No tengas prisa por llenar estas páginas en blanco...
Hojas como pájaros que al viento, sacrifican sus esfuerzos, surcando el vacío
de la memoria donde no se deposita nada, no fuerces la situación, ni escribas
por escribir.
Hay momentos y sucesos que mejor se hubieran quedado en
el olvido, pero son necesarios, pese al dolor que nos inflingen y la vergüenza.
El dolor o la alegría, el amor o la soledad llenan pronto
los espacios. Y entre palabra y palabra… el silencio más absoluto. Momentos que
necesitan ser recordados para no repetir y caer en el oscurantismo, en la
barbarie del poder desmedido de un irresponsable y sanguinario rey.
* * *
- ¡le golpearon hasta la extenuación!
La gente apiñada, vociferaba en un éxtasis de dolor
colectivo, las primeras filas celebraban las salpicaduras de sangre sobre sus
rostros y sus ropas, mientras hacían acopio de los perores humores para
esputarlos al ajusticiado. Nada como el odio dirigido
Nada como los agitadores profesionales para avivar ese
fuego que nace del miedo, dantesco espectáculo, el genero humano es así, uno a
uno quizás se pudiera sacar algo bueno de sus corazones, pero en masa, se revolvían
como las hienas. Algunas veces el verdugo lo había pasado mal, incluso temido
por su seguridad, es cuando blandía el hacha de doble filo, un hacha
descomunal, con un mango grueso y largo, casi tanto como el verdugo, y cuando
el blandía el hacha, la gente reculaba, pues no seria la primera vez, que el
nerviosismo del verdugo hacia de las suyas y más de una mano había cercenado. Que
el miedo es libre, bien lo sabe el hombre sobre todo aquél que lo inflinge
-¿de que le acusan?
Antes de salir al patíbulo, en los calabozos del rey, lo
habían torturado, sin sacar ninguna
confesión de su boca, el sufrimiento se agolpaba en sus sienes, las venas de la
cabeza parecían querer reventar de la presión que ejercía el dolor y del
esfuerzo de no dar su brazo a torcer
- ¡grita!
Maldecía el torturador, ¡di algo o juro que te saco los
ojos con lancetas ardiendo!, pero ni con esas. El torturador sabía de sobra que
no podría cumplir esa amenaza. El rey había ordenado, que lo destrozaran pero
sin llegar a matarlo, cada vez que perdía la consciencia, tenían orden de parar
para que se recuperara
-¿Pero de que le acusan, para tanta brutalidad?
no había acusación, ni testigos, tan solo el rumor que
rondaba la ciudad, rumor que andaba de boca en boca, como una cantinela y los
rumores, empiezan con una falta y acaban convirtiéndose en un crimen de estado
y nada más lejos.
Alguien dejo caer que habían visto al condenado rondar la
casa de ella, la futura concubina del rey. Sara hermosa mujer, de rostro
ovalado, los ojos almendrados del color miel y una rosa por boca, dejaban
entrever unos hermosos dientes blancos cuando sonreía, de cuerpo menudo pero
bien proporcionado y maneras delicadas, el pelo oscuro como la noche, recogido
en un alfiler de plata, la tez blanca como la nieve.
Hija de un prospero judío sefardí, que corría con los
gastos desmesurados de la guerra, no por muto propio, sino porque en caso de
negarse, el rey azuzaría al pueblo contra él, concediéndole el nada ingrato
honor de ser el responsable de las miserias de su pueblo, y por experiencias,
en los reinos de España, de la que pudo escapar, dejando casi todas las pertenencias
de la familia en manos de depredadores habidos y la fuerte suma que tuvo que
pagar en el puerto de Levante, para poder viajar con su hija, sobre la cubierta
del barco. Pagaba, claro que pagaba, pero lo que no le gustaba, es que el rey
se encaprichara de Sara.
-Dicen que nunca se ha confabulado contra el poder del
rey
- ¿quién es esa, hermosa dama?
- la hija del judío, sentencio otro
-¿y por que lleva velo, dejando tan solo los ojos a la
vista?
El rey, obligaba a Sara ha presenciar, tamaña carnicería,
este quería escuchar del torturado, el nombre de ella, para así matarla por
haber quebrantado, la confianza de semejante energúmeno y poder quitar con
ciertos visos de legalidad, la fortuna de su padre, tan necesaria para mantener
esa absurda guerra y acallar los focos de subversivos que crecían a marchas forzadas
por doquier.
El hambre azotaba el reino, pues años de luchas, para
agrandar el reino y acrecentar su poderío sobre las aldeas vecinas donde viven
los montaraces, gentes libres y orgullosas, que no prestaban atención a los
requerimientos de este rey, que no se dejarían doblegar tan fácilmente, años de
lucha, años de desgaste en guerras de tierra quemada. Alguien debería de poner
fin a tanta sin razón, a tanta sangre injustamente derramada.
-¡mirad, al bufón se ha subido al patíbulo, ja,ja!
A una orden del rey, este se subió al patíbulo y cogiendo
una maza de madera, asesto sobre el reo un gran golpe sobre la boca, un millar
de gotas como pequeños rubíes salpicaron el cielo dejando un olor a rosas en el
ambiente. Los ojos del reo se abrieron por un momento, captando la mirada del
bufón. Este petrificado dejo la maza en el suelo y salio corriendo como si
hubiera visto al mismísimo diablo, corriendo y gritando como un poseído, entre
las piernas del gentío, que se reía de el y lo golpeaban, mientras los niños le
tiraban desperdicios del mercado, desapareciendo por la esquina contraria a la
plaza.
