viernes, 13 de diciembre de 2013

Sencillo



Es temprano, preparo café, salgo a la terraza, cojo el cenicero, me siento y tranquilamente, espero un día más que el amanecer me sorprenda. Hermosa mañana, en la lejanía, el monte recortado como sombra chinesca, oscuro misterioso, exento de ruidos, la luz del alba poco a poco va delimitando el espacio, primero azul cobalto, para irse mezclando lentamente con los primeros resplandores anaranjados del sol, en un principio rojos, para ir suavizándose. Una bruma lechosa, pequeño mar de nubes hacen más encantador el momento, las primeras bandadas de pájaros pasan frente a mi, en perfecta formación, como una escuadra de aviones. La temperatura es agradable aún. Paso el rato sin hacer nada, embobado con la perspectiva, con ese espectáculo cambiante. Deseando que el día se pare en ese momento único, en esa comunión diaria con mi yo y la mañana.
Los primeros ruidos, levantar de persianas, el canto de algún que otro pájaro, y ¡el imbécil!,  que pese a las nuevas tecnologías, sigue tocando el claxon de su coche, por que alguien le ha dicho que a partir de las ocho de la mañana ya puede faltar el respeto, romper el hechizo y devolvernos a esta  realidad mecanizada. Vida exenta de calidez. Me saca de mi ensueño para devolverme a la cruda realidad y hacer que mi primer saludo, se lo dedique con todo mi cariño a todas sus castas.
Mientras la mente vuela, las ideas llegan confusas a la espera de ser ordenadas, una voz infantil, hola soy yo, ¡Alberto! ah, mi caballerito particular, el de la hermosa figura, lleno de fantasías, lleno de vitalidad, ensancha mi corazón, un beso y a desayunar, la madre aun descansa, el otro pilar de mi sustento. Preparo el desayuno y mientras él ve sus dibujitos y desayuna, vuelvo a mis desordenados pensamientos. Andar por casa, salir con los amigos. Tomar unas cervezas y unos vinos.
Por lo de más, espero el atardecer, para que me devuelva a la noche, a la ausencia de sonidos, a la calma total, a mi luna, a mis  humos y a tiritar de frío si es preciso, como titilan las estrellas. Apartar lo bueno del día y recrearlo, olvidar los sinsabores, que siempre hay tiempo, lanzar a Morfeo por los medios y un me “sean moderadamente felices”… solo es un día más de tantos, nada especial, sencillo sin pretensiones, ¿o que esperaban?..  Esto, también es felicidad
                                                                                                             Epi

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