La noche languidece, lentamente el manto de estrellas se recoge, la luna en creciente se despide y el frío viento hace moverse a las nubes, como si este,
tuviese el encargo de ordenar el cielo. El rocío esta ausente y aun quedan
charcos de la lluvia nocturna.
El café lento se hace de rogar mientras se pone sus vestiduras el día, él
se lava la cara sin verse en el espejo. Con el sueño pegado en el cuerpo,
perezoso prepara su bolsa, dentro, un libro, algo de música y tabaco. Tranquilo
sorbe el café, mira por la ventana y apaga la luz para poder ver si el suelo de
la terraza esta seco o mojado, que la
noche fue de perros y el aire se podía cortar de frío que estaba. El suelo se
encuentra seco, que la persistente lluvia hizo su trabajo y arrastro la
arenilla dejando las losas pulcras. Cerrando la puerta tras de sí, deja en el
calor del hogar a su gente, que aun disfrutan del sueño antes de empezar la
jornada.
Por la carretera vieja que une los dos pueblos, solo se escucha el ruido de
mil cigarras, en el rugir de su ciclomotor, luciérnaga veloz, sobre su espalda
todo el frío que se puede acumular y más, dos lagrimas caen, mientras a su
altura se cruza un coche tuerto de un foco. Al fondo el presidio con su luz anaranjada
parece una aldea, si no fuera por el vallado de seguridad. A su izquierda el
campo santo, o el parque de los tristes como dicen por ahí.
Sobre el horizonte los montes, resguardados aun por la oscuridad de la
noche, lento despertar del barrio, alguno jóvenes encogidos de frío esperando
el bus para el instituto y en el banco de la parada, dos paisanos cargados de
años, con la colilla pegada a los labios, andan mezclando sus recuerdos con el
humo del tabaco, a la espera del saludo de algún que otro parroquiano. El día
lento se despereza, mientras piensan, que hoy tampoco habrá trabajo y tendrán
que acercarse a la olla común que entre
todos, con un poco de aquí, algún chapuz,
la pensión exigua de la madre, que si no ronda los ochenta poco le falta y el
sueldo de la hija mayor que aporta la consistencia a ese puchero, olla grande
donde poder comer todos.
Menos mal que el astro rey es gratis y calienta tanto al que tiene como al
que no, hasta los perros salen de sus camas improvisadas y juntos van a darse
su desayuno de luz, calor y esperanza… ya se que no es mucho, pero el día no dará
para más y entre saludos y chascarrillos, entre soñolientos y afortunados se
van dando los nuevos días, los goles del fin de semana, las manifestaciones en
pro del derecho a decir de las mujeres sobre sus cuerpos y su sexualidad, sobre
el derecho a parir cuando ellas se sientan en las ganas, en el deseo y en las
condiciones idóneas.
Mientras comentan el chascarrillo de la princesita, que no sabe, no le
consta, o andaba ciegamente enamorada de una mentira, espera entre sonrisa
forzada que el vulgo se trague semejante patraña, dejando, la insana sensación, la falsa creencia de que
el pueblo se cree todo lo que le cuentan. Lo dicho, un día más, una mentira más,
un paso atrás ¡Corre la cortina mujer, haber si la noche llega para ocultarnos
otro día estéril!
Epi
Epi
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