Cincuenta pasos, no se cuanta sabiduría se acumulan en
cincuenta pasos, ni cuantas cosas buenas. Cincuenta historias al unísono, unas
veces en solitario y otras con buenos y malos caminantes.
Gotas de agua que juntas conforman una vida. Acumulación,
afluentes, arroyos y meandros, aportaciones que trae la lluvia, fríos témpanos,
fuera de estación y corrientes calidas cuando más se necesitan.
Generoso río que guarda la memoria, los restos de
temporal que atesoran a la deriva la vida de este insignificante mortal, que
llego cuando las aguas de este otro río más grande, andaban presas, cuando no
se le permitían dar saltos, coger velocidad, rizar, dar vueltas sobre sí mismo,
desviarse e invadir otros arroyos, ni tan siquiera mezclarse en los afluentes
de la sabiduría.
Años oscuros de absolutismo, de sacar bajo palio a la
bestia, de marchas marciales, de dar por bueno lo poco o nada que ofrecían, de
no ver más allá de de tus narices.
Viejas doctrinas caducas antes de estrenarlas, años de
miedo, de falsa educación, de falsos respetos. Por que donde habita el miedo,
la mediocridad, la ignorancia, las palabras pactadas, los discursos breves en
nombre del nuevo orden, de escuchar en silencio, mirando hacía otro lado para
llegar a entender a esas generaciones grises, sin sustancia, encefalogramas
planos sometidas por una fuerza superior, ¡eso no es respeto. ¡A eso se le
llama miedo!
Lobo con piel de cordero, sustentado en la ignorancia,
en traiciones oscuras, desapariciones ha cielo abierto, falto de ideas y
libertades, pueblo sumido en la desidia en la hambruna, miradas de bajos vuelos,
frentes humilladas, de manos sarmentosas que se ciernen sobre una gorra, de un
por favor, que hoy no hay nada en la mesa, de rodillas reventadas de tanto
pedir a nadie, de encomendarse, a santos patronos, vírgenes de palo. Para
terminar en revuelo de sotanas, que Dios
proveerá.
Piel de toro agujereada, ríos que se secaron nada más
nacer, vidas que no pasaron del manantial por que una deflagración así lo
quiso, por que el pájaro de hierro, pasó con prisa y vomitó sobre los campos y
las ciudades, toda su ira, años de oscurantismo, de aguas infectadas sin vida,
sin futuro, estancas.
Años de no mirarse a los ojos, infancias robadas, de
hacinamiento, de no saber por que seguimos
dando vueltas estériles a esta maldita noria, rueda sin fortuna.
Tempestad, noche oscura metida en agua, fogonazos de
luz, azufre en el aire, incertidumbres y más miedo a lo que esta por venir.
Nueve pasos, hicieron falta para la regeneración. Se
empezaron a aclarar las aguas, las primeras fisuras de ese muro de contención
que mantenía a raya cualquier brote de esperanza. A esas alturas desde la
distancia, mantengo mi copa en aptitud de brindis… como peces boqueando fuera
de los estuarios, descubriendo las branquias por primera vez, oxigeno
inesperado y un hálito de luz en millones de miradas.
Amputación necesaria, que la parca se apresuro en
recoger, loas al perro del Cerbero, son esos muertos necesarios para que la
vida continúe, rayón necesario en el vinilo, cambio de pareja, cambio de orden,
dejamos la copla de doble sentido, el paso doble y nos metemos en el rock and
roll, en la protesta, en nuestro particular mayo del 68 siete pasos después,
que no vamos a mirar, ya que nunca es tarde si esa dicha es buena.
Loas igualmente a los artífices, a los que por una vez,
unos y otros miran, sin que se note mucho, con simpatía al verdugo.
Brindan en la intimidad, como niños que juegan a
mayores, se preparan las estrategias, los cambios de consignas, las pequeñas
muestras de libertad incipiente aún, coger los mejores puestos de salida, los
cambios de camisa, los depredadores de ayer, exigiendo el bocado de mañana,
pero todo en el anonimato más absoluto.
Apaleando al de siempre, pero con menos fuerza, como
si en cada golpe te dijeran que son necesarios, -mejor yo, que él me vea. Que no, note el cambio, es
preferible. A él le tiembla el pulso, pero no dudara en acortar tu estancia, en
hacerte desaparecer como si no hubieras existido, vertiendo tu esencia en el
rió del olvido.
Aun es tiempo de ir con pies de plomo, de cubrirse con
las sombras, de no señalarte para que el ojo, el oído y el dedo del delator no
se posen sobre ti.
El camino sigue, unas veces al calor del sol, otras
con el miedo reflejado de esos que están por desaparecer, de esos que no saben
donde refugiarse, quien les ha de mantener, dar sentido a sus estériles vidas.
En fin los pasos siguen, como siguen las aguas hacía el mar, como emigran las
aves ha otras latitudes en busca de comida y espacios más calidos.
Once pasos, la bestia agoniza, más peligrosa aun si
cabe, cada movimiento de este engendro moribundo esta envenenado, aun mata, y
con más rapidez, el tiempo apremia, los acólitos apremian.
