lunes, 15 de diciembre de 2014

Para los amigos..."Intento reteneros"



He mirado dentro y aun me queda un ramo de abrazos que ofrecer
Besos como pétalos perfumados para regalar
Un corazón de vez en cuando sensiblero
Pero lleno de buen amor
Unas risas que compartir,
Unos guiños de complicidad que cuentan y dicen…
Que de vez en cuando puedo ser hasta feliz
También tengo momentos de ira, pero no son para ti
Momentos en los que la melancolía o la nostalgia me invaden por doquier
Pero esos, igualmente son para mí.
Es la parte que me inspira, la parte creadora de uno
Donde anidan los cuentos, los versos, las quejas, los pequeños relatos
Y como no, vosotr@s mis  amig@s...
Si no, ¿de donde iba yo ha alimentar mi imaginación?
En mi ser, igual que duerme, salta mi pequeño caballero andante
Igual que en el de mi Comadre y Polvorilla…
Que en el resto las princesitas las hay por doquier
Mi compañera que siempre esta ahí igual que las vuestras
Mis queridos amigos

Y en el viejo camino aun quedan las flores que a duras penas soportan el frío invierno
Las cosas que por pudor no nos dijimos
Los actos anónimos que nos ennoblecen
La esperanza duerme en vaina seca
Los deseos a flor de piel, con la urgencia de saltar al viento
Nuestro vinculo común con el resto de seres vivos
Queda una hermosa mañana y un día por descubrir
Un te he visto corriendo pero que sepas que siempre me acuerdo de ti
Sin querer he cogido tus manos y suavemente las he retenido entre las mías
Más tiempo del debido… ¡Pero que coñas!, uno es así
Te he mirado a los ojos y he querido partir,
Y, por que no, decir que a veces, solo a veces
He deseado sentarme en vuestra puerta, escuchar el canto de vuestras charlas
Y dormir en el arrullo de vuestra compañía.
Pero todos sabemos que el mundo no es así… que corre demasiado
Que estresa sobre manera... por eso con estas pocas letras, intento reteneros
Y que me retengáis a mí.

…Por que de la Aurora, en la Inmaculada mañana
El sol débil aún hace reverberar la luz
Sobre las diminutas gotas del Roció
Haciendo de sus Mercedes las más bellas flores,
Rosas, girasoles,  Begoñas y amapolas.
Que coquetas llevan dichas gotas como pequeños brillantes            
Donde engalanar con su presencia los Carmenes,
Paralizando el tiempo asentando 
El travieso polvo que la impronta delicada de tus pasos levanta.
Y cuando la mañana llega a su fin,
Por la cuesta baja el Cojo, mi buen Claudio saluda afectuosamente,
Y en tierras de Jóses y Pepes aun queda sitio para Juánes

Sobre un Moisés duermen dos querubines,
Mama grande pasa de puntillas que en su mano guarda el cuento de un tal Bambi
O Bambina que todo vale

Si alguna vez te pierdes, acuérdate de estas letras
Pues a ti que no te nombro
Habrás de saber que significas tierra de riquezas
Donde bien entendido, plantamos esperanza y buenos deseos…
En fin este año no se me ocurre nada,
Tan solo y como siempre

Inma, Alberto y el que suscribe os desean lo mejor de este fin de año y que el siguiente como minimo, respete la felicidad a tragos de este viejo que se acaba, Que como el soplo de tu aliento,  se diluye en la mañana.
                                         Sean moderadamente felices…
                                                                                          de parte de Inmay Alberto... Buen año
                                                                                                                   


                                                                                                                           Epi

jueves, 27 de noviembre de 2014

De Capa Caida....



