lunes, 9 de junio de 2014

Anomalías del espacio tiempo



Dicen que Icaro, murió por tentar a la suerte, que subió tanto que el Sol termino por derretir la cera de las alas. Más bien creo, que Icaro vio la magnificencia del astro Sol. Que la luz lo cegó de tal manera que arremetió contra él,  para que le dejara entrar en sus dominios.
Dicen que cuando calló  desde esa altura, tan solo encontraron esparcidas unas cuantas plumas, un armazón en mil pedazos y la carcasa amojamada de un cuerpo vacío y seco. Que su esencia como energía paso a formar parte del astro Sol y dicen que las tormentas solares, son el espíritu liberado de Icaro.
Él, que se arto de vivir entre los de su especie, ahora brilla como un mito más, como una historia que cuentan los viejos del lugar, cuando el sol va perdiendo su fortaleza y se le puede mirar de frente sin que afecte mucho a tu mirada, se la cuentan a los jóvenes, como ejemplo de ímpetu, coraje de superación e irresponsabilidad.
Más yo pregono, que de todos los cantos de libertad entonados por los hombres, este fue el más puro, el más breve y el más intenso.

Es mi forma de ver las cosas, le dijo Carlos a Ariadna, leí la historia y me gusta más la mía y mira que es bella la que cuentan esos que se desaparecieron hace siglos.

Ariadna lo escuchaba con devoción mientras se deleitaba con la hermosa presencia del muchacho, el pelo ensortijado y oscuro, la piel suavemente dorada, los músculos elásticos y una mirada llena de luz que se debilitaba una vez dejaba de hablar. Le hacia gracia como se expresaba Carlos, como si fuera de otra época y estuviera en su presente con tiempo prestado. Terminaba todo lo que hacia como si siempre se estuviera despidiendo.  Le gustaba verlo en ese deporte que se hace con una cometa y una tabla, el mismo que llaman Kitesurf, viéndole, parecía fácil, rozaba lo extremo en algunas ocasiones y cuando el se metía, había una legión de curiosos sentados en la arena que no perdían detalle y lo jaleaban desde la orilla. Los saltos más increíbles los realizaba con tal sencillez que dejaba pasmados a los más veteranos, no parecía que le costara esfuerzo, y lo que más pasiones levantaba era cuando después del salto, conseguía mantenerse en suspensión, con el Sol de fondo, como si volara se decían unos a otros.

Terminado el día, recogía su equipo, buscaba a Ariadna entre la multitud y se marchaban juntos a la caravana. Una ducha y una cena en el chiringuito, luego se apartaban lo suficiente del gentío y con sendas copas de mojito despedían al Sol y esperaban pacientemente a que la Luna y el viejo Morfeo extendieran su breve reinado. Era cuando Carlos entraba en depresión y Ariadna tenia que hacer un sobre esfuerzo para recuperarlo, para que fuera el muchacho que a ella le gustaba, aunque sabía por experiencia, que esta historia, este pequeño romance de verano se acabaría y volvería a estar sola.
                                               *        *        *

Ella y su dédalo de pasiones imposibles, ese laberinto que le había tocado en suerte sin  pedirlo, ella que en más de una ocasión había prestado su hilo para que otros derrotaran sus miedos. Ella que llevaba su vida como una condena y es que desde pequeña siempre se había rodeado de este tipo de gente, brillante pero efímera, narcisista y depresiva que necesitaban la constante aprobación del resto de mortales, parra asegurarse que merecía la pena vivir. Músicos poetas, escritores algún que otro pintor y cabalga olas, como Carlos.
Personas que parecían haber escapado de otras épocas o haber cruzado un espacio tiempo y saltado de un mundo paralelo donde eran comprendidos a este otro, donde solo Ariadna era capaz de retenerlos y amarlos durante un tiempo. Luego la cruda realidad, que cada vez la dejaban más pillada, más perdida y con ganas de seguir los pasos de sus amores ya desaparecidos.
Tenía Ariadna publicado un libro de poemas al que pertenecía parte de este

