Mí amada Nazaret…
Hay un árbol solitario en mitad de la nada en el vacío más absoluto. Donde
si miras atrás es como acabar el mundo, y en su lejano horizonte aparece un mar
constante, que la noche engulle.
Si miras hacia delante un pequeña cordillera de piedras peladas, parecen
retener el poder del sol, suavizando la tarde noche, cuando el astro pierde en
esta parte del mundo su poder.
Perdido en tu recuerdo, solo como ese árbol me hallo, en medio de la nada,
mirando ese mar constante, antes de que la noche lo absorba…
Y te pido desesperadamente…
Ven muchacha a Bahrein, a sus islas.
Bajo el árbol de la vida te espero,
frente al Jebel Dukhan.
En las nieblas de la mañana te
adivino.
El reflejo de tus ojos sobre el azul
de sus aguas.
En la montaña de humo alzo mi mano y
toco las hebras de tu pelo dorado.
Ven muchacha a las puertas del
jardín perdido.
Deja que te deleite, con los cantos
de amor, del viejo Salomón.
Cambiemos a ella por ti ¡que ganaran
más los versos!
Y permíteme ¡o amada! ser el dardo
de tus labios, el aliento que tus palabras conllevan. Ven muchacha cerca de
Qoddam Al-bab, donde dormitan los viejos cedros y de entre ellos recobremos el
tiempo perdido envueltos en la fragancia del árbol del incienso
Deja que mi desacostumbrada mano,
pasee por tu blanco cuello,
Saciar mi sed en el manantial de tus misterios
Déjame acariciar la seda oscura
El azabache de tu frondoso valle
En suspenso y sin aliento
Quiero descansar sobre sendas
cúpulas de suave alabastro
Y beber las recamadas gotas de miel
como el oro
Donde empieza todo…
Ven muchacha a Bahrein…
Se que es imposible y miro con ahínco, pues veo la esmeralda de
sus aguas imaginarias donde despertó el azul de tu mirada, que en la mañana
temprana vino a consolarme.
Y una caravana de nómadas, comerciantes vuelven sus rostros cuando, mi voz
rota, una vez más levanto y en el siroco
de este desierto. Mi corazón y mi amor les mando…
Oscura la mañana,
Sorprende la franja blanca
Donde graciosamente se enmarcan
Los suaves zafiros de tu mirada,
Arcos poderosos y delicadamente
tallados
Protegen de la luz semejante
milagro,
Bajo la seda oscura se adivina el
blanco de los lirios que tu piel reflejan.
¡Sonríe! que imaginar quiero la puerta
de tus besos,
Donde guardas las perlas que
delicadamente dejan pasar al aíre
Modulando tu voz de ensueño
¡Déjame quieto, en el susurro de tus
palabras!
¿Hasta cuando amor, he de esperarte?
Tan solo con recordarte no me vasta
Que mi corazón ansía
¡Vivir, dormir o morir…! pero a tu
lado amor
Porque como árbol solitario me obligo a permanecer aquí en medio de la
nada.
En la esperanza de que mis lamentos te lleguen…
Que aquí quedo apartado, en medio del gran desierto de Wadi Rum.
Esperando el azul de tu mirada,
En mi estático movimiento al compás de la tierra,
En este desasosiego que ni me aleja pero tampoco me acerca…
En el vacío más absoluto
Epi
Epi
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