Una tos bronca, un esputo, la vista nublada, se mira las manos y entre una y otra cincuenta años, solo ve vacío, desolación, hasta que ellos digan basta. Diez talentos al nacer, y tendrá que dar cuentas al hacedor, no tiene muy claro quien, pero es sabido,  que es una cita ineludible.
Le jode sobre manera esta esclavitud impuesta desde la cuna, este dirigir su destino sin su permiso. Llego al paraíso con una mano detrás y otra delante. Cosechador de historias, lector empedernido al que un día le dijeron “Que no todo esta en los libros, que fuera en la vida hay más” y es cierto, no todo esta en los libros, pero el dice que “que los libros están en todo, tan solo es la vida poética, contada de otra manera, más reposada, sin filtros, aderezada con cierto estilo, por que la dureza de la misma, necesita distancia para objetivarla, necesita distancia para disculparla, para no pedir cuentas. Adormecerla lo necesario para seguir comulgando cada mañana con el bendito sol.
Adán y Caín, ¡nada de Abel!  que nunca se le ocurrió hacer la pelota al mandamás, aun no entiende esa forma de putearse de la raza humana hacía sí misma, consignas viejas y nuevas, días conmemorando utopías. No es que la vida haya sido mala, no seria justo de su parte, un poquito de todo, días de color y oxigeno, días turbios, desolación del alma.
Soledad impuesta por el devenir, impuesta por otros que pensaban que era una propiedad, unas veces lobo, la mayoría cordero, corazón grande recubierto de escamas de acero, sólo para que no le hicieran daño, mente privilegiada, por donde escapar del frío, y en la calidez del ensueño refugiarse en esos mundos paralelos donde solo tiene cabida él, en ese ranchito particular, donde se siente parte del todo. Capacidad de abstracción que tiene el ser humano para sobrevivir y con la ayuda de cronos, amortiguar las caídas, cicatrices viejas, que cuentan historias, levanta la vista y sonríe, caras amigas, el las eligió, no todo se le iba a imponer. Y ese amor que se le sale por los poros, parte de todos, cuando todos se marchan, los ojos se le cargan de humedad y en su soledad hace planes imagina vidas que nunca podrá realizar fuera de ese mundo onírico. Y siempre habrá quien le diga que es afortunado por estar hasta el ultimo aliento rindiendo cuentas a la hacienda y todo para mantener el ritmo de bienestar insultante de esos que no viven en su mismo barrio, de esos que no conoce y que tan solo si los ve en televisión es por que se han muerto delegando sus bienes forzadamente sobre otros que seguirán reventando al personal para no perder esa noción del paraíso tan particular. Ellos saben que esto es lo que hay, y se trata de estar bien situado, reventando las cabezas necesarias, masacrando las libertades y tachando de vagos a aquellos que no contribuyen con su esclavitud, para seguir manteniendo el tren de vida, de buena vida de esta panda de mamones, que viajan siempre en privado, veranean en pequeños paraísos exclusivos  mientras el resto de desgraciados se parten los cuernos, con antidisturbios, con recortes, con profanaciones, viendo impotentes como van desmontando sus recuerdos, como hunden despacio su nave para dejarlo varado en una playa, acompañado de todos los desahuciados, moridero  donde si o sí acaban todos los desahuciados, con una falsa palmada en la espalda, un gracias y ese reconocimiento a los servicios prestados a la sociedad, ja, ja cuanta hipocresía, engalanar la desgracia para ponerla de ejemplo a futuros incautos, reconocimiento tardío, vamos dar coba al personal, para que todo siga igual de inamovible que siempre…. En fin, gracias por estar en este seudo paraíso, gracias de corazón a aquellos a los que llama amigos por estar ahí. Y disculpen si no esta de acuerdo, con esta forma de seudo vida. Por que piensa que deberían de haberle permitido a él y a todos una retirada a  tiempo, cuando aún le quedaban fuerzas para disfrutar de ese largo invierno, que se instala despacio en  su ser, en ese triste proceso, en esa metamorfosis que es la memoria colectiva de los viejos, para contar experiencias y batallas ya terminadas…¡joder que mierda…!
…Y aun así, sonríe, y celebra la vida como el mejor de los regalos
                                                                                                            Epi

miércoles, 19 de noviembre de 2014

¡Despierta Oh Silencio…!



                                        ¡Despierta Oh Silencio…!

Deja que el origen sea el caos
Deja tu sueño dentro de mi sueño,
Guarda la palabra hasta que llegue su momento
Mientras, el sueño rompe barreras
En lo inimaginable.
                                                *
Coge el hilo Para asegurarte en el laberinto
Quizás no quieras que te encuentren
No siempre hay disposición para los pequeños detalles.
Deja pasar el tiempo, que la roca se desgaste.
                                                *
Y el oscuro carbón espíritu apresado,
En lo más profundo, un millón de veces comprimido,
Guarda en su interior el núcleo diamantino,
Pureza de fuerza y tiempo.
                                                *
¡Despierta Oh silencio!  
La esperanza anida en el sueño del niño,
Los cuentos le acompañan
Que sea la voz del pueblo quien los narre
                                                *
Hay una península a la deriva
Un quehacer por empezar, deudas de honorabilidad pendientes
Detrás de las mascaras y bajo los trajes se escurre lenta
Y pegajosa la podredumbre de la farsa
                                                *
El vil metal cae por su peso agujereando los bolsillos
Silenciando conciencias, esclavizando voluntades
¡Silencio!... que el hambre no haga mella
Que la falaz lengua no taladre su estrenada inocencia
                                                *

