-¡Madre tenemos que
hablar!
*Chiquilla, ¿que
gritos son estos? Que se ha de enterar todo el vecindario a la vez
-Me he enamorado…. Le espeto por respuesta
*¿De quien, y como
sabes que es amor y si él siente lo mismo, tienes una foto?
-Tranquila madre… reía Johana entrelazando su
talle y obligándola a bailar mientras se explicaba.
-Es trigo limpio,
que digo, es primavera en mi corazón
*Niña no seas
tonta, es amor o no lo es y ten cuidado que hay mucho desaprensivo suelto por
ahí.
_ La verdad que viendo detenidamente a su hija se
sorprendió, estaba más hermosa que nunca, alegre y pizpireta como una
colegiala, decidió esperar a que se relajara y pudiera darle detalles de ese
amor que traía a su Johana loquilla como los molinillos en una mañana soleada
de viento, que lo mismo andaban rodando por el suelo para luego verlos volando
hacía el sol, dividiendo la luz en un haz de múltiples colores.
-Veras madre… tiene
los ojos de un verde suave como los prados, un pelo oscuro azabache, la nariz
recta y proporcionada como esas estatuas romanas. Es fuerte y grande, muy
varonil, no como esos modernos de hoy que pasan más tiempo que las mujeres,
acicalándose la piel y depilándose, mientras sus cerebros andan vacíos y no
sabes si son hombres o andróginos.
Tiene ese aire
descuidado de los viejos gángsteres de películas en blanco y negro y una barba
de tres días que le hace más interesante aún. Cuando se relaja tiene ese mirar
triste, como ausente pero tan solo tienes que llamarle y toda la dulzura
aparece nuevamente en su rostro.
Cuando habla nunca
alza la voz más de lo debido, no hay ira en su tono, pero sí pasión, no puedes
dejar de escuchar, hasta lo más trivial en él, es mágico.
*Ya será menos
niña, ¿Qué edad tiene? ¿Y, a que se dedica tu príncipe?
-Su nombre es
Arturo, mamá y es marchante de obras de arte y tiene 27 años
* ¿No es mayor para
ti?
- Papá era casi 10
años mayor que tú y no os fue tan mal
*Si, en
eso tienes razón, eran otros tiempos
-déjate madre, de
historias, hubo amor, y aquí estoy yo
_ Otros tiempos mi niña, pensaba la madre. El amor, era
amor junto con la urgencia de salir de casa de los padres, respirar otros aires
y ser tu propia dueña.
Aun recuerda la timidez de Antonio, su marido, como le
era casi imposible rozarse con él, si se acercaba más de la cuenta, él como un
junco que meciera el aíre se doblaba, en la dirección de ella, evitando el
contacto. Cuantas veces la urgencia y el
secreto deseo de poder retenerla en sus brazos, de romper esa timidez. Aun así era gracioso
provocarlo, sabía que tarde o temprano esa cortedad tendría que desaparecer.
Hasta que un día al acercarse ella hacía él, este ya no
se movió, rodeándola con sus brazos y robándole su primer beso, dejándola
deliciosamente desarmada y las mejillas encendidas.
Recuerdo que guarda en su bolsa de las cosas buenas, las
pocas que en la vida merecen ser rememoradas y que aún le encienden la piel,
con tan solo insinuarlas.
*Me lo tienes que
presentar, que venga a casa a comer… ¡cuando pueda… claro!
-Te gustara mamá…
* * *
_ Francisco Pezzi Álvarez (18 años) alias “Babosa”, siempre le colgaba de la comisura
de los labios un hilillo de saliva que se iba secando hasta quedar blanco, como
si de una salina se tratara
Esperó pacientemente que saliera del Centro de reforma,
una vez cumplida la medida. ¡La medida…! pensaba con sorna, y una ira subía por
sus venas inyectando sus ojos en sangre.
Vio su puesta en libertad por los informativos de la
televisión, F.P.A salía en libertad, arropado por su abogado y familia que no
se cansaban de proclamar su inocencia y que pensaban denunciar a la policía y
al sistema, por haber metido injustamente a su querubín en tal antro. Una
reportera le pregunto si estaba arrepentido, y él altanero, la miro de arriba
abajo con frialdad, contestando que era inocente, al igual que su amigo al que
todavía le quedaba un año para salir.
Se le veía con buena pinta y más parecía que llegara de
unas vacaciones y no de estar detenido por la brutal paliza y violación de
Johana, la joven de 22 años, que dos años atrás fuera encontrada por la
policía, en la nave abandonada del viejo polígono que se encontraba a las
afueras de la ciudad. Muriendo días más tarde en el hospital provincial.
Había tenido tiempo para preparar su venganza, dos años
para saber que en este feo asunto hubo tres personas y no dos como quiso hacer
saber a la opinión pública, tanto la fiscalía como las declaraciones
contradictorias que dieron los agentes de la ley que llevaron a cabo la
investigación.
De sobra sabía que
había dos justicias. Una para los prebostes y los hijos de estos, donde se
incluían todas las esferas del poder y otra justicia o ausencia de la misma, la
que se aplicaba directamente a diestro y siniestro y que no llegaba a ninguna
parte.
Justicia que la mayoría no podía recurrir por no tener
solvencia económica para tales menesteres, los prebostes se aseguraban de esta
manera, poder seguir delinquiendo en beneficio propio. Mientras, la gente del pueblo como J.M.S. madre de
Johana, veía como era amenazada si seguía con la historia del tercero de
los asesinos de su hija, viendo como
este por ser hijo de los elegidos, se libraba de todo y seguía haciendo de las
suyas con el beneplácito de su todopoderoso padre.
Alto cargo de la administración y que había conseguido
hacer desaparecer a su hijo junto con las declaraciones iniciales, para más
tarde llegar a un acuerdo con los dos que si estaban cumpliendo condena, para
que se comieran el marrón y negaran la mayor.
¡Que fueron tres! y no dos, los que ese día cometieron tal
salvajada.
Prometiéndoles la reducción de la condena, dinero para
empezar cuando salieran de reforma uno y el otro de la cárcel, la total
protección dentro de estos sitios y ninguna declaración a la prensa o de lo
contrario se las harían pasar canutas a sus familiares y a ellos.
* * *
-Solo ansío
despertar sobre la miel ambarina de sus
ojos, adormecerme en su mirada un ratito, tan solo cinco minutos… y su sonrisa me desarma.
En esa frontera que
ralla la realidad de los sueños. Mirar
como se hace más hermosa aún, difuminándose lentamente. Ya mi mano torpe y
adormilada se alza buscando su calor.
_ Arturo no se reconocía en esta faceta de su vida, no es
que no tuviera hasta ahora relaciones con una mujer. Había estado con muchas
mujeres, desde una cita de “aquí te cojo y aquí te mato” hasta el máximo de
convivencia, bueno una semana. Pero no era amor, que las quiso se podría decir,
pero ya se sabe que querer es desear, aplacar el cuerpo, unas risas sin
compromiso y un si te he visto no me acuerdo.
