Por más que el viento sople,
Por más que se convierta en vendaval
Por más que el agua torrencial
golpeé,
Ella sigue en su lugar
Sobre la hierba en la ladera del
monte más alto, el cabello ondulando
caprichosamente como un mandala, que el viejo serpa coloca antes de partir,
pues en su fuero interno siempre esta el regreso. Hasta que ella diga basta y
tenga que partir, no sin antes colgar su último mandala. No le pide que le haga
eterno pero si que su impronta quede grabada en la desnuda piedra para que
alguien al pasar por esos caminos, le dedique un beso o simplemente pose la
mano sobre su rostro.
Eternizarse no partir jamás… pero somos energía, parte de ese cosmos
infinito que nos conmina a vagar eternamente hasta que algo nos hace regresar
en otro cuerpo, con otros sueños esos mismos que de vez en cuando se nos antoja
un Déjà vu, cuando nos cruzamos con un extraño y nos levanta un cúmulo
involuntario pero placentero de sensaciones y ese eterno “Ya he estado antes
aquí, y te he visto en este mismo lugar…
Alexandros, ese nombre se le
queda en el pensamiento y al igual que lo alaba, maldice.
Quieta sin movimiento aparente.
Sabes de ella por su mirada viva,
llena de luz.
Sabes que siente, por sus ojos
Esos mismos ojos, a veces acuosos.
Son manantial de esperanza que te
gritan ¡estoy aquí!
Que aun tiene tiempo para ti.
Quien ha de venir así se lo ha
hecho saber.
Nada como el tiempo que nos dejan
de más,
Suficiente para unas cosas.
Otras demasiado breves, para un
abrazo.
Maldice a Alexandros por su sensibilidad.
Se identifica con Venus…
De tal belleza que se ruboriza al
compararse con ella
y desea que llegue el nuevo día,
Como ansía la noche, en lo más
hondo de su ser…
Porque cuando la noche llega, se
deja conquistar sin esfuerzo por el buen Morfeo y no pasan ni dos minutos
cuando esta totalmente rendida sobre sus brazos.
Corre y da vueltas sobre si misma
hollando levemente el suelo, admirándose de las flores, embriagándose de su perfume,
que generosamente destilan.
Ahora esta en tierra, hora en el
mar, sobre una barca dejándose mecer. Y otra se encuentra en la proa de ese
viejo barco varado tierra adentro, en la pequeña aldea, que el sol de la tarde
bruñe de cobre y en su despedida diaria viste de sombras chinescas el horizonte
de montañas, ocultando a la vista el pico del Águila.
Él espera a que llegue ese día en
ese mismo sueño, saluda y besa su rostro y la mira a hurtadillas,
avariciosamente, gravando en su magín cada detalle, disfrutando del verbo
fluido, y esa risa que prodiga poco pero cuando llega es cascada de luz.
Luz que salta sobre las peñas,
Luz que atraviesa las lágrimas
del rocío vespertino
Que convierte en mil centelleos.
Transformando al atravesar las
diamantinas lagrimas,
en calida policromía de colores
imposibles.
Coqueta como siempre, blusa
blanca, pequeños pendientes, retienen el color del mar en dos diminutas
aguamarinas, hablan de esto y de aquello sin prisas. Hablan de sus casas y sus
cosas, de cómo el tiempo va madurando y las cosas de sus críos, que despacio ve como crecen, y deprisa, más deprisa de lo
que se desea, ve como se van escapando. Ley de vida que asume con una
mezcla de contradicciones.
Ya no la necesitan tanto y una
sombra le vela el rostro por unos instantes, pero pasa ligera y vuelve la
sonrisa a su rostro, él anda a mano,
para soltar un chascarrillo y volver a disfrutar del momento, que se eterniza
en el sueño…
Sueño que tan solo con abrir los
ojos se desvanece.
Ligera muy ligera, casi etérea.
Acompaña a las estrellas
Baila con los planetas
Y desde su éxtasis ve la gran
bola azul, la envidia de la galaxia, una más entre miles de ellas y se pregunta
¿Quién andará por ahí?, tan solo el eco de su pensamiento contesta ¿Quién
andará por ahí?.
El aroma de un café la trae a la vida,
a la luz tenue que va quedando en la tarde, el cuerpo se va desperezando, la
brisa suave eriza la piel y los ojos abren con cuidado administrando el paso de
la luz y a su lado el amor, el guardián de su persona, amor desboscado que se
desvive, que no le falte nada, no sabe Alexandros como acertar sin llegar a ser
molestia para ella…
Abre los ojos y se enfrenta a una
sonrisa…
En
la puerta del sueño, una sombra solloza
Epi
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