                                               *
…Nacer sin ganas, sin aliento
Con el curso del devenir vivido
Otra época otros lugares
                            *
Fogonazos de la memoria que no sueños
Comprobar que el curso de los ríos ha cambiado,
Que no les perteneces ni te pertenecen
                            *
Donde reinaba el dios Pan, hoy desiertos
Y en los corazones…desasosiego
                            *
Tener acceso a ti mismo  
Tan solo en el reino de Morfeo 
Saber que el sueño, ha sido vivido
Que es vedad, y no es soñado
                            *
El espejo en el que te miras, no te aclara nada
Solo arroja más dudas
Extranjero en el mundo que te toca vivir,
¡Sí que es sentirte solo y desolado!
                            *
Tan solo tú y el extremo que me retiene
Y es a ti Ariadna a quien dirijo mi suplica
Faro en la noche oscura del alma
Hilo conductor en este cruce de sensaciones contradictorias
                            *
No hallo descanso para este cuerpo fatigado
Desde la cima, tan solo saltar y liberarme
Un impulso hacia el sol para caer eternamente y desaparecer
En esa niebla que engalana el monte del olvido
                            *
Mi salto y yo
En mí caída tan solo tú
No quiero nada más
Mi buena, Ariadna…

Como este extracto se encontraba el libro repleto, sin firmas, anónimos bajo su custodia.

                                               *        *        *       
Poemas de ausencias, de vidas mutiladas por el amor y recuperadas por ella. Un libro que Carlos leía hasta la saciedad y luego comentaba con ella algunos pasajes y ella se esforzaba, pues la desolación asomaba por el rostro de él y juntos se fundían sobre la arena en un melancólico abrazo acabando en un ronroneo de cuerpos necesitados de caricias y amor.
Un día le dijo a Ariadna que tenia un poema escrito y quería que ella le echara un vistazo para omitir una opinión. Ariadna lo miro con los ojos arrasados por las lagrimas y salió corriendo, se refugio en la caravana y cuando estuvo preparada, desapareció durante unas semanas. Tiempo que Carlos aprovecho para practicar el Kitesurf, todas las mañanas se le podía encontrar obsesionado, dirigiéndose hacia el sol con la vaga ilusión de poder como Icaro, penetrarlo y desaparecer, la vida no le entusiasmaba demasiado, tan solo deseaba realizar la gesta de Icaro pero desde el mar y penetrar en el astro Sol para desaparecer, encontrándose con todos los que un día, sin mediar palabra, acortaban de una u otra manera su estancia en la tierra.
Conocía bien esa sensación, esa dulce agonía ese inconformismo. A su manera como Ulises, en busca de su Itaca, en busca de su redención, a sabiendas que no hay más que rascar, somos el tiempo que nos han prestado y la intensidad con la que lo aprovechemos.
Cabos sueltos de una anomalía, extranjeros en esta época lo más parecido a una reencarnación incompleta, nuestro cuerpo nace en este presente y nuestras mentes vienen con el bagaje de otras muy distintas, sintiéndonos presos e incomprendidos, sin dejarnos ver lo hermoso que tiene este tiempo que nos ha tocado en suerte.

                                               *        *        *
Ariadna en un cuarto de un hotelito en Conil, la ventana abierta al mar, se dejaba llevar por el recuerdo de tantos, seres a los que intento ayudar y que en última instancia decidieron soltar el hilo de su salvación y optaron por anularse, por coquetear con la parca, tentando al destino hasta que este cansado les aceptaba el reto, haciéndolos desaparecer y como muestra de su paso por la tierra y de su tiempo con Ariadna tan solo dejaban un poema.
Poema bello pero triste, con giros de libertad plena con final trágico, nunca lo firmaban, se lo regalaban a ella, para luego desaparecer como si no hubiesen existido. Ella se encargaba de recopilarlos en un libro, para que el mundo tuviera noticia de ese existencialismo salvaje de ese inconformismo que terminaba por apagar la llama, por segar la vida de aquellos que la menospreciaban.
La mayor parte de ellos se iban con una sonrisa y una paz que a ella la desarmaban. Solía caer en un abandono de si misma, cada vez que esto acontecía, hasta que el tiempo le restallaba las heridas del corazón y sin saber como, en un eterno déjà vu, hacían de esos momentos los más intensos y los más dolorosos.
Volvieron a encontrarse un día en el que el sol brillaba de una manera especial, había que mira con gafas oscuras para poder abarcar toda su inmensidad, se abrazaron sin reproches, sin comentar tan siquiera esa breve ausencia. Él se sentía exultante y ella no quería emitir suplica alguna, tan solo beberse hasta el último aliento del tiempo que les quedaba por compartir. Tendida en el suelo la cometa, rodeo la cintura de ella y se fundieron en un beso casi eterno, impregnado de melancolía, de viejos recuerdos compartidos. Acto seguido le pidió a ella que levantara la cometa
y cuando la hubo levantado por encima de su cabeza, esta se hincho como si estuviera ansiosa por navegar, una lagrima afloro, escondiéndola con premura la convirtió en una sonrisa forzada.