Pero desde que conoció a Johana, la vida parecía tener
sentido por fin, los días pasaban lentos y cada nuevo día era mejor que el
anterior.
-Cada mañana, ella
me rescata, devolviéndome nuevamente a la realidad. Besa mis parpados y al
hacerlo sus cabellos como una caricia, sobre mi rostro se posan, mientras la línea
de sus labios me explora.
Y mi boca, brocal de pozo viejo, sediento y
agrietado, se convierte en sima por cuya boca a borbotones mi aliento sale mezclándose
con la calidez de su aliento, que
acompaña al manantial necesario, que mi sed de ella, sacia.
_ Esa mañana, fue triste para ambos, él tenía que
ausentarse unos días por negocios y ella estaría sola con su madre, le prometió
volver pronto y llamarla todos los días. Estaba radiante, con un vestido
primaveral, de color amarillo, un vestido sencillo que resaltaba aún más su belleza, el
pelo curiosamente blanco para alguien tan joven, contrastaba con su piel morena
realzando sus ojos de miel ambarinos, recogido en la nunca con un sencillo pasador, su
voz dulce, sin altibajos, melodiosa y más mimosa esa mañana.
-Me deje arrinconar
amorosamente, subiendo escaleras arriba, hacía la buhardilla. La impaciencia
junto con las risas y las caricias fueron enredando nuestras manos, solapando nuestra
impaciencia, llenando de dicha los espacios que solo el amor nos enseñaba, para
guardar luego el recuerdo del momento, el sabor de nuestros cuerpos, ese
intercambio dulce de fluidos, la sal del sudor y esa amalgama de olores que dormitaban
en lo más profundo de nuestra memoria y que el aire de vez en cuando
resucitaba, consiguiendo ponernos en deliciosa alerta y haciéndonos ver la
presencia momentánea de nuestros cuerpos. Espejismos que mantenían y ampliaban
nuestra urgencia por el reencuentro.
_ Arturo recordaba en el avión, la noche con Johana y el
despertar, con la mano cubriendo su nariz y boca, reteniendo el perfume de agua
fresca que utilizaba habitualmente. Que los lances de amor también tienen su
memoria en los olores, capaces de evocar la imagen del ser amado, sin necesidad
de fotos, dejando a la imaginación, mitificar cada instante vivido, felicidad
interna, personal e intransferible, puede caerte un piano encima, pero ese
baile ya nadie puede arrebatártelo…
Sosegados después del lance de amor, unas lágrimas
afloraron en su lindo rostro, la beso recordándole que volvería en dos o tres días,
para no separarse más. El calor del medio día les sorprendió dormidos uno en
brazos del otro, un beso y un vestirse corriendo pues llegaba tarde al
aeropuerto…
* * *
_ El Babosa, hijo de padre alcohólico, madre abnegada,
cegada por el amor a su beodo marido. Pasó tres kilos de la educación de su
hijo, el padre los días que no estaba borracho andaba de delírium trémens, que
el tema de la educación por parte de tal dechado de virtudes, nunca se derramo
como mana sobre los hombros del Babosa.
Pronto empezó a sobresalir y no por buena conducta o su
aplicación en la escuela. Marcado desde la cuna “si la tuvo” ocupo siempre la fila de las bancas de atrás
de la clase, y como para expulsarlo había que reunir a ciento y la madre,
ponerlos de acuerdo, tarea casi imposible, se decidió hacerle pasar de curso
año tras año, consiguiendo como titulo, ser un analfabeto integral, un macarra
del tres al cuarto. En fin, elemento neutro del que los distintos gobiernos
estaban muy orgullosos, por que al final estaban consiguiendo una generación
con el pensamiento de una ostra y no apto como votante concienzudo para las
elecciones, que al igual que las olimpiadas, se celebraban cada cuatro años.
Donde todos recibían medallita, en un país donde nunca
nadie perdía, si no que mejoraba favorablemente, y si te cogían con las manos
en la masa no pasaba nada, pues eras aforado, vamos patente de corso… era el
mundo que les había tocado sobrevivir. El mismo
que aseguraba de esta manera, esa alternancia tan perniciosa, en el
poder.
Sin personalidad propia, se amoldaba perfectamente al
capullo de turno, si este tenía un poquito más de masa gris en el cerebro, se
podría decir que era tiempo de descanso, sin problemas ni robos pero si caía en
manos de un capullo integral como él y con mala leche, eran días de tormenta,
tirones de bolso, escaparates rotos y pequeños
hurtos en grandes almacenes amen de las botellonas de fin de semana, que
sí o sí acababan en bronca segura con tirada de navaja.
De esta forma conoció un buen día al Lonchas, fue a
pillar su cuartito de coca, con el dinero que ganara con su último trabajo,
nada de mucho esfuerzo. Esperar que los chavales más normalizados salieran del
instituto, y en una esquina agazapado espero al primer candidato, al que
recibió con un ladrillazo en mitad de la geta, reventándole la nariz y
apropiándose de reloj, móvil y diez euros para sus gastillos.
Una vez mercado el botín salió disparado a pillar para la
fiesta, haciéndose amigo o colega, que en estos ambientes ya se sabe, mientras
le ríes la gracia al camello de turno e intentas no mear más alto que el. en
fin que acabo colaborando con el Lonchas
en su pequeño mercado del placer a cambio de no sentirse solo, aunque este a
veces lo humillara un poquito para recordarle quien es el que corta el bacalao
en esta pequeña sociedad limitada.
* * *
_Roberto Jiménez Alija (21 años) alias el “Lonchas”
Camello reconocido del Arrabal cuyos logros en la vida
eran, ser camello y burro a partes iguales, cuerpo Danone currado en gimnasios
y en sus visitas temporales en el hotel las rejas, donde era el recadero de
todo cliente que se encontrara allí, su desahogo sexual y el que se comía los
marrones del personal, consiguiendo aumentar en dos o tres meses su condena,
por capullo desorejado.
Claro que en la calle se hacía respetar, bueno más bien
temer, parco en imaginación solventaba las diferencias intelectuales y de liderazgo
a base de ostias. Es lo que hay, si naces sin culo, sin nadie que se preocupe y
si sumas las estupideces de unos padres que preferían tirar de los servicios
sociales antes que dar un palo al agua… es lo que toca
Consiguió este Lonchas, a trancas y barrancas acabar la E. G. B. apenas sabía leer,
sumar tan solo aquellas cantidades que no sobrepasaran 23 “ya saben la
cancioncilla esa… con los dedos de la mano, con los de los pies, con la punta
de mis cojones todo suma 23”.