Que los tiempos están marcados y no hay por que apresurarse
El cuento de esta historia es largo y triste de narrar
Tragedia del barroquismo español
No hay brazo fuerte en el horizonte que nos rescate
Los lobos se preparan para el festín.
                                                *
Miles de sombras le guardan, miles de manos protegen
El sueño del elegido.
Y ese Viejo de faldones  y bonete blanco, cuelga de su cuello, la cruz del oro
El signo matemático, que suma y sigue,
Que ciega y quema, la misma que anula, que
Aúne  conciencias que desean estar pérdidas,
Manos que ocultan para no enseñar
Rostros petrificados en la falaz sonrisa que no deja ver las llagas de los miserables
Ratas viejas que abandonan el barco después de cebarse en sus bodegas
                                                *
Despierta oh Silencio!
En la proa del barco, la débil luz del farol apenas
Vislumbra  el horizonte.
Despierta y grita oh silencio
Que tu eco sea maza y tu ausencia desolación
Que la palabra dada ha de volver a ser sagrada
y aquel que la violente, la oscura celda sea suerte
Que ya el arco se tensa y el dardo de la justicia
El pecho del indeseado busca.
                                                *
Duerme niño, que aun no es madura la fruta
Hay una península que marcha a la deriva
Apadrinada de injusticias sociales
Duerme niño que mañana será el salto
Ese que nos llevara al futuro o al cenizo vacío
De nosotros depende, la fragilidad de este acto
Duerme oh silencio
Que el niño despierta de su letargo…
                                                                        Epi







martes, 11 de noviembre de 2014

La primera vez… el primer amor




Tiempo, solo un poco más de tiempo, no pedía nada más. Cansado sentado en el suelo en medio de la nada más absoluta, arreciaba cada vez más el viento y este hacia que la lluvia estuviese en constante movimiento, una cortina densa que se desplaza al capricho de Eolo, no le dejaba ver más allá  de su brazo extendido, el cual parecía querer tocar o coger algo que tan solo él, vislumbraba. Supongo que las cosas se le fueron complicando, no hacer nada, como hacerlo mal, era casi sinónimo de rendición y eso le martirizaba sobre manera.
No entendía como pudo pasar, “designios del Señor” no se cansaba su madre de repetírselo, y él, que en estas cuestiones andaba pez, falto de fe, no sabia a qué o quién encomendarse. Diecisiete años, toda una vida por delante y vino a enamorarse de Carmela  mucha mujer para él, mira que se lo decía su hermana, que es tu maestra y te saca ocho años, ¡pero dale!, andaba como los románticos trasnochados, pálido desaliñado, rumiando su pena de ausencia, su pena de amor, ¿por qué tuvo que marcharse?, ¡por qué ceñirse tanto a las normas sociales!, podía haberlo pensado antes, haberle dicho no, y pasar pagina.
A quién quería engañar, si desde que llego al instituto, la maestra de literatura, no dejo de mirarla, avivando el deseo, despacio uno se fue metiendo en la piel del otro, caricias encubiertas en simples roces y disculpas, miradas furtivas que eran cazadas al vuelo por uno y otro. Un sí incondicional, a todo lo que hacían o decían, quedar para repasar en particulares, despejar las dudas. ¡Las dudas pensaba!, ¿qué dudas? cuando darían el paso, tanto melindre, para asaltarse, dar ese viaje a la humedad, coger por derecho el deseo y hacerlo realidad, sin rodeos sin tanto cortejo absurdo.
Esa noche de carnaval, los puso en su sitio, fiesta de la carne, lujuria y pecado “ni que yacer con el amor fuera pecado” a donde íbamos a parar con tanta chaladura, ella iba radiante, un vestido blanco de lino, una gargantilla con una pequeña esmeralda y en el pelo recogido en una graciosa trenza que salían de sus sienes rodeando la cabeza y entrelazando en una cola, caía dócil por su espalda, una fina redecilla de plata bellamente labrada, a modo de pañuelo sobre la cabeza, rematada por una perla, que como gota de agua lechosa y galáctica, devolvía los destellos de luz que atrapaba, más hermosos si cabe aun, recuerdo de familia.
Los ojos ligeramente pintados, los finos labios, frontera de su boca y una barbilla delicada, redonda ponían límite a ese conjunto de perfección que era su rostro. Se buscaron toda la noche, disculpándose con los  de más, no encontrando el momento para quedarse a solas y no ser sorprendidos por gente ociosa.
Casi todos se habían retirado de la fiesta hace algunas horas, tan solo quedaban los crápulas de siempre, esos que no tienen nunca prisa por llegar a casa, esos que sienten el refugio como una desolada covacha. Los mismos que dejaron de amar y tan solo se lanzaban a la aventura del destino y las artes, para esa noche poder despedir por unas horas a la soledad y disfrutar de un cuerpo calido que no fuera el auto abrazo que se dedicaban ellos mismos. Esas citas donde no hay feos ni feas, donde las faltas se sanean con dos dedos de alcohol y todos están estupendos. Y es que en estos casos y a estas alturas de la vida, más vale feo o fea en mano que la autosuficiencia, sórdida sin autoestima, vamos ¡un quítame allá esas pajas! Placer momentáneo, no exento de contrición que en un lavarse las manos como Pilatos, aquí no ha pasado nada, y nada pasa en esas soledades, al día siguiente la mirada vidriada, un denotar que no hubo “ná de ná”.
Él a su corta edad sabía demasiado de esa sensación de vació, de esos muertos en las sabanas o en la loza del inodoro. tan complicados los seres humanos, tan controladores que al final por algún lado tenia que romperse el costal, dejando una fea sensación de culpa y fracaso, tan pejigueras que estrangulaban el deseo, convirtiendo el placer en un calvario y un ejercicio de resistencia pura. Para luego cuando se volvieran a ver, contar milongas de noches dislocas, con todo lujo de detalles, y es que el hambre agudiza el ingenio, y más aun en este de las relaciones, donde todos mienten y todos lo saben.
                                                    *     *     *
Carmela se quedo prendada del muchacho en cuanto lo vio, le gustaba físicamente, despacio lo fue atrapando en su red. Haría como siempre, tenia esa ventaja de ser eventual y cada año un destino distinto, otros institutos otros pueblos y otras gentes, que a veces no llegaba a distinguir. Culo de mal asiento, solo tenia claro que vivir eran dos días, la juventud tres y morirse toda una eternidad rodeada de la nada más absoluta y fría, pero de igual manera sabía que el tiempo que media entre la vejez, las carnes flácidas, de esa metamorfosis odiosa que sufrían los cuerpos con el devenir de los años y la actitud que tomaba la vida, tan sumisa y avinagrada ante la pasividad de lo evidente, que es estar más muerto en vida, con las expectativas de mejorar a cero. Invitaban a amar, aunque solo fuera físicamente, sin ataduras, poder compartir lo mejor de ella con lo mejor de él.
Juventud  y bellezas pasajeras, antes de que el placer por la vida, el deseo de los cuerpos desapareciera dejando paso a la lasitud y al remordimiento de no  haber amado o despertar por un momento feliz y acompañada, jugar a ser naturales, que de eso trata un buen desliz en condiciones y no hacerse más sangre por lo que otros pensaran. Por que la sociedad le había dado por delimitar las pasiones, en ese intento infructuoso por poner puertas al campo.