El rey miro severamente al verdugo indicándole que ya
podía cortar la cabeza del moribundo, levanto su hacha al cielo, el sol débil
ya, aun se reflejaba en la hoja de acero. Cuando el verdugo se dispuso a
cercenar la cabeza del reo, la mandíbula de este se desencajo, abriendo la boca
y para sorpresa de los que allí estaban, de la misma salia una mariposa de alas
blancas, con el nombre de ella escrito sobre una de sus alas, no atreviéndose
el verdugo a terminar su encargo.
Voló esta alrededor de la plaza, sumiendo a los
asistentes en un silencio tal, que se pudo escuchar en el último estertor del
reo la palabra Amor, y una lágrima rodó.
Rodó de los ojos de los niños, que de pronto dejaron de
jugar y se escondían en las faldas de sus madres, rodó de los ojos de las
madres que entre ellas se abrazaban, rodó de los ojos de los hombres que de
pronto envejecieron, con la congoja y la vergüenza de haber esperado hasta el
final para darse cuenta de tamaño holocausto. Los ancianos no llegaron, de sus
bocas tan solo una letanía, que fue sumando voces y cogiendo fuerza
-¡Abajo el rey!
-¡Muerte el tirano!
El rey monto en cólera, ordenando a los soldados que
reprimieran la insubordinación, pero los soldados junto con el pueblo que
abarrotaba la plaza, dieron la espalda al rey. Sara se levanto, retirando el
velo de su rostro, bajó los escalones que la separaban de aquel hombre sin vida,
la mariposa se poso sobre su pecho, una pequeña luz la ilumino, las mujeres la
rodearon, ella se desnudo mientras las más ancianas la arropaban y volvían a
vestir con ropas más sencillas, una de ellas le entrego unos pendientes con dos
pequeños rubís como dos gotas de sangre.
El rey fue a saltar sobre ella empuñando una daga, pero
cuatro fornidos eunucos se interpusieron reduciendo al monarca. Por la puerta
norte llegaba el senescal de la guerra, que por cuenta propia había hecho las
paces con las aldeas de montaraces, prometiéndoles la paz y la restauración en
lo posible de sus hogares y huertos e invitándoles a formar parte de la ciudad,
si ellos lo deseaban.
El senescal se acerco al patíbulo, con el corazón
destrozado miro con ira al rey, pues el ajusticiado era su amigo de la
infancia, si el estaba ahí es por que el reo la había salvado la vida en el
pasado y desde entonces eran como hermanos. A grandes pasos se dirigió al
trono, levantando este como si fuera de paja y lo arrojo a la plaza, astillándose
en mil pedazos. Con voz poderosa, ordeno y condeno al destierro al rey, una
talega con diez monedas, un odre de agua con miel y un mulo para salir de la
ciudad.
Prohibiendo bajo pena de muerte socorrer al rey, saldría
acompañado por una pequeña compañía de confianza del senescal, con la intención
de atajar cualquier muestra de ayuda o misericordia para semejante ser.
Termino siendo olvidado, muerto en el desierto, sin
sepultura, ni las alimañas se acercaron para devorarlo. El resto es tiempo,
elementos y polvo, viento loco y olvido…
Un viejo canto arrinconado en el tiempo
paciente espera el impulso de la brisa
que ha de levantarlo
*
Mil mariposas blancas de sangre inocente salpicadas
Mil nombres sobre sus alas y todas hablan de ella
¿Pero que hay de ti viejo amigo?
Dime si sirvió tu sacrificio para algo
*
De tus cuencas vacías
en tan redonda calavera
hoy cobijo de luciérnagas
De tu destrozada boca
brotan por doquier rojas amapolas
*
El pecho que un día fuera resonancia de los latidos de tu
corazón,
hoy yace en tierra como quilla de barca encallada,
Quisiera yo pagar alegremente el barcaje de tu historia
de orilla a orilla, de sol a sol de noche en noche,
recoger tus gestos y llenarlos de palabras.
*
De tu inquebrantable silencio,
llenar las estancias que mi alma anhela
Nunca tuvo amada, tan afamado caballero
Nunca el amor fue tan verdadero
*
En la puerta de la choza,
la silla del amigo permanece vacía
Caminante, hombre o mujer si algún día pasas
siéntate y en el silencio de la inmensidad
ha de llegarte esta trágica historia
*
Si te fijas bien, si eres paciente
a ultima hora se despliega un hermoso jardín
en el centro una fuente
Los amantes se miran, bajan la mirada
y no hablan, no se dicen nada que el amor no necesita de
palabras
unen sus manos, rozan sus mejillas
susurran tu nombre… Amor y se funden
*
Un llanto sincero por nuestra cobardía
un llanto sincero que limpie tal afrenta
Si pudiera amigo, con cada primavera traerte
no seria tan hondo mi pesar
ni tan inmensa la soledad que hoy habitas
*
Ella mira tras de él y no hay nadie
él alza la mirada por encima de ella y nada halla
nadie que rompa el hechizo
La humedad de un beso les despierta en la madrugada
mientras sus cuerpos se funden
*
Una alondra en la mañana canta tu nombre
al nuevo día
Nombre que espera en la esquina del tiempo a ser llamado
cuando la brisa lo levante…
no como lamento
sino, canto de
esperanza
Epi
Epi
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