros labios, como copas que aun no han sido colmadas
Se marcharon  los años de juventud y aun adivino tu bello rostro en la débil luz de las candelarias… ¡cuanta plenitud!
¡No amor…! ¡No te quiero!
Quererte quise pese a  traicionar nuestro pacto de  amor
Pero no habría sido capaz de resucitar
El miedo a perderte se impuso
Luego el vacío, el caos
La soledad de no volverte a encontrar
Me hizo desertar de tan peregrina idea
¡Porque vivir vano, no es vivir!
En los verdes campos, en los tostados trigales
Entre el mirto y la amapola en jóvenes cuerpos
En otras manos
En viejos cantos te he buscado
En el rocío, que cada noche bajaba 
Mi mano temblorosa…
Posaba
Por si entre sus gotas, viajaba la esencia
de nuestros cuerpos, en la memoria  los olores
Que en mi dejara, el dulce  almizcle del sudor caliente  mezclado con las flores
En la luz que tu cuerpo refleja en el destello de los candiles
Miel ambarina… aun recuerdo y se dispara el deseo
No por favor no digas nada
Queda quieta que mi memoria te recobre, tuve momentos de miedo, te difuminabas y lloraba amargamente en los desiertos de mi morada, por que llegue a creer que tan solo eras sueño
Amor… fue duro no tenerte siempre, no rozarte, perder tus gestos, confundir el sonido de tu voz, volverme loco cuando te llevaba el viento, siendo apenas un susurro de un viejo eco. Ahora río, ahora que tengo la certeza
de esta breve  tregua
Mitigue tú ausencia con otros amores
pero ninguno me lleno lo suficiente
Llegada la plenitud, esta era falsa
En las frías noche, hable con el lucero, con el viejo Morfeo y
Al viento le pregunte
De ti no supo darme razón, tan solo oleadas de polvo y desolación
Perdido de tu amor deambulaba, sin rumbo, sin puerto
El aletear de tus pasos me despertó
El ruido de la noche me lanzo  al camino
Cuando el otoño en mis sienes gravemente se poso
Es mi último adiós
Soñé largo tiempo y desperté con el deseo de  verte
Llegado septiembre… En la vieja casa, donde nació el amor
impaciente espero.
El viento lleva mis mejores deseos
Que el buen Mercurio es depositario de mis pensamientos
Hasta entonces amor, con un beso allí te espero…            

                                                           *          *          *
           
La aurora la sorprendió dormida, sobre su regazo las cartas y en su rostro una promesa firme de amor…
Manuela se despertó y mirando al pueblo se dijo que ya no quería querer. Ahora sabía que tenía que buscar a su amor y desaparecer por los caminos para un día poder volver, a la vieja casa, al viejo sueño… a reencontrase con su verdadero amor.



                                                           Fin
Nota: escojo a Safo y a Walt, por su capacidad de amar libremente y sin prejuicios. Un canto al amor y como diría el viejo bardo en sus versos “Canto el Yo”…y dice así

Canto el yo, persona simple, separada;
No obstante, pronuncio la palabra democrática, la palabra
         En Masa

La fisiología de la cabeza a los pies, yo canto,
Ni la fisonomía sola, ni el cerebro solo, son dignos de la
        Musa; digo que el Cuerpo completo es más digno,
A la Mujer igual que al Hombre, yo canto.

De la vida inmensa en la pasión, en la elasticidad, en la
        Fuerza,
Alegre,  para la más libre acción formando según las leyes
        Divinas,
Canto al Hombre Moderno…

Y este Fragmento de Safo del Poema  “De Verdad que morir yo quiero”

…perfumado tu cuerpo luego
con aceite de nardo todo
y con leche y aceite de jazmín.

recostada en el blando lecho,
delicada muchacha en flor,
al deseo dejabas tú ya salir.