Sentía que esta vez haría daño, dejaría mella en ese corazón, y aunque no era su intención hacer daño, por la mañana marcharía, tal como llego. Fue cobarde, no supo como decirle que se marchaba para nunca volver, que habían aprobado un proyecto para un intercambio de maestros entre Florencia y Andalucía. Y ella que siempre había soñado con Italia no lo dudo dos veces.
Se despertó antes que él y lo estuvo mirando a su antojo, divino tesoro la juventud, divino y breve si no se sacaba partido del lento madurar, ese que sin querer en un decir ¡Jesús! ya te esta pintando canas y la gravedad que manda lo suyo te obliga a encorvar la espalda como si tus últimos años fuesen de solicitud del perdón de tus pecados, arrastrar el decrepito cuerpo con todas sus goteras y un dolor en el corazón de aquel que se siente traicionado por el tiempo y empieza pero tarde a comprender que nada es para siempre y ve como se ralentiza la agonía, el arrastrar los pies más que pasear, en busca de ese cementerio de elefantes donde yacen para el resto las hermosas flores que no recolectamos en su momento y que hoy como triste corona sin olor ni color, se desmoronan, quedando apelmazadas en el suelo, por que ni el viento se interesa en moverlas a otra parte. 
                                                   *      *      *
Dejo un beso en su pecho y unas palabras de consuelo sobre el papel, salió escopeteada de la habitación y tomo el primer coche que la llevara a la estación de trenes, montada ya en su compartimiento, el rostro cubierto por su camisa hasta la nariz, retroalimentando con avidez el recuerdo de esa noche, una copa de vino alzada al universo y un débil adiós mezclado con el silbido del tren. Despertaron a Ramón, sumiéndolo en esta soledad, en medio de la nada, bajo una lluvia disloca que el viento se encarga en desplazar, confundiendo las lagrimas de su primer amor en todos los sentidos, con la perdida de la inocencia…
                                                                                                  Epi

viernes, 7 de noviembre de 2014

Alexis




                   

*Aristóteles
.- Aun eres joven y te estas formando. Espera para participar en las batallas
*Alejandro
.-  “Si espero perderé la audacia de la juventud”