                                               *        *        *
La hora de la verdad, en un verano que empezaba a despuntar, con los días más largos y los atardeceres más hermosos. Carlos sobre su tabla e impulsado por su cometa se dirigía hacia el sol en su último brindis, antes de que este se despidiera, dando paso a la luna nueva que espera paciente el desenlace. Los curiosos se sentaron a disfrutar y Ariadna hizo lo propio pero apartada del gentío ella sabía como terminaba la exhibición, para el resto sería algo que contar y algo que a la mañana siguiente no sabrían distinguir si fue real o un sueño.
Cuando apenas era un punto en el horizonte, cuando la lengua o el camino de luz que moría en la orilla empezaban a desaparecer, Carlos acometió el gran salto, el salto de la provocación, el envite que lanzaba al destino y a la propia parca, rogando que le permitieran llegar al mismo Sol. Un punto al principio oscuro se fue transformando en ave fénix, los espectadores de la orilla quedaron en suspenso, una furia provocada por esa adrenalina colectiva se fundió en un grito de admiración… luego el silencio, vieron como del sol explosionaba, al principio una amarilla casi difuminada, terminando en una llamarada en una pequeña tormenta solar que levanto una calida brisa. Ariadna se levanto y echo a andar sin rumbo.

                                               *        *        *

Un año hace de esta historia, la cometa no apareció nunca ni Carlos tampoco, la gente no se acordaba de ese día. Ariadna lo sabía, sentada miraba la inmensidad por no fijar la vista en nada concreto, la memoria volaba libre, una nostalgia fue invadiendo su corazón.
-Hola
Ariadna se sobresalto, no podía ver bien el rostro de su interlocutor, se encontraba de espaldas al sol y le devolvió el saludo
- Perdona mi nombre es Manuel
-Ariadna
- como la del laberinto, apostillo él
-si… como la del laberinto le secundo ella.
Se sentó a su lado y esperaron el ocaso, ver como el astro se retiraba y como la negra noche empezaba a ganar terreno.
-¿te gusta? pregunto Ariadna
-sí, me encanta esta decadencia orquestada, siempre la misma y nunca igual, a cada cual más bella. Representa regeneración, espera y ganas de vivir para ver otro atardecer más, para encontrarte y tener la excusa perfecta de permanecer a tu lado.

Ariadna con los días se fue dejando llevar, con los días fue dejando su corazón en manos de Manuel. ¡Que vitalidad! vida exuberante por todos los poros de su piel, fue entrando en el olvido voluntario, empezando una nueva historia. Historia con un final predecible, donde ella será la protagonista absoluta, por fin había encontrado en Manuel el depositario de tan pesada carga, no le enseño su libro de anónimos poemas, no quería que él se convirtiera en un verso melancólico.
Pasaban los días, hasta que un noche hermosa, cuajada de estrellas y una luna tan inmensa que hacia desbordarse al mar, tendió su puente de plata para ella. Se dio la vuelta, beso a Manuel,  pidió que la dejara sola que en casa se encontrarían dentro de un rato. Manuel no sospechaba nada, le devolvió el beso y sonriendo marcho, hasta desaparecer.

