Fue un pacto con la muerte
Rubricado por la vida.
Un andar despacio, simple, cuesta arriba.
Las huellas se desdibujan, todo es levantar
El manto, de bajo del manto de hojarasca… ¡muerte!
Y es nueva vida la que aparece.
Cansados de la memoria, se dejan guiar
Por lo viejos veneros del agua.
Acequias que antaño, que una vez, hombres sin rostro
De piel oscura cuidaran.
Agua derramada por anónimos ojos de mujeres.
Mezclado en el continuo murmullo del agua,
Van descalzos los niños que el frío de la mañana agarrota,
Pequeñas manos blancas de niñas…
Niños que a fuerza de ser golpeados, perdieron la inocencia…
Sin haber sido amados.
El vil metal abre heridas… sobre la oscura noche,
Un líquido escarlata, que se desborda y corre sendero abajo,
Destellos de intermitente luna. ¡Gime la vida, ríe la muerte!
La locura desatada hace
Ausente la cordura…
Muere muda al despertar el alba.
Arriba en la montaña, el sueño aguarda
Con botas reventadas, andrajos sus ropas.
Se alza una caritativa mano
Mientras trenza con sumo amor, las deshilachadas
Cuerdas de fino algodón.
Que el látigo y el hierro, en manos sanguíneas
En macabra danza marcan su espalda.
Y no hay consuelo que valga
Ni sesuda excusa que valga
¡Fue! La salvaje mano…
La misma que hoy viste de blanco…
El negro cuerpo, el viejo sudario
Epi o el Buhonero
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