Terminando la estación otoñal, el viejo bajaba la cuesta a la par del año que iba languideciendo, siempre en el frió invierno. Sentada cerca de la ventana la Guardiana hacia cuentas de los días, sumaba las alegrías y las ausencias y se maravillaba de la simplicidad que tiene esta para manifestarse, cohabitar juntos durante un tiempo y desaparecer, como si nunca hubiera estado.
Tan solo el recuerdo de ella, de vez en cuando la traía a su lado, se sentaban una frente a la otra, se daban la mano, se daban la mirada y una bebía en la fuente de la otra, una con su insultante juventud, la otra con las horas pasadas apenas mantenía el llanto que su silencio delataba.
Un viejo perfume a flores frescas inundaba la habitación, unos muñecos de peluche una mantita y unas manoplas que de momento no eran de nadie, todo preparado que el milagro se hacía de rogar mientras la fe era guardada en lo más recóndito de su corazón.
La frente perlada surcada de arrugas rítmicas, gritos gráficos del dolor, de la espera, se mezclaban con el rocío de sus ojos, pequeñas estrellas transparentes que dóciles bajan por su mejilla hasta llegar a la comisura de los labios. Un gruñido, un grito al unísono lanzado sin tapujos, por que la vida duele, tanto como la fe y los milagros, duele como el deseo, como el amor que se puso en tamaña obra. Sortilegio de caricias, manojo de complicidades.
Aun recuerda que fue el invierno pasado, un arrebato les sorprendió un estar juntos sin mediar palabras,  intenciones claras a flor de piel, fundirse y desaparecer, despertar de mañana y no quitarse ni el pijama, deambular por la casa, café o té, tostadas, un beso calido y un escalofrió de placer por la espalda. Fue al tiempo, que estas cosas son así, la Guardiana se miro los dedos, los contó una y otra vez, y por si tenia dudas una arcada que la doblo por la mitad, le dieron la cuenta exacta de su primera falta, su primera ilusión, ¡pronto! pensaba, esperara  un poco más, otra falta que justifique su zozobra y luego se lo diría, mirándolo nerviosa a los ojos, escrutando cualquier atisbo de emoción o desengaño y al final él, más emocionado, exultante, que los años pasaban, viajes, proyectos, aficiones nada comparable con este evento que se aproxima a marchas forzadas.
Febrerillo el loco, no creo que se olvide nunca. Otoño… hermoso otoño, correr de hojas, botones pequeños, celosamente guardados del frió invierno que se nos viene, para cuando él, sea más señor de sus sensaciones. Ya la primavera ira tostando su angelical rostro, balbuceo de sus primeras charlas ininteligibles, prendado en el vuelo de los pájaros, cabecilla loca en busca del origen de sus cantos, explorador insaciable, que lento cae en brazos de Morfeo, sin importar si es noche cerrada o pleno día, besos de terciopelo, olores de leche, mezclados con agua fresca y jabón, duerme tranquilo arrullado por la voz cantarina de la Guardiana, en brazos fuertes y seguros él lo llevara para que ella descanse, que estos amores agotan y hay que reponer fuerzas para saciar a ese pequeño hedonista que duerme ahora y que al despertar necesitara de toda su atención.
La mano de la Guardiana se aferra fuerte a  la sabana, la cabeza ida, ahora solo es naturaleza pura y dura, no sabe donde esta y tiene miedo… ¡empuja, respira!... tranquila que ya viene…
Letanía lejana que la hacen sentirse más sola, sensible hasta el extremo, sus lagrimas delatan el salto cuantitativo, el viaje del que viene por oscuros caminos, ante la duda de lo que le espera al otro lado, necesita ayuda, juntar el valor, inocente y primigenio el primer sonido, el llanto del que abandona la seguridad del vientre. Pequeño mundo acuático.
Ella siente en su mano la mano de ella, sus labios que limpian a besos su frente perlada, cree verla, siente que esta allí, como iba a perderse la vieja Matriarca el milagro de la vida, la continuidad de su sangre, el despertar alegre, entre mocos, sangre y placenta, no hay verso que iguale en palabras semejante hazaña, y cuando la Guardiana se siente desfallecer un susurro apenas audible le recuerda,  Te siento…Os siento. Memoria de mi memoria sois. Búscame en los giros que da la vida. En los pequeños detalles… “. El llanto del esperado, la rescata y la vieja Matriarca besa su frente, deposita una lágrima de esperanza sobre su rostro y marcha emocionada que ya habrá días en los que vuelva, mientras la Guardiana la nombre ahí estará ella, impaciente… Y

El año toca su ocaso, y entre las manos guarda 
El gran misterio 
Fuente de renovación, la semilla su fruto ha dado
El viejo marcha, la crisálida de arena su tiempo agota
Es hora de partir, y…
En mis haberes traigo el agua fresca de los arroyos,
El sonido de un llanto que es canto nuevo de vida y esperanza, 
De mis ropas prendidas las ultimas flores del otoño
Envueltas en hojas secas,
La palabra dejo colgada del viento,
No mirare atrás pues todo es pasado y recuerdos,
Triste marcho por aquello que se perdió en el camino
Y,  ya cansado, como ultimo esfuerzo
Mis manos juntas llevo a mi boca,
Trompeta de heraldo, soplo, que el año lento se desgaja,
Lo que no vale, atrás queda
Sueño viejo, esperanza nueva
Halito de vida, universo por estrenar,
Tu llegada precedo y como tu nombre indica
“Protector de hombres”
Todo te será dado,
Milagro de  naturaleza, sueño primigenio
Por fin amor te he encontrado… Alexis
Mi corazón has desbordado
Y ahora, mi dicha…
          ¡Duerme! que aun es temprano