Andaba como se suele decir este dechado de virtudes, con semejante bagaje
cultural, sentando cátedra sobre esa pila de desahuciados, que se metían
cualquier cosa para pasar el día en los reinos de Babia, recibiendo de vez en
cuando algún que otro aspirante a pijo y gente de más alta alcurnia, que le
compraban aquello que estaba prohibido, con lo que conseguían por un breve
espacio de tiempo, rozar el paraíso del flipe.
* * *
Siempre juntos, los viernes a la caída de la tarde, el Babosa
se agenciaba con unos cuantos incautos, como buen cicerone, hacia que lo
siguieran, enseñándoles lo más granado del barrio y prometiéndoles que con él
no corrían peligro, los dejaba en el bar o mejor dicho antro de mala muerte,
donde convivían cucarachas, pulgas y otros animalejos con la deteriorada
clientela, gentes de mala catadura, la mayoría desdentados, con más callos en
los brazos que mata sellos en el pasaporte de un diplomático.
Dicho garito tenía sobre la entrada un neón venido a
menos con la leyenda de “Ventorrillo la alegría” menú cinco euros y una vez dentro, el cartel
pegado sin papel celo en la pared, donde se podía adivinar más que leer las
normas y prohibiciones en dicho local y una dudosa licencia de apertura.
Para que no
faltara de nada, habitaba en semejante sitio, una mujer de nombre Devora y conocida
como “la Devoradora” o la Devo para los clientes más
finos. De edad desconocida, de vida
alegre y moral distraída, que entre ropa y cuerpo no llegaba a pesar los
cuarenta y seis kilos. Con dos dedos de emplaste por maquillaje y los ojos
llenos de pelotillas negras, producidas por la falta de higiene y ese lápiz de
ojos, que más que de ojos se asemejaba a lápiz de carpintero.
Es lo más que despachaba esa porción venida a menos
llamada Edén o paraíso. Liarte con
semejante sombra de mujer era asegurarte mínimo una gonorrea, amén de inquilinos trapecistas en tus partes y si
se terciaba una felación, podías darte colmado, con un rasguño en el muñeco y
un sidazo que directamente te ponían en fase tres en tan afamada lista
En semejante sitio, tenia el Lonchas su oficina, por la
cual pagaba tres cervezas y un par de cubatas, de no se sabe que aguardiente,
ya que el dueño nunca dejaba ver la marca de la botella, pero si te aseguraba
una resaca de tres pares.
Cuando el Lonchas veía aparecer a su socio, por llamarlo
de alguna manera, se metía la mano en el bolsillo derecho donde tenía la escasa
mercancía de calidad, con la que engatusar a sus victimas, para luego endosarle
la menor de las veces anfetaminas machacadas, con un toque de gasolina,
vendiéndoles la historia de que esta era superior y no estaba cortada.
Luego pasaba lo que pasaba, los que se las prometían
felices por tal hallazgo de tanta calidad, se tiraban el fin de semana como
motos, literalmente, con un olor y sabor a carburante que echaba para atrás al
más pintado. Uno de esos clientes casuales, se presento un viernes para exigir
al Lonchas que, le devolviera su dinero, o lo denunciaba a la policía, una
mueca parecida a una sonrisa, recorrió los rostros del respetable, que con
falsa cara de asombro, se descojonaban en su interior.
El Lonchas falsamente compungido, invito al susodicho a
salir a la calle, pues ciertas cuestiones eran mejor airearlas fuera, con la
excusa de preservar su reputación de tío legal y que resarciría al incauto con
lo mejor de lo mejor. Salieron a la calle por la puerta de atrás de la citada
oficina y ya el personal corría hacia las ventanas para ver una vez más, al
Lonchas, resarcir en lo posible al majadero de turno.
- bien según tú, mi mercancía es mala ¿no?
_-Bueno… sí, _sin subir la voz, sin mirar de frente, el
muchacho se había desinflado un poco, se estaba dando cuenta que no las tenia
todas consigo e intento evadirse.
- No tan deprisa, pringado. El Lonchas lo cogió del
cuello amigablemente y le prometió que iba a tener en breve lo mejor de lo
mejor.
El
cordero, que así se sentía ya el muchacho, intento sacar una sonrisa, pero ya
el Lonchas, saco su repertorio de repartir ostias y por que se lo quitaron de
las manos, pues aun así, no dejo parte de la cara sin que recibiera tal
bendición, mientras el muchacho juraba y perjuraba que su mercancía era de lo
mejor que había probado.
Una vez apartado el Lonchas por el personal, le espeto a
su cliente – No te preocupes, que ahora llega el 061 y te vas a flipar sin
pagar un duro con lo mejor de lo mejor, le quito el móvil y llamando emplazo a
estos a la entrada del barrio, urgiéndoles pues el accidentado no pintaba bien.
Ni que decir, que a los pocos días la policía intercepto
al Lonchas y este paso tres meses con todos los gastos pagados en el Hotel las
rejas, donde como venia siendo habitual, el Lonchas, paso a servir al chulo de
turno, ser el puto de todo aquél que lo deseara y a ocupar su escalafón social
dentro de este mundillo, donde solo podía ejercer su mala lengua contra los
funcionarios, que estos a su vez engordaban su estancia en el hotel, rellenando
farragosos informes, hasta que el Director se le hinchaban las narices y
apremiaba para que hicieran oídos sordos y quitarse a semejante imbécil, de la
vista…
* * *
_ Puntos de luz equidistantes, iguales unos a otros, sin
matices, monótona espera, que a ella desespera. No acostumbrada a la aparente
tranquilidad de Arturo, sin saber verdaderamente quien era ese Arturo que amara
a su hija, y por la que hoy en su ausencia, compartía con este joven, su
destino.
Desde que ella no estaba, el andaba silencioso, solicito
con ella, como le dijo su hija, pero grave, serio, hasta llego a sentir frío
junto a él. Se confesaba a sí misma que en ciertos momentos sentía miedo a su
lado, pero Arturo sabía como disiparle las dudas y el miedo. Le hablaba de la
venganza, que tendrían que ser pacientes, pues se trataba de que ellos sufrieran
y nada podía dejarse al azar, le había prometido una foto de cada uno, una vez
que desaparecieran.
Le enseño una foto del sicario, que respondía al sobre
nombre del Témpano, él se encargaría de llevar acabo el macabro encargo. Un
viejo aparente, de unos dos metros de alto, casi como Arturo, pero encorvado,
el pelo largo en rastas, una barba rala y algo más poblada en la barbilla, una
cicatriz le surcaba de arriba abajo, por encima de la ceja del ojo derecho para
terminar a la altura de la comisura del labio, que a simple vista parecía
reciente y Arturo le explico, que siempre la tenía abierta, unas manos grandes, y los ojos
azules, de ese azul que no dicen nada, vacíos de expresión, más bien gélidos,
de esas miradas que cortaban el ambiente, de esas miradas que no se pueden
soportar y obligan a cualquiera a volver la cabeza en otra dirección.
