palabras que cubran la fría realidad,
ahondando en el corazón para exprimir su sentido,
desfilando por mi mente, para darles pragmatismo,
ya que desnudas de significado las he encontrado.
Por los mercados de la memoria,
letras sueltas voy adquiriendo,
letras, que forman pequeñas islas que emparejadas
se mueven en constante vaivén
Sobre la superficie espumosa de los mares,
donde la vida anda oculta en sus profundidades,
pequeños acentos pulen las miles de calaveras
junto al escaso coral,
pequeñas ciudades de diminutos peces,
entran por una boca,
saliendo por el balcón de miradas perdidas hace tiempo.
Busco la esperanza robada,
la honra ultrajada,
la herida que sangra,
el motivo final que justifique lo injustificable.
Y, en las profundidades solo hallo silencio
nada que me hable de ti
nada con que poder recuperarte,
tu anónima historia, queda a la deriva,
sin playa fija donde poder recuperarla
amontonada junto a las algas,
que se pudren bajo un sol indiferente.
La voz del vigía, suena como la del almuédano,
uno llama a la oración el otro encauza la deriva.
A estribor queda la mar inmensa,
mar en plata las veces,
recoge lo que las profundidades no quiere,
dando a babor sobre la espuma de las olas
los versos olvidados, en el interior de viejas caracolas,
vocablos ermitaños salen cautelosos,
preñados de significado
Pero no hay más sordo que aquél que no quiere oír
y no es que sean ciegos,
pero miran al sol para deslumbrarse el tiempo suficiente
para no ver como las lagrimas...
llegan mezcladas, llenas de fuerza y sal.
Cada uno en su faro, eterna atalaya
cada uno en su jerga.
Uno solo quiere hablar con un dios, o con uno mismo
pues el primero es hijo del segundo.
El otro hablar a la mar inmensa,
preguntar por la tierra prometida,
por la nueva vida…
Que no llega.
Remolona se retrae, juguetea con la brisa
se deja querer, sintiendo la caricia eterna de la madre oceánica
¿Quién quiere puerto, fijo?
quién, hollar la tierra con sus pasos
si toda la luz queda al fondo, en ese mágico horizonte
y toda la sal de la vida le rodea
Que quiere el almuédano, si te increpa para la obediencia
para creer sin ver, para no discutir,
y en tu plegaria como en la del sacerdote, tan solo palabras
hueras
que a fuerza de repetir ya no entiendes
Pero nadie se acerca a la orilla a reclamar tu ausencia
nadie piensa en ti, que nunca llegaste
Pero yo se a ciencia cierta…
Que más halla de los mares, siguiendo las lenguas de tierra colina
arriba,
en el hontanar donde nacen las historias, que paralelas corren
a lomos de viejos manantiales,
hablando con las flores, repiqueteando en las piedras.
Tu alma se confunde, en la noche larga
tan solo puede ser vista en las lenguas plateadas
que la luna refleja
Y por un instante, junto al aullido del lobo,
el viento lleva en su regazo tu imagen y queja,
tu amor intacto, tu inocencia perdida,
todo se derrama y esparce llegando al delta,
donde mañana se volverán a mezclar con la mar
donde dormitan olvidadas,
Todas
las palabras que cuentan tu historia…
Epi o el Buhonero
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