La primera nana, el primer canto, solo un tarareo simple, sin vocablos, su dulce trabajo hace. Agotada por el  esfuerzo, entre sus brazos duerme el futuro intacto, y él vela por ambos…
                                     Dedicado al pequeño Alexis…
                                                                            El Buhonero
                                                     Epi

martes, 4 de noviembre de 2014

El heraldo marcho dando paso a los jinetes…



Subido en el pulpito el viejo orador, extendió las manos abrió la boca y un sonido en cascada salio de la misma, las palabras caían al suelo, como piedras de una vieja torre que no pudiera mantenerse más en pie, los rostros de los asistentes miraban fijamente al orador sin verlo, hacía tiempo que asistían por pura rutina. El aire se colaba por la desvencijada puerta del hemiciclo, barría las palabras hasta juntarlas en una esquina, amontonadas, no decían nada, como un tintinear de campañillas, siempre el mismo discurso, las mismas moralejas, incluso el orador reconocía que se iban perdiendo, la solidez inicial del argumento, hasta convertirse en sonido monocorde y zumbón. Dejando a la gente indiferente, cada uno ensimismado en sus pensamientos, mirando desganadamente el reloj donde las horas parecían haber desaparecido, agujas que apuntaban al infinito, como cohetes que quisieran despegar y dejar esa luna anacarada, romper la gravedad y atravesar la esfera de cristal que las tenia presas.
Habían visto de todo, escuchado a todos, muchos de ellos asistían obligados por el que dirán, tiempos difíciles, demasiados observadores, delatores de un régimen que se iba desmoronando poco a poco, pero que en sus coletazos finales, eran tan mortales como la picadura del alacrán.
Nadie se planteaba en voz alta como habíamos caído en esa lasitud, un pueblo cuya mirada era como la del ganado cuando rumia, después de todo un día segando hierba, mirada bobina sin emociones, esperando impacientemente la hora en la que reunirse con el hacedor y dormir el sueño de los justos, para no tener que aguantar la vergüenza y la miseria injusta en la que  nos encontrábamos.
Hartos de esperar en las plazas para trabajar un jornal de sol a sol, un jornal que solo daba para un poco de pan, unos pocos arenques con más kilómetros que sustancia y un poco de aguardiente, con el que escapar de esta desidia y poder dormir de un tirón, sin sueños, sin imágenes, sin esperanza.
Tan anulados estábamos tras décadas de sumisión y miedo. Sin patria sin arraigo, hijos de nuestro tiempo, olvidados, y el futuro no era más esperanzador.
Los hijos llegaban a este valle de lágrimas tras el deseo y la urgencia, con brusquedad y sin amor. En un subirse las faldas, bajarse el pantalón, sin caricias, sin ronroneos sin una palabra amable. Semillas hueras la mayoría y las que daban su fruto, ya venían marcadas, como decía el poeta aquél, “coronas graves de sal…”



                                       *        *        *

Marcelo, sentado en la fuente del pueblo, Marcelo el aguador, Marcelo que traía entre sus manos una historia cruda, dura y áspera, como son estas historias que hablan de la bestialidad del ser humano, historias belicosas de las más rudas, las que más envenenan el corazón y ciegan el sentido.
De esas historias que empiezan con el orador, historias que nos llegan desde las ideas, de esas que a todos nos gusta escuchar, en las que nos gusta creer, por las que vale la pena luchar y arriesgar la vida y la hacienda.
Esas historias que nunca deberían de haber nacido. Cantos de Sirenas, que engañan el raciocinio, las mismas que provocan las guerras fraticidas entre familias e iguales, en esos tornados que sí o sí nos meten aquellos que viven de la palabra, que  van de pueblo en pueblo, envenenado oídos, anulando voluntades a favor de los señores de la guerra, de los poderosos que viven en grandes mansiones, de las falacias que nos exigen el esfuerzo, los brazos y a nuestros hijos.
Marcelo sabía de esas cosas, él era superviviente de una guerra sin sentido, de unas consignas que no llegaron a la razón pero que armaron a la gente, y esta ciega se lanzo a la barbarie, al holocausto como individuos, como pueblo. Para que unos cuantos instalados en el derecho, de ser lo que eran, vivir, como querían seguir viviendo, hijos hidalgos de la holganza, mantenidos por el trabajo ajeno, los mismos que compraban cuando algo se desamortizaba, expropiaba, con la intención de ser repartido entre todos y los más necesitados.
Pero la realidad es que siempre acaba en las mismas manos, en la misma oligarquía, las mismas sotanas y los tétricos uniformes con charreteras. Mientras el pueblo volvía a la miseria sempiterna, al ostracismo más absoluto, huérfanos de un guía justo y equitativo, a la espera de un rayo nuevo de luz, de algo de esperanza y Marcelo sabía que para que esto ocurriera, debía el pueblo de juntarse, todos a una, sin excepciones.

