martes, 2 de junio de 2015

Caverna, idea, razón... “acorde a los tiempos que corren”



Caverna, idea, razón... “acorde a los tiempos que corren”
Encadenado de cara a la pared, sintiendo solo que existes, por que tu sombra pasa y se detiene cruelmente generosa, y tan solo te atisbo ya que tocarte no puedo, te imagino ya que verte no puedo, y dependo tanto de la luz que sin ella no éxito… ¡no existes!.

Alegoría o mito, sueño en penumbras con atisbo de genialidad, imposible concebirte de otra manera. Manos estériles, acarician el grillo, lo más tangible que conozco, y no tengo duda de tan corrosiva realidad, que de mi cuello me tiene apresado.
Si te atrevieras a levantar tu voz, aunque fuera en un leve susurro, sabría que estás viva, que no eres producto de mi corta imaginación, sabría si estoy despierto o eternamente sumergido en este onírico mundo de tiniebla. Por tu fragancia entiendo que existen las flores, que la vida sigue fuera de este inhóspito estado en el que tu ausencia  me tiene. Se que mirarte de pronto, me dejaría ciego, pero que dulce ceguera saber que tu rostro, que tus ojos una vez, tan solo una vez se pararon en los míos y vivo, y la sola idea me mantiene en esa zozobra.
Me quedo con el arco de tus labios, deliciosa puerta, que al pasar el aire cobra vida y vibra, en el vuelo preso de tu pelo, me pierdo en tus mejillas, desierto sonrosado cuando mi mano se posa y lánguidamente perezosa persigue alcanzar cuellos abajo el suave ondular de tu pecho, pero en la levedad que este acto supone, desaparece, en este mi sueño.

Idea ínfima que de ti tengo, voy sobre ella, por ver si la comprendo, razón, de mí sin razón que es razón razonada, locura de enamorado que se perdió en el tiempo. Yo fui quien puso brújula al Minotauro, yo que tuve la suerte de agarrarme a tu hilo salvador, Cordón umbilical de salvación, yo que me fui enredando en el laberinto de tu corazón, bella Ariadna y no se por qué razón me perdí, te perdí.
En esa playa, remanso donde el mar devuelve incansable una y otra vez, la esencia  propia de esta idea, que desde los albores me tiene preso. Y si romper pudiera esta cadena, saltaría sobre la panza de esta vieja barca varada y con el impulso de esta idea primigenia, que en vertiginosa caída contra la razón me estrella, y cansado de ella, quiero volver a Itaca, sin disfraces, con el cansancio de las cosas bien echas.
Pero es tarea artera, porque mi amor por la idea, por ti seductora, eterna compañera, es viajar hasta el fin y volver a nacer, volver a plantear y notar en que momento de esta enajaneción te me vas, te me escapas; y siento falsa pena pues nuevamente te levanto hacia la luz que tu sombra refleja. Y ahora que loco me llaman, el de la triste figura, por todos humillado, por todos reída, corre el tiempo en mi contra y tu lo sabes, porque intentaran matar lo desconocido, cortar el avance de mi justa lucha, intentaran nuevamente derribar al defensor de las causas justas, la mano que no reparte limosna, sino esperanza, la mente que bulle y hace razonar al verbo, vieja patria, vieja idea de regeneración.
Pero andan ciegos, más presos de sus mezquindades e ignorancias, presos del becerro de oro, presos de esa soberbia que nos da por no ser nada, sombras famélicas que rehúyen  la luz de tu mirada, tiempos malditos edad del hierro, edad del becerro de oro, ni hacen ni dejan hacer, ceguera de caverna, donde no quieren darse la vuelta y enfrentarse a ti….

¿Y que miedo se puede encontrar en esa idea en ese amor platónico? que consiste en revisar, comunicar y ponerse de acuerdo, y así volver ha empezar, algo más doctos, más sensatos, quizás amigo anidaríamos un poco mejor.

Razón tiene mi señor, que ya vislumbro yo el significado de Dulcinea, quisiera yo también, andar en esas lides, que valen más que el Potosí, más que cualquier ínsula. Sepa que le sirvo porque de un tiempo a esta parte yo también ansió luz en mi caverna para platicar con la sombra que ella refleja. Pero de momento ando a la par de la sombra que sobre mi y mi rucio, el nuevo día refleja, y no hay más sana carrera que ir a la par de esta carga que usted lleva y de la que me hago cargo y vocero, hasta que cale hondo en el corazón y en la razón del hombre…

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