-El lunes sale el
primero de los implicados, este era menor cuando cometió tal vileza.
*Y dices que le
llaman Babosa
- si, he preguntado
por todos los antros, por los barrios periféricos y en el arrabal, me lo
confirmaron
* ¡Cuando será!
- no desespere
Rosa, vea que ya he mandado lo necesario por el correo y el Témpano ha
contestado
* ¿Y que dice el
tal Témpano?
- que en diez o
quince días nos manda el resultado
* ¿Cuanto nos
costara?
-no se preocupe por
eso, esta todo concretado, ahora le hago el ingreso del cincuenta por ciento y
cuando acabe con el primero a la llegada de la foto se le pagara el resto
* ¿Y te fías…?
- ¿del Témpano? si,
por desgracia cuando coge un encargo, es difícil de anular y hasta que no lo
realiza, no se plantea otro trabajo.
-Esta tarde salgo
de viaje de negocios, estaré un tiempo fuera, usted no se preocupe por nada, si
necesita dinero ya sabe donde se guarda y he llamado a una amiga de confianza
para que le quite las tareas, limpie la casa y le haga compañía, es buena
persona, habla poco
*como tú, sonrió Rosa
_ La acerco y beso su frente, ella se abrazo a él como si
fuese su hijo, su tabla de salvación, el ancla que la mantenía en activo y él
único motivo que la amarraba a la vida. Prometió a su hija, que ella se iría a vivir con él, para no estar
sola, y que él se encargaría de vengar su perdida
* * *
La mañana se presentaba desagradable, una lluvia sucia
arreciaba con viento, el día que el Babosa fue a firmar como cada quince días.
Marchaba el babosa con una sonrisa bobalicona, se sentía
libre de todo, le habían advertido que no se pusiera en contacto con él, y de
momento lo respetaría, claro está, siempre que encontrara bajo la puerta y
religiosamente cada quince días el sobre con dinero para no meterse en líos y
no dejarse ver por donde no debía.
En la esquina de unos grandes almacenes, fue interceptado
por un hombre que se identifico como policía, le pidió que se identificara y
con la radio pidió información a la central, le dijeron quien era mientras el
Babosa le insistía que tenia que firmar a las doce y que estaba limpio desde
que salio del reformatorio, que conocía sus derechos y todas esas zarandejas
legales que se saben al dedillo y no dudan en restregar por la cara al oficial
de turno, a sabiendas de que esto les hinchaba los cojones de una manera
bestial.
El agente lo empujo contra la pared, le dio la vuelta y
lo esposo sin miramientos, ante la mirada atónita, de un seudo jipi, de un yupi
despistado y la señora que en bata y pantuflas salió a fregar el rellano de su
portal, echando pestes de esos vándalos que se orinaban todas los fines de
semana y les llenaban los buzones de futuro truncado en globitos de mil colores
y sabores.
-¡A este desgraciado
si tiene usted cojones de esposarlo, pero a los vándalos que los fines de semana se atrincheran en mi portal,
nada de nada! ¡Sinvergüenzas!, para lo que hemos quedado, pague usted impuestos
para esto. El agente la miro de reojo mientras cogía fuerte del brazo al
detenido y mirando aún lado y otro, aprovecho que nadie miraba y sin mediar
palabra, arreo una patada al cubo de agua, poniendo a la ciudadana echa una
sopa, consiguiendo que se callara. Sus quejas estaban justificadas, pero no era
a él a quien tenía que calentarle la cabeza, en las próximas elecciones que
eligiera mejor, al vividor de turno, que le prometiera limpiar la noche, de semejante ganado.
Metió al Babosa sin miramientos en el asiento de atrás,
propinándole un esplendido golpe en la frente con el marco del coche. Babosa volvió
a vociferar sobre sus derechos y que conocía gente con poderío que lo mandarían
a controlar el trafico. El agente no quiso seguir escuchando y salió a toda
pastilla dirección al viejo polígono, cosa que no gusto nada al Babosa que
termino de gritar para seguir con un leve balbuceo y con un sudor frío
recorriéndole la espalda.
El agente se bajo del coche frente a una pequeña nave,
abrió la puerta, metió el coche dentro y una vez cerrada la puerta lo saco a
empujones lo esposo a una columna, poniéndole un trozo de cinta americana en la
boca
– Así este más
guapo chaval.
Volviendo a montar en el coche, se marcho dejando solo al
Babosa, en la oscuridad más absoluta. El silencio desquiciaba, sin ver nada no
supo cuanto tiempo paso de pie, de vez en cuando escuchaba a las ratas pelearse
por algo y rezaba por que no se le acercaran, las tenía fobia. Sintió abrirse
la puerta y un gélido aire golpeo su cara, pero más frío le entro cuando vio al
personaje que en ese instante se planto delante de él como un exhalación, la
mirada azul y fría como el acero, sin expresión alguna, la altura del anciano,
esos pelos de rasta y el gabán de cuero marrón desgastado en los codos y el
cuello.
Una mueca a modo de sonrisa afloro a su cara. – me
presentare, para tu desgracia, mi nombre es Témpano y vamos a ajustar una deuda
pendiente. Tiro de la cinta americana sin miramientos, depilando los pocos
pelos que cubrían la cara asustada del Babosa, este lanzo un grito que el Témpano
se apresuro a acallar, asestándole un puñetazo en la boca del estomago, lo que
obligo al Babosa a boquear como un pez fuera de su medio natural, mientras, en
la mano izquierda sostenía una carpeta con los datos del Babosa y el juicio,
bueno el chiste mediático al que tenían acostumbrados al personal.
- yo tenía que estar a las doce en el juzgado para
firmar, por culpa de ustedes se me va a caer el pelo
- no te preocupes, acabaremos pronto… de ti depende
- Y cuando acabe, quien me justificara ante el juzgado
por no firmar, tendré que contarle que la policía me ha detenido ilegalmente.
- Ese es el menor de tus problemas ahora… ¿Sabes leer, te
gusta leer?
- a que viene eso ahora… ¡Pues claro que se leer!
*-Y la historia, como andas de conocimientos
Una risa nerviosa invadió al Babosa -si es por que no termine los estudios me
parece una pasada, cuando sus superiores se enteren se le va a caer el pelo
-¡Silencio!, hablaras cuando te pregunte y si no me gusta
lo que oigo, te iré torturando despacio, hasta que me digas lo que quiero
saber.
_ El Babosa empezó a temblar y a rogar por su vida, pero
ya el Témpano lo había soltado y con una mano férrea sobre el cuello del
desgraciado lo volvió a atar de píes y manos, sobre un somier de muelles,
arrojando sobre el cuerpo un cubo de agua fría, atado como al hombre de
Viturvio del celebre Leonardo, le pregunto…
- ¿Conoces a Leopoldo Lugones?