Desde fuera resurgen las voces de aquellos que
tácitamente nos condenaron, de aquellos que no era su guerra, que no era el
momento, cuarenta años de aguas turbias, cuarenta años de desaparecidos,
cuarenta años de cantarle al sol, con la camisa nueva aunque no hubiese, ni
para comer.
Cuarenta años despegándonos de la vieja Europa, del
sueño de libertad. Mientras Europa dormía. Europa vivía su renacer, observando
con dudas el desarrollo la incógnita de esa vieja nación que un día fue tan
grande, que no se llegaba a poner totalmente el sol en sus dominios.
Cuarenta años de dictadura consentida por los pueblos
libres de la vieja Europa, subsidiaria del Nuevo Imperio, del nuevo mundo, ese
mismo que utilizaba al resto de países como patio de atrás, donde experimentar
su terror civilizado, sembrando barbaries por doquier, creando monstruos en sus
fabricas de West Point, en nombre de no se sabe que libertad.
Pero el vocero sale, más demacrado, inconfundibles
ojeras, rostro macilento que rematan dos apéndices desmesurados, insensibles al
sufrir del pueblo. Con el miedo apenas controlado, generación de adoctrinados
que ahora queda huérfana, con voz chillona y afectada nos da la nueva buena,
como un padre a sus hijos, a esos que no conoce de nada a esa turba de hombres
y mujeres grises, casi en un susurro nos dice -“el ha muerto, viva España”.
Dos mocos y un par de lágrimas, marchas militares,
estado de excepción. Brindis con copas forradas, para que no se oiga el chin,
chin de la esperanza, se dispara la venta de puros, colas interminables donde
se mezclan mil contradicciones, colas de incrédulos, filas de notarios anónimos
para certificar la muerte del que tantas vidas sesgo, en competencia desleal
con la Parca. Se
pierden las agallas y se empieza a respirar a pleno pulmón, tímidas cabezas que
asoman por encima de ese río.
Revolución de claveles en el patio del vecino, ya era
hora que su perfume traspasara la raya y nos fuera contagiando.
En fin, durante este caminar, paso a paso mucha gente
buena, y mala, mucha gente perdida, otra no tanto, desentumeciendo los músculos,
las ideas, las palabras olvidadas recobrando su significado, su poder.
En estos cincuenta pasos, amigos y enemigos, la
mochila del caminante, guardando la memoria de lo que ha sido y de lo que es, a
la espera de nuevos acontecimientos. Agradecido a todos los que pasaron por su
vida, para bien o para mal, añorando a los que marcharon, disculpando a los que
abandonaron, a los que miraron de soslayo y les pudo la vergüenza, pero no lo
suficiente para darte su mano y sacarte de ese arroyo que lentamente te diluye,
hasta hacerte desaparecer.
Los últimos pasos, los últimos ocho pasos, más
serenos, más cansados, me llevan a los últimos amigos, tan preciados como los
de antaño, pocos pero buenos, no enseño las manos para que no podáis contarlos.
Para mi son suficientes, no necesito más, con sus
cosas, como todos, pero en definitiva mis amigos, los que este caminante ha
cogido. Junto con el fruto generacional, el más preciado, y el más frágil, ¡bendita
vaina portadora de vida!, flor entre las flores, gacela en los cantos del Rey
Salomón, mujer de marfil, mano sobre mano, con la sonrisa y el llanto, con la
sangre y el grito, con la primera bocanada de aire fresco, el primer rayo de
luz, reposa tranquilo sobre la tierra de leche y miel, elegido entre un millón,
copia perfecta de dos.
En esta sociedad que por desgracia trae impresa
imágenes que suponía olvidadas. Las colas de la vergüenza, el hambre provocado
por esos mismos que salieron hace catorce pasos, los mismos que jaleaban el
cambio, son los mismos que han saqueado la casa del pueblo, los mismos que han
arrasado con el saber, los mismos ignorantes y prepotentes, son los mismos de
ayer, los que nunca se marcharon, los que plantaron su ira y su odio en las generaciones
que hoy mandan. A esos no les daré nada, ni tan siquiera el reconocimiento de
las pocas obras buenas, nos dieron el botón y nosotros les devolvimos el traje,
gritaron libertad y nos enrarecieron el aire, dijeron igualdad y sembraron el
caos, los mismos que nos culpan por enfermar, los mismos que se han dormido en
la marca.
Dejando a estos trapisondas al margen, decir y
agradecer al final de los cincuenta pasos. El que estéis hay, a los viejos y a
los nuevos amigos, un sincero abrazo y el poder caminar al menos otros veinte o
treinta pasos a vuestro lado… no es mucho lo que pido.
Y
sí, mi eterno agradecimiento.
Epi
Epi
Solo aclarar una cosita.... hay que entender cincuenta pasos como cincuenta años, contando como año de partida 1964
ResponderEliminarcomo normalmente se dice cincuenta abriles y en este caso cincuenta noviembres..... Sean moderadamente felices