jueves, 6 de febrero de 2014

YO DIGO QUE NO EXISTE





La invisibilidad, no existe como tal. Que no veamos no quiere decir que no este, un sueño, tan disparatado como deseado. Es el santo santorun de niños y grandes. Es la máxima expresión de poder para lo bueno y para lo malo. El aire corre a diario por todos los recovecos, una veces lo sentimos frío otras templado. Unas veces es simple brisa y otras, derriba a su paso árboles, casas e  ilusiones, pero no quiere decir que sea invisible puesto que lo notamos, lo tememos, nos es necesario incluso lo festejamos.
El poderoso es como el aire, nos es favorable algunas veces, es capaz de crear, de redimir si se ponen de acuerdo, pero también es capaz de golpearnos con una fuerza inusitada, si su equilibrio se siente amenazado, si su tren de vida es frenado o se intenta moderar. Este personaje es peculiar, piensa y con razón que,”a mar revuelta ganancia de pescadores”, y ellos tienen todas las artes y aparejos para que la pesca les sea favorable. Cierto que no se dan a conocer, que tienen a sus lugartenientes para el trabajo sucio. El poderoso decide si hay que hundir un sistema económico. Hundir a un país y montar una guerra aquí y otra por allá, con la única finalidad de seguir en su status quo. Mientras reparten bagatelas a esos otros que si son visibles y que nos quieren hacer creer que gobiernan gracias al electorado. Mentira bien extendida, digamos que es al 50%, por hacernos creer que el resto pintamos algo.
Nosotros somos  ese 100%  sin calidad alguna, siempre estaremos en desventaja. Pura economía, pocos tienen mucho y muchos no tienen nada. Son visibles cuando financian las grandes ONG, pero el resto del dinero para la subsistencia de las mismas, las pone el pobre, la clase media y todo aquel que desea tener un descuento en los impuestos, con esa habilidad que tienen para vapulear las conciencias ajenas y hacernos sentir culpables de la situación. Somos depredadores, incapaces de vivir en paz y con lo justo, vivimos en el paraíso y no lo sabemos, pero entre ellos y nosotros hemos conseguido ocultar esta verdad y preferimos el mundo tal como lo vemos a diario Dantesco feo y desfigurado. Más que invisibles, estos son el Fantasma de la Opera que nos ha tocado interpretar en estos tiempos aciagos.
Ni los pobres, ni los desheredados, ni los desplazados por una guerra, ni los que perdieron todo por un huracán, ni tan siquiera la escandalosa hambruna, son anónimos. Pues tienen rostro, vida e ilusiones. Los vemos a diario, en nuestras calles, en las colas del paro, en los comedores de beneficencia, en los barrios periféricos, cada vez conocemos a más “Buscones” como el protagonista del la obra “el Buscón, de Quevedo”. Cada vez más gente se mancha de sobras ajenas la pechera para hacer creer al otro, que ha comido copiosamente, cuando la realidad de su cara es bastante cadavérica. La única invisibilidad existente, son  el trabajo, la mesa puesta, la justicia, la igualdad, la educación, la decencia, el sentido de la vergüenza por parte de algunos, las libertades que vamos perdiendo a marchas forzadas… mientras los anónimos se pegan la gran vida y deciden que es lo que toca para hoy al resto de los ciudadan@s.  

                                                                                                       Epi

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