- ¡yo no me trato con nadie, no veo a nadie desde que
cumplí condena por algo que no hice! gritaba el Babosa. Témpano volvió a
golpearle sin miramiento, lo miro fijamente y le amenazo con destrozarle si
volvía a gritar.
- Te explicare, porque no se que clase de enseñanza recibís, ni que hacéis.
En esas estadísticas donde solo se preocupan de los que saltan de curso, como
si se tratara de charcas para ranas y sapos, sin importarles los resultados.
Bien como te iba diciendo, el señor Leopoldo Lugones, fue
un intelectual argentino de finales del siglo diecinueve, principios del
veinte, entre otras barrabasadas, apoyo la dictadura en Argentina y fue el
inventor de la picana. ¿Por cierto sabes en que consiste tal invento?
- ¡no!, pero por favor suélteme, se lo ruego, yo no he
hecho nada
- ¡Nada! que tu no as hecho nada, ¿te acuerdas de Johana,
en este mismo lugar, no te va sonando el sitio?, también pidió clemencia, rogó
por su vida y por su integridad. Pero vosotros, tres machotes, hicisteis oídos
sordos a sus suplicas. ¡Tres! para vejar a una muchacha, golpearla hasta la
extenuación, violarla y por si fuera poco destrozarle el cuerpo y el rostro con
una navaja.
¡Bien! la picana consiste en aplicar electricidad al
cuerpo, hasta que me cuentes lo que he venido a averiguar.
Rasgo la ropa del Babosa, lo dejo totalmente desnudo,
acercando una mesita con ruedas, una batería y dos pinzas. Tan solo quiero el
nombre del que salio de rositas sin pasar por los juzgados, su nombre y a que
familia pertenece… ¿me entiendes?
- me mataran, lloriqueaba, coloco una pinza sobre un
pezón del Babosa, humedeciéndolo antes y la otra en el otro pezón. La descarga
hizo que se retorciera de dolor, acelerando la respiración. Se lo quito y
volvió a preguntar -¡Como se llama!
- me mataran, lloraba Babosa entre mocos y dolor, se
había orinado encima lo que facilitaría la tarea al Témpano que le aplico las
pinzas en los genitales.
_ El impulso eléctrico llego al cerebro del Babosa
sacudiendo su cuerpo como si fuera un pelele, el corazón parecía una locomotora
desbocada, los ojos se quedaron en blanco. Cuando despertó, seguía en la misma
posición, tan solo estuvo desmayado cinco minutos, pero el vio pasar toda su
vida por delante, se asusto tanto que decidió hablar con tal de que parara ese
dolor, y desapareciera el olor a carne quemada
- ¡vale, vale!, suplico, se llama José Borja y es hijo
del juez Borja, su padre paro el proceso, nos amenazo si lo implicábamos, y si no
lo hacíamos, nos mantendría, dándonos una cantidad de dinero cada quince días,
para no meternos en líos, y que esto pasara cuanto antes. Pero yo solo la
sujete, no le hice nada más, ¡debe creerme! ¡Ahora me soltara!, ¿no? _ Témpano
se llevo la mano a la sobaquera donde guardaba una pistola, miro a su victima,
que temblaba
-¡Mírame!, coloco el cañón de la pistola en la frente de Babosa y disparo, hizo una foto
al cadáver.
Cuando se trata de muerte, nada queda al azar y menos
cuando quien inflinge el castigo es alguien como el Témpano. Atado y bien
atado, tan sólo quedan unos flecos sueltos, eso que tan finamente los estados
han dado por llamar “Daños colaterales” y son esos daños colaterales, los que
vienen cargados de odio y bilis, de injustita, de vacíos irreemplazables.
Días antes de que saliera el Babosa del reformatorio, ya
Témpano había reconocido el local, distribuyendo cargas de dinamita en los
pilares centrales del edificio, repartido bidones de gasoil por las cuatro
esquinas y en lo que en otro tiempo fuera el habitáculo utilizado como
oficinas, con un montón de legajos y albaranes esparcidos por el suelo, había
almacenado cajas de madera para cuando llegara la hora aquello ardiera por los
cuatro costados.
Había colocado una bañera de hierro, sobre el paso de la
tubería de desagüe de las aguas negras y una manguera…
Después de meter un tiro entre ceja y ceja del Babosa, procedió
a sumergir el cuerpo en la bañera, con las protecciones adecuadas, vertió sobre
el cuerpo del finado una disolución de ácido sulfúrico, lo suficientemente
fuerte como para deshacer la carne de los huesos, lo suficientemente fuerte
para reblandecer los huesos, y así poder triturarlos, llegando a conseguir una
pasta que poco a poco fue vertiendo en el desagüe, con el agua abierta para que
fuera diluyéndose. Borro las posibles huellas, programo la carga de explosivos
y salió de la nave, cerrándola con varios candados.
Con el teléfono del Babosa, hizo una llamada de
emergencia a los bomberos, y se marcho. Y con el mismo teléfono móvil activo el
segundo móvil que utilizo como detonador. Primero fue la explosión, que se
escucho a varios kilómetros a la redonda, luego una lengua de fuego de tres
pisos de alta y una espesa nube, señalaban el punto exacto de dicha explosión.
La prensa local, informo de tal accidente, no teniendo
que lamentar daños a personas tan solo materiales, y a nivel nacional, solo era
una noticia más, de esas que llenan los espacios muertos en los programas de
sobre mesa de todas las televisiones.
* * *
Hay noticias que pasan desapercibidas para la mayoría de
los mortales, pero siempre, siempre hay alguien que paciente espera, que sigue
ciertas coincidencias en el “modus operandis”, coincidencias, por muy leves que
sean.
Esto pasaba con Fernández, viejo inspector de policía a
punto de jubilarse, hace tiempo que vivía solo, y digo vivir por que el arpía
de su es mujer, lo amargo todo el tiempo que estuvieron juntos, tan solo, fue
por decir algo, feliz el primer año de casados, antes de que vinieran los
niños, niños que nunca llegaron a ver la luz, quedando en el quirófano y luego
en un frío nicho.
Entiende Fernández que ella no pudiera superarlo, si
sumamos las largas ausencias de casa por motivos del servicio, los dos
atentados sufridos en ese año y el abuso compulsivo de pastillas para dormir
dieron al traste, con esa vieja idea de perpetuar un rito que cada vez duraba
menos en esta sociedad cambiante, donde ya nadie aguanta a nadie. -En algo se
había mejorado, pensaba Fernández. Ya no tenían que aguantarse las mujeres con
el muermo de turno y viceversa, todo abonado, por la falta de comunicación
entre las parejas, una incipiente incultura y un vivir la vida loca, sin
ataduras y sin obligaciones.
