Es temprano, preparo café, salgo a la terraza, cojo el cenicero, me siento
y tranquilamente, espero un día más que el amanecer me sorprenda. Hermosa
mañana, en la lejanía, el monte recortado como sombra chinesca, oscuro
misterioso, exento de ruidos, la luz del alba poco a poco va delimitando el
espacio, primero azul cobalto, para irse mezclando lentamente con los primeros
resplandores anaranjados del sol, en un principio rojos, para ir suavizándose. Una
bruma lechosa, pequeño mar de nubes hacen más encantador el momento, las
primeras bandadas de pájaros pasan frente a mi, en perfecta formación, como una
escuadra de aviones. La temperatura es agradable aún. Paso el rato sin hacer
nada, embobado con la perspectiva, con ese espectáculo cambiante. Deseando que el
día se pare en ese momento único, en esa comunión diaria con mi yo y la mañana.
Los primeros ruidos, levantar de persianas, el canto de algún que otro
pájaro, y ¡el imbécil!, que pese a las
nuevas tecnologías, sigue tocando el claxon de su coche, por que alguien le ha
dicho que a partir de las ocho de la mañana ya puede faltar el respeto, romper
el hechizo y devolvernos a esta realidad
mecanizada. Vida exenta de calidez. Me saca de mi ensueño para devolverme a la
cruda realidad y hacer que mi primer saludo, se lo dedique con todo mi cariño a
todas sus castas.
Mientras la mente vuela, las ideas llegan confusas a la espera de ser
ordenadas, una voz infantil, hola soy yo, ¡Alberto! ah, mi caballerito
particular, el de la hermosa figura, lleno de fantasías, lleno de vitalidad,
ensancha mi corazón, un beso y a desayunar, la madre aun descansa, el otro
pilar de mi sustento. Preparo el desayuno y mientras él ve sus dibujitos y
desayuna, vuelvo a mis desordenados pensamientos. Andar por casa, salir con los
amigos. Tomar unas cervezas y unos vinos.
Por lo de más, espero el atardecer, para que me devuelva a la noche, a la
ausencia de sonidos, a la calma total, a mi luna, a mis humos y a tiritar de frío si es preciso, como
titilan las estrellas. Apartar lo bueno del día y recrearlo, olvidar los
sinsabores, que siempre hay tiempo, lanzar a Morfeo por los medios y un me
“sean moderadamente felices”… solo es un día más de tantos, nada especial,
sencillo sin pretensiones, ¿o que esperaban?..
Esto, también es felicidad
Epi
Epi
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