                                       *        *        *

-¡Marcelo, Marcelo!, gritaba José el Simple. Marcelo levanto la mano en forma de saludo, sonrió a José y este iba como loquillo a su encuentro.
- Tranquilo José, te esperaba para empezar la jornada, ¿o pensabas que marcharía sin ti?
José miraba a los lados nervioso, sonrojado por la urgencia, siempre llegaba tarde, apresurado y atropellándose en las palabras.
Marcelo dejaba que se fuera calmando, escuchaba pacientemente su letanía matutina, mientras sacaba de su bolsa, algo de pan con cecina, colocándola sobre la piedra de la fuente, e invitaba a desayunar a José, luego a eso de las nueve empezaban el reparto de agua, casa por casa, hablando con unos y con otros, escuchando sus quejas vespertinas, sus historias repetidas hasta la saciedad, comprobando Marcelo que a pesar de sus consejos la gente no hacía nada por salir de esa situación, no se rebelaban, tan solo escupían sus odios, juraban por lo más sagrado para terminar dando una propina a José por que así lo quería Marcelo.
La risa de José era de esas risas que la gente achaca a los locos que le ríen a la Luna cuando esta sale, como si ella les hablara, pero José reía por que le llamaban simple y el pensaba, pensaba mucho y concienzudamente y él como el resto del pueblo llegaba a conclusiones, pero no sabía como poner pie en pared a tantos abusos y desmanes. Aceptado en el pueblo, protegido por los adultos y los más viejos, correteado por los niños. Que en su inocencia llegaban a ser verdaderamente crueles con él. Subsistía haciendo favores, y encargos.
Desde que Marcelo llego al pueblo, se encargo de proteger a José, de llevarlo con él al reparto del agua, le enseñaba como había que hacerlo, las palabras que la gente humilde esperaban oír, el saludo y dedicarles el tiempo suficiente, sin abusar. Se fijaba José en todo lo que decía Marcelo, aprendía rápido, se sentía a gusto con Marcelo y este le trataba bien, no como el resto del pueblo que lo trataban con lastima como si fuera tonto.
Pobre decían las viejas cuando lo veían pasar, Dios lo ha hecho simple, un niño eterno en ese cuerpo de hombretón que se le esta poniendo.
Marcelo sabía que eso no le gustaba a José, al igual que sabía que no era tan simple como parecía a primera vista. José era de esas personas a las que le contabas algo y necesitaban algo más de tiempo que el habitual, para que pudiera contestar, eso sí cuando lo hacia, por lo general sentaba cátedra y levantaba algunas pullas, porque si algo era José es que nunca fue correctamente político, anclado en su simplicidad, José sentenciaba con todas las de la ley, al pan, pan y al vino, vino. Y no tenía otra forma de ser, sin dobleces, con la mirada limpia, sin guiños.