Estirado en el viejo sofá Fernández se rascaba placenteramente
la entrepierna frente al televisor, cuando la noticia en apariencia insulsa
como el resto, llamo rabiosamente su atención. La explosión y el sitio tenían
la marca característica de un viejo conocido al que nunca pudo echar el guante,
sus superiores le decían que no se puede perseguir una leyenda urbana
eternamente, por, lo que más de una vez que había intentado seguir la pista del
autor de estos juegos de artificio. Siempre le habían puesto pegas y cuando
creía estar cerca de reconocerlo y apresarlo, no sabía como ni porque, ni que
mano bruja le desmantelaba el caso, lo apartaban e incluso lo amenazaban
anónimamente para que se olvidara del tema.
Nació Fernández en 1960, nada especial para recordar, su
padre llego de Alemania nueve meses antes, pico la flor, dejó parte del dinero
ahorrado, un dudoso futuro y una boca más que alimentar, estudio como pudo en
Centros del estado y después del servicio militar, se preparo las oposiciones
para guripa. Los primeros años fueron duros, el destino para los nuevos era la
zona más caliente del país, vivió una transición anodina y digo anodina por que
Fernández tenía su propia opinión sobre estos temas. Un intento de Golpe de
Estado y el baile de camisas, que de uno y otro pensamiento político andaban
ansiosos por coger, no el poder, sino las ventajas y los beneficios que gente
sin escrúpulos no pensaba dejar pasar. Época de dudosa luz, de dudosa igualdad,
“más bien inexistente”, una caterva de desaprensivos que nunca habían dado un
palo al agua, ahora se presentaban como garantes de la democracia. Para
Fernández estaba claro, antes el poder era uno y ahora andaba bastante
repartido, las caras de la nueva generación aun estaban frescas, sin los
estragos de un futuro próximo. Lleno de corruptos y corruptores, sin la
parafernalia de esos que llaman lobbies y que llevaban años manejando al mejor
precio las políticas de los grandes, a nivel mundial. Aquí las constructoras,
los lame culos, la familia y el auto bombo de que las cosas están bien…
– ¡Vamos del carajo!, decía en voz alta, a aquel que quisiera escucharle.
Fue a finales de la década de los 90, cuando se topo por
primera vez con la pista del Témpano, entonces nadie lo conocía y en la
actualidad seguía siendo un perfecto desconocido. El caso estuvo un tiempo en
candelero, se habían encontrado seis cuerpos a lo largo y ancho del país, con
un tiro de gracia entre ceja y ceja y dos más fuera. Uno en Nador y el segundo
en Francia. Por la parte que nos tocaba, el recorrido era el siguiente. Uno
en Algeciras, otro en Málaga, un tercero
en Valencia el cuarto y el quinto en Madrid y Barcelona y el último en Andorra.
Tema de drogas pensó en un momento, alguien no había cumplido su parte del
trato o intento vender al correo.
-lo que más me jode de este tipo, es que él solo ha
desmontado una organización, desde el más insignificante en el entramado hasta
el cabecilla o jefe, y nosotros con los medios que tenemos, ¡pocos o ninguno!
tenemos que estar haciendo el trabajo, para que luego te venga un muerto de
hambre con traje de Armani a frenarte los pies, y no educadamente y con
fundamento sino por medio de un fiscalucho que empezaba a despuntar y prometía
ser futuro fiscal jefe, ¡manda pelotas la cosa!
Estos nuevos demócratas, metían sus manos en todo,
debilitando los poderes y controlando por medio de la extorsión o las amenazas,
o plantando leyes prohibitivas, como el que planta nabos...
Llego Fernández ha comprobar según se iba metiendo en
fango, que más de un preboste de la democracia andaba pringado hasta el cuello.
Los había de todas las raleas, altos funcionarios, políticos de altas esferas,
alcaldes, presidentes, jueces y fiscales, banqueros o seudo banqueros, por no
dejar fuera a sindicatos.
Y una duda razonable, sobre la
Casa Real. Aunque él, aún sentía cierta simpatía por el monarca,
pero esta conjetura se la guardaba de momento.
Y él Témpano, un perfecto desconocido que le quitaría por
unos años el sueño y que pronto se haría un nombre y una reputación,
consiguiendo, solo con decir su nombre, que las bocas se cerraran, otros
incluso los más bregados sudaran en
frío.
Firmaba sus trabajos, el tal Témpano, dejando en el
bolsillo del finado una flor, en particular una que se llama Edelweiss o flor
de las nieves. Y hasta hoy no había noticias del citado. Se prometió a si mismo
que para el tiempo que le quedaba en el convento, al revés que la mayoría de
los mortales que deciden “cagarse dentro”, él iba a poner toda la carne en el
asador y terminar su sórdida carrera como agente de la ley, con broche de oro.
* * *
_ José Borja (24 años) más conocido en el ambiente por el
“Bocazas”.
Andaba este hijo de la desidia, más perdido que el barco
del arroz. El padre, desde pequeñito había intentado sacar provecho del niño,
pero estaba llamado al fracaso. Suele pasar en aquellos, que al nacer lo tienen
todo sin el esfuerzo, sin valorar, ni tan siquiera comparar la suerte de su
cuna, con los que a diario los más afortunados tenían un trabajo mejor o peor remunerado
en un país que era el descojone del continente y conocido como “los mil
euristas” y eso cuando este país marchaba bien y a los padres putativos de la
patria que nos endosamos cada cuatro años. Y los menos afortunados, hurgan en
las basuras, recogen chatarra, tienen profesiones liberales, o simplemente
trabajando por un salario ínfimo, todas las horas habidas y por haber.
Todo gracias a unos decretos ley, formulados por esos
mismos que han estado malversando y mangoneando las arcas públicas, las cajas
de ahorro y un sin fin de latrocinios variopintos. Mientras los que nacieron
sin culo, han de mantener con la cabeza gacha y la imperiosa necesidad de pelear
por un plato en la mesa, a todos estos mangantes. Por que con el esfuerzo de
los más desfavorecidos, se han reflotado la banca toxica y algún que otro
despropósito más.
El Bocazas, meapilas en apariencia, de domingos de misa, sabía
de sobra que solo era el ritual para darse a conocer, intimar en futuros
chanchullos y otros menesteres, como su santo padre el gran Juez Borja, quien, más
de una vez en sus charlas educativas y de las cosas de la vida, le soltara
tales peroratas.
–Hijo has de mantener las formas, hacer como si
comulgaras con el sistema, para más tarde recoger beneficios, recuerda que todo
es comedia y como acabe la función, es asunto tuyo. Tan solo somos actores y
los más vivos se comen a los más atontados.
_ Todo un filósofo, ¡si señor!, de alguien que nunca ha
creído nada y cuyo credo y fe verdadera, ha sido asentarse en el poder, para
beneficio propio.
_ El precio que se ha de pagar por vivir de esta manera,
a veces compensa sobre manera, y otras, tan solo pasa a ser ángel caído, siendo
lo que más les duele a estos ángeles caídos.