La noche transcurría apacible, la luna llena iluminaba el mar y una lengua de plata venia a morir a los pies de ella. Dos bases de piedra emergieron del agua, cuando la marea termino de bajar, sobre ellas dos columnas gigantescas brotaron, según iban creciendo se arqueaban ligeramente uniéndose en el vértice más alto, hasta convertirse en una apariencia humana, un coloso de treinta y dos metros de frió cobre, como fría era su expresión.
Ariadna dejo sus ropas dentro de la bolsa y esta en la oquedad del viejo bunker, donde Manuel miraría cuando regresara a buscarla. Cambio su atuendo por una túnica corta, se recogió el pelo, ajustándose una fina diadema con delicados motivos florales esculpidos, un brazalete de oro a mitad del brazo y unas sandalias de cintas de cuero que al igual que enredaderas subían fijándose a  sus gemelos. Se dirigió hacia el Coloso, posando su calida mano por el frió metal de sus piernas haciéndolo vibrar. No miro atrás, según se adentraba por esa lengua de luz, camino de la Luna, fue sintiéndose más etérea, a mitad de camino empezó a recordar quien era y hacía donde se dirigía, una paz la fue embargando.
Un leve resplandor la sorprendió, una pizca de oro que alternaba con la lengua de plata, sujetada por una sombra gigantesca.
–bienvenida Ariadna
-quien eres que no te distingo bien
- me conoces con el nombre de  Prometeo
- una sonrisa acudió a los labios de ella, ahora no tenia duda, el gigante Prometeo la guiara con su antorcha de cañaheja en tan largo viaje, se sentía segura con el protector y guía de los mortales, nada debería de temer de los dioses, prometeo la protegería del mismo Tanatos.
Manuel se acercaba por la orilla, la mirada perdida en la redondez de la luna, creía haber visto una luz como fuego que se adentraba mar adentro y dos figuras que se difuminaban lentamente, como si hubiesen encontrado una puerta por donde entrar.
Una gigantesca sombra se desplazo a ras de suelo, dejando pasar la luz del faro de Trafalgar, que en su constante barrido dejaba entrever unas huellas de pies pequeños que se adentraban en el mar, y Manuel supo lo que había ocurrido. Se dirigió al bunker antes de sentarse en la orilla, cogió las pertenencias que dejara Ariadna y una vez sentado miro en el interior de la bolsa, encontrando un libro, el cual se puso a ojear.

¡A Manuel…! mi Teseo

Que el dolor no te embargue
Porque la ausencia no es tal,
                            *
Llegamos de prestado,
Anomalías del espacio tiempo,
Viajeros involuntarios en mundos paralelos
Trozos de historia que saltaron del orden establecido.
Almas errantes, sin patria ni época
Segundas vidas prestadas
                            *
La luz que emana
tan solo polvo de estrellas desaparecidas
Espejismos tangibles con fecha de partida.
Hasta que los astros se conjuren
Atrapados en este presente.
                            *
Tan solo el sueño nos acoge
Solo en el sueño tenemos cabida y existencia
Precariedad, búsqueda  desesperada de luz
A Prometeo invocamos
Que su fuego nos caliente
Que su luz nos guíe en el regreso
En este enfermizo deseo  por desaparecer
Buscamos el descanso, el equilibrio restablecido
                            *
Por los senderos de luz llegamos a través del espacio
Por los mismo senderos marchamos
Aquello que aprovechemos será nuestro legado
Los rostros amigos, aquellos que nos comprendieron
Aquellos que encontramos
No pensar no leer, no tender más manos ha viajeros perdidos
                            *
Amado Teseo, Aquí en tu regazo,
Me encuentro sola y no se cuando he de partir
Abrázame que tengo frío y estoy cansada
Tan solo deseo, dormir el justo sueño
Y mañana… cuando ya nadie me recuerde
Despertar, en tus brazos
La primavera de nuestras vidas agotar
Hasta que los dioses nos reclamen
                            *
Anomalías del espacio tiempo
Inconformistas de otras edades
En otras  épocas
Escapistas hacia las estrellas…


Manuel entre un regusto a añoranza y una mezcla de extraño júbilo, releía la nota dejada por Ariadna, el perfume de ella, flotaba aun en el aire.
Ahora sabía que le pasaba, sabía quien era en realidad, tan solo esperar y guiar a otros hasta que alguien cogiera el relevo. Hasta que el camino de vuelta quede nuevamente abierto, pacientemente esperaría su momento. Hasta entonces, amores pasajeros, amistades duraderas y hermosas tardes en  las puertas del tiempo
Como viejos colosos de piedra permanecen enterradas, donde los pescadores se debaten con las olas y los niños juegan a ser piratas.
Donde al caer la tarde, para el que sabe escuchar, llegan en la brisa del mar, hermosos cantos de sirenas, con historias paralelas de otras épocas…  

                                                                                               Epi

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