Y ni fiesta jamás ni danza,
ni tampoco un sagrado bosque
al que tú no quisieras conmigo ir…

En fin, ustedes mismos… Amen, aunque sea una vez, amen aunque el amor después desaparezca… y como siempre sean moderadamente felices
                                                                                                          Salud…

                                                                                  Epi

domingo, 13 de abril de 2014

"Manuela y el Mar"





Manuela y el mar...
                                                                                              "Con tu permiso"

Se me hace difícil, provocación sana ver tus fotos Manuela y no garabatear y si sumamos, que al pronunciar tu nombre, se llena la boca y si le añades "mar", fíjate. Como suena...Manuela y el mar, ¿Verdad?... A cuento y sal, a historias cortas y sencillas, historias marineras.
Desde tierra, este marinero de agua dulce, es ver tu mar, ese trozo que guardas en la memoria de tu ojo mágico y todo es empezar...
* * * * *


Manuela se sienta mirando las olas tranquilas, con sueños de libertad, atrapada sin saberlo, pasa las tardes de espaldas a la ciudad.
Que la mar serena, cuando el día se marcha una isla a lo lejos cree ver y no es más que un sol, que lento se marcha después de iluminar la vieja ciudad.
El mar en esos momentos espejo inconmensurable, de manto se ofrece para dar descanso a tan importante Señor.
Vive sin saberlo sobre siete u ocho civilizaciones, sobre un millar de historias enterradas de amor y dicha unas y otras tantas violentas que la sin razón y capas de tiempo han ido sepultando.
Ciudad jalanera, que canta con sorna sus quejas a compás de chirigota, a golpe de cuplé y ritmo de tanguillos, quejas que el viento se lleva, bien lo sabe ella.
Ciudad que te atrapa y solo mirando al mar, Manuela es capaz de romper esa prisión, ese aire que la sofoca, y cuando mira al mar a Manuela se le ilumina el rostro y la mirada se le limpia... Y que sensación de paz.
Saca una imagen o una foto, allá cada cual y guarda su merecido trocito de libertad. Luego cuando el Sol se marcha, ella anda despacito, mirando siempre al mar para que la ciudad y sus gentes no le mancillen su ensoñación.
Que la ciudad tuvo su gloria, hoy tan solo un puente y medio, un lánguido sueño de antiguas grandezas, una constitución vieja y ultrajada, algunos barrios castizos y una Puerta Tierra que delimita el sueño de antaño con la famélica realidad.
Ah, pero Manuela sabe que bajo el mar, hay grandes bosques de coral, montañas imposibles de imaginar, viejas estatuas de otras épocas, barquitos comidos por la sal, algas como helechos conchas y caballitos de mar.
Cuando el viernes llega, hace su maleta, guarda sus notas y en el bolsillo esa instantánea de libertad.
Porque Manuela se lleva el mar a su casa donde otro mar la espera. Bosques de alcornocales escarpados de helechos, de tierra roja que trae en su prisa el siroco, helechos de verdad y la luz que se filtra por sus canutos donde baja el agua cantarina, la brisa trae la fragancia de la retama, la Jara y las flores silvestres de mil colores.
La risa fresca de su gente y un poquito de tranquilidad...

Y en las noches cuando nadie la ve, a hurtadillas saca su trocito de mar y escucha las voces que vienen encima de las olas. Olas que con desgana van a rendirse a la Bahía y esa espuma que deposita en su retirada sobre la arena es la limpia risa de sus niñas que le acompañan cuando se siente triste, en esa vieja ciudad, que tacita a tacita se bebe su tiempo y su juventud.
Manuela aguanta porque sueña con el mar y se hace pequeña, se deja atrapar, quiere que el mar la acune, que los cantos de sirena le hablen de su amor y la hagan soñar.
El tiempo que no para...pasa
Y una tarde de jueves, sentada frente al mar, saca su ojo mágico y roba una vieja estrella que se emboza en el manto inconmensurable del mar.
Se ríe con la espuma, mientras se despide de las historias que llegan a lomos de las olas del mar.
Que mañana es viernes
Y ya no quiere soñar
Despacito, paso a paso
Andando hacia atrás
Para que nadie le quite sus ganas de regresar…


                                                                                Epi