Ser juzgados por esos mismos que andan con la mierda al
cuello igual que tú, pero con la diferencia que ellos intentan no mearse fuera
del plato, pues por muy sinvergüenza que se sea, uno debe de respetar los códigos
no escritos con tinta, para no echar por tierra una labor tan bien oculta y
elaborada.
En fin la mafia que ejercen el estado y los grupos de
presión, de las multinacionales y otras instituciones, algunas con olor a
Santidad, donde irán a parar, estos señores después de haber trabajado y echo
política para los grandes.
* * *
_ El
Lonchas no paraba de despotricar, mientras daba largos tragos al combinado de
dudosa ginebra y un refresco de cola que parecía haber sido elaborado con el
agua sucia del fregadero, una rodaja de limón y tres cubitos de hielo casero,
donde se podía ver los restos de una gamba y otras viandas o cadáveres de
insectos que habían caído en semejante cubitera para quedar congelados, como
esos mosquitos que están encerrados en el ámbar que te venden como un souvenir.
Como la luz era escasa por no decir ausente. Orgulloso el dueño de tan refinado
tugurio, pensaba cobrar más caro, ya que no solo era el brebaje sino las tapas
que por deferencia iban incrustadas en el interior de los hielos.
- ¡Me cago en todo lo que se menea!, grito el Lonchas
acompañando el barrunto con un buen golpe sobre el mostrador -que no viene el Babosa, quedamos a las siete
y media y ya ha pasado una hora, eso me pasa por mirar el mensaje y hacerme
caso de este tarado. Cóbrame que me piro,
_ sacando un billete de cinco euros, que parecía
totalmente encalado, no hacía falta ni pasarle la tira reactiva de drogas, daba
positivo tan solo con mirarlo y si lo sacudía en el aire podía colocar a todo
el vecindario.
El dueño del garito, que andaba en la honda del reciclado
y de no tires nada, agarro dicho billete
y lamiéndolo con fricción, le devolvió cincuenta céntimos mientras se echaba un
dudoso whisky de malta, aunque en la etiqueta rezaba whisky 100% de manta, pero el decía que malta en
algunos idiomas se pronunciaba así, que el ha viajado mucho y sabe de estas cosas.
Se escuchaba una especie de llanto o risa y un comentario que vagaba como un
susurro, Devora no andaba muy católica, pues tenia la única muela que le
quedaba algo picada y se puso púa de Machaquito que consistía en alcohol de 90º
y medio paquete de azúcar, todo ello bien mezclado con un poco de espesante para
darle cierto cuerpo, vamos un poquito de densidad y entre ardores y risas
mirando al dueño de tan afamado local…
-Como sigas descojonándote de mi te arreo una leche que me vas ha estar
orbitando el local durante un mes.
* * *
_ Fernández llego pronto, el escenario era dantesco, un
cráter de cinco metros de diámetro por dos de profundidad, es todo lo que
quedaba del afamado ventorrillo la
Alegría, clavada en el poste del telefónica se encontraba la
mano del Lonchas y la ausencia del dedo meñique, se sabía que era del susodicho
por el documento de identidad, sujeto al poste por los dedos en forma de atril.
Al pie del poste recogió Fernández una pequeña flor de Edelweiss, seña
inequívoca de que esto era obra del Témpano, la guardo en su cartera y desapareció
dejando sitio a los de la científica y artificieros para que hiciesen su
trabajo, sin decir nada sobre la flor.
Según la versión de la Debo que le dio al oficial de turno:
- Un joven entro gritando que donde estaba el Lonchas que
le iba a partir la cara por haberle tangado en el preciado producto que tanto
ponderaba el tal Lonchas, como de la más alta calidad.
Como venia siendo habitual, el Lonchas se mostró
conciliador y le pidió que saliese a la parte trasera del local, pues esos
temas mejor solucionarlos entre ellos dos,
que andar con ruido no era bueno para el negocio, y como de costumbre la Debo y el dueño del antro se
fueron a la ventana para solazarse de las muestras de cariño y bellas palabras
que el cafre del Lonchas iba a dedicarle por toda la cara al susodicho. No
esperaba este, ver en su lugar cuando salio al Témpano, le dejo helado, la
estatura esa cicatriz que le atravesaba la cara y la falta de expresión, como
una figura de mármol, sin sentimientos.
Intento el Lonchas defenderse amenazando con el puño por
delante. Haciendo ostensible su
musculación y su falta de cerebro.
Dice la
Devo en su declaración que este gigante lo levanto sin
esfuerzo, que solo se entero que le decía “Con que mano” y el lonchas levanto
la izquierda dejando ver un solitario con una esmeralda tallada en el dedo
meñique, acto seguido ese gigante le corto el dedo y luego la mano entera,
clavándola en el poste de telefónica junto con el carnet. Que como chillaba
tanto le metió un trapo en la boca, le coloco un chaleco cargado de explosivos
y en volandas lo acerco a la puerta arrojándolo
al interior como a un pelele, mientras por la parte de delante tanto el dueño
como Devo salieron del antro a toda leche, luego la explosión que les dejo algo
aturdidos pero ni rastro ya del gigante y menos del Lonchas.
* * *
_ La madre de Johana encontró en su buzón esa mañana un
sobre en cuyo interior se encontraban dos fotos, una de un joven con un tiro en
la cabeza y la otra de alguien doblado sobre si mismo, sangrando, detrás un
poste de telefónica donde se podía apreciar
una mano clavada en el mismo del segundo participante y una nota que decía,
“vamos a por el tercero”. No le devolverían a su hija pero una paz interior fue
aflorando a su rostro, tan solo le quedaba el tercero y el quien más hizo, pero
que por ser hijo de un juez, andaba libre y de rositas, sin cargos pues nunca
fue delatado y más le hubiese valido estar entre rejas, pues la tempestad
después de la calma no era nada halagüeña.
Viernes por la mañana, para variar el señorito llego a la
universidad a eso de las doce, retraso que el maestro y resto de compañeros
agradecía enormemente, y es que era tan
rematadamente imbecil que llegaba al hartazgo, interrumpía el trabajo y por ese
día ya se podían dar con un canto en los dientes si sacaban algo de provecho,
antes de que llegara el capullo de marras.
Pero esa mañana lo vieron por la ventana, hablando con
tío de dudosa honorabilidad, con unas raptas de cuidado, una chaqueta vaquera
con una hoja de maría a la espalda, un tío grande como no habían visto por ese Campús en mucho tiempo. Al Bocazas le sacaba como dos cabezas y este media
1.80 metros de estatura o sea que el gigante de las raptas andaría por los 2
metros más o menos. El lunes comentarían
a los agentes que fueron a la universidad, que lo vieron con dicho personaje y
que José Borja, el hijo del juez Borja en un principio parecía… Pero si los
sabuesos estaban allí esa mañana preguntando por el Borja, las cosas no
estarían pintando bien, al menos para el hijo del juez.
* * *
El sábado a eso de las cinco de la tarde, llamaron al
timbre de la finca.
