martes, 4 de agosto de 2015

¡Poeta...!



¡Poeta…!
Dame tus versos de luz
Versos que corren en la noche
Versos que saludan al alba y huyen de los extremos
Mi brazo fuerte anda preso a roturar los caminos viejos
Para tu verbo ágil,  las zarzas
La piedra que obstaculiza, el lodadazal de los malos actos
Las vueltas que no dejan ver el horizonte claro
Lleno de esperanza
Mi brazo, como te digo, presto está...

No doy un paso más,
Ni una coma en este desvariar de ideas
No te tengo y no me hago a la idea,
De seguir amándote como lo hago
Y no,  por repartir desidias y culpas
Solo que soy cobarde y ante tu presencia
Se me olvidan las palabras
Y me desbordan los sentimientos

Este aparejo, estas artes
Y cebo de mi inocencia, no bastan para lograrte
Tan altiva, tan brillante que me ciegas y me pierdo,
Olvidando el camino tantas veces soñado que a ti me acerca
Bendito el tiempo de los girasoles, que así te muestras
Cada parpadeo es una ventisca de brisa fresca,
Que doblan la floresta

Por que tu majestad pasa
Y todas alargan sus flores más bellas
Por contarle al rocío de la mañana,
Lo dulce que fue tu paso
Y el leve rozar de tus dedos en tan olorosas muestras
Que hasta las hormigas pierden su orden establecido
Y les salen alas, porque como tú

Quieren ser de todos los sitios sin pertenecer a ninguno
Como tú, el vuelo de esperanza
Que las saque de su inequívoco castigo

Laboriosa tarea tiene el tiempo que no da  abasto,
Porque en ti se detiene y a mí me aniquila,
Que la vida se me desprende como escamas viejas
Que al caer, pierden ese brillo que hermosean
El fiero rastro de quien fue cambiando

Cobardes las montañas
Que sobre ti, arrojan su imponente sombra
Y el cielo celoso de esta, tu breve ausencia,
 El bosque arde
Y en lluvias torrenciales
La vieja montaña se desvanece,
Como corriente de agua fresca

Y aquellos que por su altura fueron servidos
Ahora  yacen en el fondo,
Aguantando piedras nuevas,
Aliándose con el viento

Las sombras hacen desaparecer
Y tan solo tú ocupas la inmensidad que deja,
La hora nona en este corazón que adolece,
Vasto desierto en pugna constante,
Que para en la estribación de tu mirada,

Oasis accidental de este romero que suspira y muere,
Arto de pasear su carcasa, que ya joven, no es
Monte coronado, en dos revueltas de tu pelo
Dejas al descubierto la delicada columna
De sal que aguanta tu cabeza dando paso a lo inimaginable
Esa magia que despacio despierta

Vasto campo azul de azucenas, mirada clara
Que suspira por verte libre y poder nombrarte en
Diferentes lenguas y viejos dialectos que te conforman

Como dice el poeta (León Felipe)
“Nunca cantemos
la vida de un solo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos y todos los huertos nuestros

                                                                                   Epi





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