Indecisiones
De cierto es que el roce hace el
cariño, o por lo menos afianza la costumbre, por mal que te lleves con esa
persona. Tan cierto que Ángel se fue distanciando de Patricia ya no les bastaba
con verse pero ninguno daba el paso para romper esa relación que básicamente consistía en observarse sin mirar apenas siquiera, por
el rabillo del ojo y claro estas cosas terminan por ser monótonas y a veces nocivas.
Tanto que se fueron distanciando sin haber cruzado tan siquiera un ¡buenos días!
o un hola… bueno un hola si que se cruzaron, fue una mañana de invierno en una
terraza de una venta de esas que parecen naves industriales.
Él le dio los buenos días un “buenosdías”
así todo corrido casi ininteligible y ella pues tres cuartos de lo mismo y un
sonrojo de cara que a él le acelero el corazón, no es que fuera amor, más bien
deseo. Se miraron a hurtadillas sin mediar más palabras, ella coqueta se
arreglaba el pelo, dejando al descubierto la mejilla derecha su oreja y ese
blanco cuello, fino, digno de ser besado una y mil veces y él como un pamplina tan
solo miraba sin mirar, desconocía por completo el lenguaje de los gestos, que
si hubiera pillado puntada, ahí mismo la hubiera asaltado, se abría levantado
de su sitio y sentado en la mesa de ella, una oportunidad así no pasaría dos
veces.
Pero todo eran dudas, cortedad; sentado de tal manera que era él quien no
tenia que hacer esfuerzo por voltear la cabeza para fijase en ella. Cualquiera
que pasara se daría pronto cuenta que hay había empatía por decirlo de alguna
manera, por ser suaves y no llamarlo cortedad. Dos figuras de sal inamovibles.
Y como en toda historia de
indecisiones, ella acabo buscándose un lumbreras con gafas, pelo huidizo, vamos
con una alopecia galopante, por el resto buen porte, pero más feo que Ángel de
aquí a Lima y volver a nado. Ángel seguía con su insana inseguridad que se había
convertido en costumbre, si se hubiera atrevido, hoy sería él, quien ocupara
ese lugar, quien acariciara su rostro y dejara la impronta de sus besos
esparcidos por ese cuello fino y amarfilado.
Patricia chapada a la antigua, quería
que fuese él quien diera el primer paso, pero Ángel que andaba de moderno
esperaba que fuese ella la que le asaltara y una por el ayer y el otro por el
mañana o que son otros tiempos, fueron dejando pasar los días, los suficientes
para que lo que nunca fue, dejara de ser para siempre. Y así pasaron los años,
ella casada con tres bichos o niños, según se quiera mirar, más canas que Matusalén,
aun se perdía en su ensoñaciones imaginando como hubiese sido con aquel que
nunca se atrevió a abordarla, sola con su cerveza sobre la mesa la vista
perdida sin mirar a ninguna parte, añoraba lo que nunca fue y que pudo haber
sido si el capullo de Ángel hubiera dado ese paso que tanto los distancio para
siempre.
Y Ángel, taciturno sentado en
medio de la nada, suspiraba y maldecía su cobardía, y es que en esto del amor,
o el rollito primaveral de un día cualquiera les hubiera bastado para al menos
haber quedado como amigos de alcoba, de hotel en hotel o en cualquier playa o
campo, ocultos de miradas indiscretas, de conocidos y desconocidos.
Pero es lo que tienen estas
cosas, que no siempre arriba uno con lo que quiere y al final la soledad que
cuando no es por decisión propia acaba siendo bastante jodida, quedando listos
para sentencia, ella mal acompañada y el más solo que la una.
Pero en justicia ¿Quién le pone
cascabel al gato, quien no se ha visto alguna vez en esta tesitura, pues hasta
los más espabilados tienen por donde callar, por donde morir para recordar lo
que pudieron ser sus vidas con esos amores a primera vista que no supieron
abordar y hoy cuentan canas tumbados sobre el diván o un sucio camastro donde
ellos y su falta de iniciativa han ido muriendo lentamente en vida para ser
zombis del desamor que nunca fue amor, ni deseo ni nada de nada. Siendo por
ello que siempre se ha dicho (mejor una vez colorado que ciento amarillo). Y
colorín colorado, este desencuentro se ha terminado…
Epi
Epi
Gracias por seguirme
ResponderEliminarSiempre se puede aprender de otros y corregir defectos en uno mismo. Ah, y gracias por ese piropo, que me tiene flotando aún...
EliminarEnhorabuena por este magnífico trabajo, te admiro y te envidio, he leído varios de tus escritos y me han gustado mucho. A partir de hoy te seguiré más a menudo para seguir aprendiendo y quién sabe si uno de estos textos me sirva para alguna de mis clases (siempre pidiendo permiso). Un fuerte abrazo. Ya queda poco para volver a vernos.
ResponderEliminarGracias y bien venido a este rincon, aunque la autoria es mia, siempre es un gustazo que otros puedan aprovechar los textos que duermen aquí. Son mios y libres de publicidad pues la unica intención es que lleguen al maximo posible de gente. Un abrazo y nos vemos por estos lares
ResponderEliminar