-¿si, que desea?
Tengo una cita, con el juez
- su nombre, por favor
Antonio Santos, del bufete de abogados de Chamberi
-un momento por favor… acciono el pulsador y la cancela
se abrió, dejando pasar a un BMW descapotable con todas las pijotadas del
momento
- espere en el salón, el señor juez le recibirá en unos
minutos, ¿desea tomar algo mientras espera?
-Si, un vaso de agua si no es molestia.
_ Por una puerta camuflada tras un tapiz, entro el juez
en el salón, sin mirarle se sirvió un whisky le dio los buenos días y pregunto
que se le ofrecía.
-Tan solo venia ha entregarle un video y aclarar alguna
duda que tuviese después de mirarlo.
- Y tengo que verlo con usted delante
- es lo que convino con usted mi cliente
- Si, si bueno, acompáñeme usted, pasemos a mi despacho.
_ Sin que se diera cuenta el juez, vertió sobre el Whisky
unas gotas de un potente sedante, el suficiente para ver el video pero que mermaba
sus fuerzas entorpeciendo sus movimientos, para poder visionar el video.
_ Cuando nadie había asomado a las ventanas, el Bocazas
fue introducido en la parte de atrás del furgón de chatarra, previamente
narcotizado, cuando vino a despertar no sabía donde se encontraba, sin poder
moverse y con una capucha en la cabeza, la lengua pastosa y un dolor de cabeza
insoportable. Alzo la voz por si había alguien pues escuchaba ruidos, alguien estaba
disponiendo cosas sobre una mesa metálica. El Témpano le quito el pasamontañas
para que pudiera ver, un sudor frío invadió su frente, trato de soltarse pero
cada vez que forcejeaba las esposas de cuerda se ajustaban más a sus maltrechas
muñecas. Aquello tenia pinta de la Santa Inquisición, bisturís,
lancetas, sierras, todo tipo de hojas aceradas para corte de carne y un mazo de
unos tres quilos y un pequeño bidón de hierro con ascuas ardiendo. pero lo que
más le acojonaba era un tío bajito que rondaría los 60 años con una bata de
medico, guantes y una mascarilla que no dejaba averiguar su rostro, un gotero,
bolsas de sangre con su RH, vendas y un montón de píldoras de morfina.
Lo que vio el juez en su casa, fue una imagen dantesca de
su hijo mutilado, le habían quemado los ojos, cortado la lengua, las manos y
pies golpeados por ese mazo pilón, con un gotero en el brazo y una vía abierta
para suministrarle sangre, pues ciertas artes requerían de este sistema para no
matarlo., le habían operado sobre esa mesa metálica, dejándolo tretrapléjico de
por vida y vio como era metido en una furgoneta todo vendado y tirado en la
puerta de urgencias de un hospital del que no aparecía el nombre ni se sabia su
ubicación, pues la grabación omitió en todo momento recoger planos de los
alrededores.
El juez a duras penas se mantenía, entre el horror y el sedante, una espuma rabiosa afloraba por
la comisura de su labio e intentando golpear a ese mamarracho que decía ser
abogado.
- Ahora le acompañare a la salida de casa, vendrá usted
conmigo en el coche y una vez fuera, la volare en mil pedazos. Desde hoy
empiezan sus problemas de verdad, he mandado unos documentos a los periódicos,
y al juzgado, donde se detallan sus trapacerías en corrupción y el crimen
cometido por ese que a partir de ahora tendrá usted que hacerse cargo de él
para todo, desde alimentarlo hasta limpiar sus inmundicias y no se preocupe
por mí, pues yo desapareceré en cuanto
su casa quede destrozada y no volverá a saber nada más de mí, y le recomiendo
que no me busque, pues soy yo quien localiza a la gente y no al revés… ¿comprendido?
- ¡Si hijo de la gran puta…! tu no sabes con quien has
topado
- Tranquilo hombre, solo será una explosión muy fuerte y
luego nada, silencio y mucho que pensar, ah me quedo con su teléfono móvil,
necesito hacer una llamada y poner punto final. Y si ahora me lo permite _
marco el número del teléfono fijo de la casa del Juez y acto seguido se escucho
en varios kilómetros a la redonda una explosión que reventó los cristales de
las casas vecindantes.
El domingo por la noche, fue localizado el juez, en un
tugurio de mala muerte, no sabía donde se encontraba y apenas se le entendía
cuando los agentes del orden público le preguntaban. le comunicaron algo que el
ya sabía y es que en el Hospital Centro se encontraba su hijo en la UCI, estaban intentado reconstruir
parte de ese cuerpo humillado, pero se podía hacer poco, le habían aplastado
las manos y los pies, viéndose en la tesitura de tener que amputárselos, pues
aquello empezó a cangrenarse y no vieron más opción, le dijeron que se quedaría
para los restos en una silla de ruedas pues la habían practicado una
intervención quirúrgica a lo bestia, en la columna vertebral, cortando algunos
nervios, la mitad de la lengua suturada que la otra mitad no la encontraron y
parcialmente ciego, le habían quemado con sumo cuidado las pupilas y hasta que
no le tomaron el ADN no supieron que se
trataba del hijo del Juez Borja.
Este dio dos arcadas vomitando sobre el uniforme de los
agentes, que estuvieron apunto de darle un repaso de porra en agradecimiento a
esa pestilente cascada de inmundicias que salía a presión de la boca del juez,
con la fuerza de una manguera de bomberos, llenando de tropezones indescriptibles
la pared de aquel tugurio.
El lunes temprano, se encontraba dos desconocidos en una
sala vip, del aeropuerto Adolfo Suárez o Barajas, según guste al personal. Fernández
fue quien se levanto y se presento, que le había tocado un premio de una
casa comercial y se marchaba a las islas Caimán de vacaciones ella sonrió le
dijo que su nombre era Rosa y que casualidad, a ella también le había tocado un
premio de otra casa comercial. Un azafato fue a recogerles y llevar su equipaje
a consigna mientras ellos terminaban el trámite de sus pasajes y con sendos pasaportes,
embarcaron en el vuelo que salía a las nueve con destino Islas Caimán…
Dicen los que al tanto estuvieron, que acabaron formando
pareja, se quedaron a vivir en las Islas y que de muy vez en cuando, venían de visita
a España, hacían una estancia breve y se volvían en uno o dos días. No
queriendo nada de este país al que tanto quisieron, pero del que no hubo
correspondencia hacia ellos. En el rotativo de esa mañana en primera pagina
venia la foto del Juez Borja, envuelto en casos de corrupción, se miraron a los
ojos y sin mediar palabra dejaron el diario sobre el banco, con una sonrisa en
la cara de ella y una nebulosa en la mente de Fernández, pero paso pronto, ya
no formaba parte de las fuerzas de orden publico y ahora era feliz, como no
soñara que se pudiera ser…
Témpano