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A José el Simple, las noches de luna, se le podía ver en medio de la plaza, hablando solo, mirando a la luna, como si esta le contestara y entre monologo y monologo una carcajada, desencajaba el rostro de José.
¿Que no sabría la Luna de la gente de este lugar? se preguntaba José. Ella testigo desde el principio de los tiempos. Bajo su aura se mezclaban la pasión, los escarceos del amor, las más bajas pasiones los juramentos, la ira y la sangre, el filo de la navaja que nada tiene que envidiar al filo de la guadaña que porta la Señora. Las promesas y los grandes discursos, las traiciones que derivan de estos arrebatos, el contradecirse constantemente. Tal es la  condición del ser humano, desde que llego al mundo. Dar lo ajeno y prometer lo que no se tiene intención de cumplir, por que sencillamente es imposible.
Discursos que juegan con la necesidad, con la miseria, con la pobreza intelectual del vulgo. Discursos oportunistas, que no populistas pues estos son moneda de cambio de todos los oradores, de todos los vendedores de ilusiones, que se ceban en vidas peregrinas, insatisfechas, traicionadas en un momento del camino, que se quedaron solas por que el guía los abandono cuando ya no eran necesarios para sus planes.
De esto sabía mucho Marcelo, pensaba José, que se cobijaba todas las mañanas bajo ese árbol de la ciencia, que espoleaba su cerebro, haciéndole pensar una y otra vez y comparar con la visión diaria de las gentes del lugar, de cómo sus palabras traicionaban sus intenciones, ya por la necesidad de llevar algo a la mal trecha economía  familiar, ya por miedo los unos y por ignorancia los otros. ¿No seria Marcelo un agitador? y por eso la gente  recelaba algo de él, aunque esperaban a que estuviera solo y lo asaltaban a preguntas mirando siempre con desconfianza alrededor, a las ventanas veladas del vecindario o a esos paseantes, que demoraban el camino.
Decía José, que todos tenían sed, y que por eso acechaban a Marcelo para que saciara sus dudas. El discurso fluido, saber escuchar y por que no, enterarse un poco de la vida personal de él.
Una mañana antes de lo habitual, José cruzo la plaza como una exhalación, con las manos sujetas al borde del jersey donde llevaba ocultas las letras que encontrara en la esquina del oratorio, esas que se caían de la boca del orador, palabras viejas, trilladas una y otra vez, sin lustre, abandonadas a merced del olvido. José que las vio, las fue juntando todas y se las llevo esa mañana a Marcelo. Llamo a la puerta, Marcelo miro el reloj de la mesita y se extraño, quien sería a esas horas, si el agua no empezaba a repartirse hasta que no dieran las nueve en el reloj de la plaza.
José dejo sobre la mesa de la entrada, su pequeño tesoro de palabras desordenadas, pensaba que estas se podían limpiar, darle lustre y colocándolas en orden, dejar ver el secreto, la solución a los problemas que asolaban a los vecinos. Atropellándose en las palabras, miraba con ojos de esperanza a Marcelo, mientras le urgía para que ordenara ese desbarajuste que había colocado sobre su mesa.
Marcelo termino de despertarse, coloco la cafetera en el fuego, saco el pan algo de chacina y echando hacia un lado de la mesa las palabras sueltas, le pidió a José que se sentara y se calmara. -Todo a su momento decía tranquilo, todo a su momento. Mientras desayunaban, Marcelo ordenaba las palabras, dando un sentido. Donde antes había desolación, ahora y con paciencia se  podía ir vislumbrando una historia, que hacía referencia al viaje del gran  Ulises (Odiseo) y los Argonautas.
- Dice la leyenda, que Ulises deseoso de escuchar el canto de las Sirenas, y siguiendo los consejos de la maga Circe, mando que los remeros del Argos taparan sus oídos con cera para no caer en el hechizo del canto de estas y que a él lo ataran al mástil para así poder saciar su curiosidad. De esta forma gozo el gran Ulises del melodioso canto de las Sirenas… con lagrimas en los ojos, veinte años de ausencia y de guerra pasaron como un suspiro por la mente de Ulises, vio su Itaca, a su amor la bella Penélope mientras los cantos, endulzaban sus oídos haciéndole promesas de prosperidad y paz para él y los suyos. Cuando la nave salia de la influencia del canto de las Sirenas, el corazón de Ulises se entristeció y su cuerpo se retorcía de dolor, provocado por el alejamiento del canto tan cautivador y zalamero.  Dando urgencia a sus hombres por que  las cosas que le habían prometido enturbiaban su semblante, sospechando el mal que provocara tantos años de ausencia. Ahora sabía Ulises que si quería lo prometido por las sirenas, tenia que ser por su brazo y su determinación, donde hallaría la solución y no esperanzado en promesa vanas, pues aunque había grandiosidad en el discurso y mejoras de futuro, se daba cuenta que tan solo eran promesas echas al viento, rumores con los que se corría el riesgo de desaparecer…

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Hoy el viento sopla por las cuatro esquinas del pueblo
Abandonado
De sus árboles cuelgan hojas de papel en blanco
La palabra hace tiempo que se desprendió de ellas.
Solas recorren los cuatro confines a la espera de ser recogidas
                                                  *
Hoy no quedan manos
No quedan corazones ni tan siquiera razones por las que escuchar
Hoy la gente dio la espalda a las instituciones,
La vieja guardia hace tiempo que se replegó,
Nadie se fía de nadie, los rostros que pasan tienen cosidos los labios.
                                                  *
Sangre solo sangre y dolor, tangibles, cuantificables.
Fustigando conciencias,  el heraldo pasó de largo
Incendiando el país con sus consignas, buscando
Otras gentes a las que zarandear otras luchas otras causas,
Para que se dignifiquen así mismas,
Para decirles una y otra vez que ellos son la solución a sus problemas
Y no los oradores cíclicos, vendedores de humo y sueños…
                                                  *
Los mismos que robaron la hacienda
Los mismos que envilecieron la palabra
                                                  *
Hoy es el pueblo, que ha despertado de su letargo
Hoy por fin todos a una, gritan al unísono… ¡Basta!
                                       El heraldo marcho dando paso a los jinetes…
                                                                                                Epi