Encadenado de cara a la pared,
sintiendo solo que existes, por que tu sombra pasa y se detiene cruelmente
generosa, y tan solo te atisbo ya que tocarte no puedo, te imagino ya que verte
no puedo, y dependo tanto de la luz que sin ella no éxito… ¡no existes!.
Alegoría o mito, sueño en
penumbras con atisbo de genialidad, imposible concebirte de otra manera. Manos
estériles, acarician el grillo, lo más tangible que conozco, y no tengo duda de
tan corrosiva realidad, que de mi cuello me tiene apresado.
Si te atrevieras a levantar tu
voz, aunque fuera en un leve susurro, sabría que estás viva, que no eres
producto de mi corta imaginación, sabría si estoy despierto o eternamente
sumergido en este onírico mundo de tiniebla. Por tu fragancia entiendo que
existen las flores, que la vida sigue fuera de este inhóspito estado en el que
tu ausencia me tiene. Se que mirarte de
pronto, me dejaría ciego, pero que dulce ceguera saber que tu rostro, que tus ojos
una vez, tan solo una vez se pararon en los míos y vivo, y la sola idea me
mantiene en esa zozobra.
Me quedo con el arco de tus
labios, deliciosa puerta, que al pasar el aire cobra vida y vibra, en el vuelo
preso de tu pelo, me pierdo en tus mejillas, desierto sonrosado cuando mi mano
se posa y lánguidamente perezosa persigue alcanzar cuellos abajo el suave ondular de tu pecho, pero en la levedad que este acto supone, desaparece, en este mi
sueño.
Idea ínfima que de ti tengo, voy
sobre ella, por ver si la comprendo, razón, de mí sin razón que es razón
razonada, locura de enamorado que se perdió en el tiempo. Yo fui quien puso brújula
al Minotauro, yo que tuve la suerte de agarrarme a tu hilo salvador, Cordón
umbilical de salvación, yo que me fui enredando en el laberinto de tu corazón,
bella Ariadna y no se por qué razón me perdí, te perdí.
En esa playa, remanso donde el
mar devuelve incansable una y otra vez, la esencia propia de esta idea, que desde los albores me
tiene preso. Y si romper pudiera esta cadena, saltaría sobre la panza de esta
vieja barca varada y con el impulso de esta idea primigenia, que en vertiginosa
caída contra la razón me estrella, y cansado de ella, quiero volver a Itaca,
sin disfraces, con el cansancio de las cosas bien echas.
Pero es tarea artera, porque mi
amor por la idea, por ti seductora, eterna compañera, es viajar hasta el fin y
volver a nacer, volver a plantear y notar en que momento de esta enajaneción te
me vas, te me escapas; y siento falsa pena pues nuevamente te levanto hacia la
luz que tu sombra refleja. Y ahora que loco me llaman, el de la triste figura,
por todos humillado, por todos reída, corre el tiempo en mi contra y tu lo
sabes, porque intentaran matar lo desconocido, cortar el avance de mi justa
lucha, intentaran nuevamente derribar al defensor de las causas justas, la mano
que no reparte limosna, sino esperanza, la mente que bulle y hace razonar al
verbo, vieja patria, vieja idea de regeneración.
Pero andan ciegos, más presos de
sus mezquindades e ignorancias, presos del becerro de oro, presos de esa
soberbia que nos da por no ser nada, sombras famélicas que rehúyen la luz de tu mirada, tiempos malditos edad del
hierro, edad del becerro de oro, ni hacen ni dejan hacer, ceguera de caverna,
donde no quieren darse la vuelta y enfrentarse a ti….
¿Y que miedo se puede encontrar
en esa idea en ese amor platónico? que consiste en revisar, comunicar y ponerse
de acuerdo, y así volver ha empezar, algo más doctos, más sensatos, quizás
amigo anidaríamos un poco mejor.
Razón tiene mi señor, que ya
vislumbro yo el significado de Dulcinea, quisiera yo también, andar en esas
lides, que valen más que el Potosí, más que cualquier ínsula. Sepa que le sirvo
porque de un tiempo a esta parte yo también ansió luz en mi caverna para platicar
con la sombra que ella refleja. Pero de momento ando a la par de la sombra que
sobre mi y mi rucio, el nuevo día refleja, y no hay más sana carrera que ir a
la par de esta carga que usted lleva y de la que me hago cargo y vocero, hasta
que cale hondo en el corazón y en la razón del hombre…
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