lunes, 23 de diciembre de 2013

¿Donde esta Diógenes, donde los hombres honestos?



Dicen que un claro día, vieron al buen Diógenes caminando con una linterna en la mano, y preguntaron a este, que es lo que hacia de semejante guisa. Diógenes le contesto que andaba entre los hombres buscando a uno que “fuera honesto”, al igual que cuando tropezaba en la plaza con los hombres, comentaba que tropezaba con escombros.







Cierto día Manuel salio como cada mañana, a los campos, camino al lugar donde guardaba las ovejas. Este Manuel era un hombre sencillo, sin grandes pretensiones, solo quería su zurrón, su bota de vino y reunir su ganado, siempre había sido pastor y no ambicionaba otra vida. Coger el amor que ese día alguna moza le brindara, para luego exaltarla en su canto de soledad. Y volver a la caída de la tarde después de haber guardado el ganado.
Ese día Manuel se encontró una linterna encendida entre las márgenes de piedra del viejo camino, se quedo un rato mirándola y luego oteo el horizonte por si aparecía su dueño. Viendo que esto no pasaba se sentó junto a la linterna a esperar, hasta que un prelado paso, camino del convento que se hallaba a unos quince minutos en la bifurcación del camino, que bajaba hacia el rió y pregunto a Manuel - buenos días nos de Dios, Manuel no contesto de inmediato, miro al hombre de arriba abajo, pensando si seria el propietario y saludo, que los tenga usted, que dios no da nada. El prelado se amosco un tanto así, levanto su mano derecha y con voz grave le pregunto, que hacia sentado en el camino a plena luz del día con una linterna encendida, que si estaba tonto. Manuel no se enfado, simple y llanamente le contesto- que andaba buscando un hombre honesto, un hombre bueno, que había dejado su lámpara en el  camino y posiblemente la necesitara para seguir la jornada, cuando la luz del sol se marchara. El prelado le contesto que él era un hombre bueno, honesto ya que era ministro del santo padre y siervo de dios. Manuel se le quedo mirando extrañado y le pregunto, que es lo que el administraba y quien era ese dios.
Administro almas, las escucho, les doy aliento y las pongo a bien con el hacedor y que solo por eso, creía que le pertenencia la lámpara. Manuel saco su cuartillo de tabaco, un papel de fumar y tranquilamente lo lió, apretó uno de sus extremos y se lo llevo a los labios, le metió candela, aspiro la primera bocanada de humo y le contesto- extraño trabajo el suyo, ficticio ministerio, pues no se puede alentar, exhortar el alma, dar aliento a algo que no existía, ni ponerlo a bien con el hacedor. Pues el entendía que en su dilatada vida de pastor, nunca le había pedido a nadie que lo escuchara, ni tan siquiera se había atrevido a amonestar para ponerlo a bien con la nada más absoluta. Que si miraba los campos y agradecia la suerte del día a día.  Ya tenia bastante, y el resto quedaba en conciencia de la propia persona, en su ser, es lo único a  lo que se atrevía y pensaba que era correcto, tangible y verdadero- el prelado se quedo prendado de la sencillez de Manuel y acto seguido le pidió la linterna para guardarla a buen recaudo.
Manuel le contesto que no, que corría un rumor sobre ellos que no los hacia ser hombres honestos- el prelado molesto le pidió explicaciones sobre el rumor y Manuel le dio las siguiente explicación.
Mire usted, amigo. como es posible inventar una patraña semejante, revestirla de dignidad, tener un máximo representante en la tierra, crear ministros de la nada y vivir como reyes sin dar un mal golpe al agua,  acogotando a las buenas gentes, potenciando su ignorancia, haciéndolos temerosos de sus espíritus libres, y vomitadores de dudas que los traían sumidos en una esclavitud del espirito, que ellos y esos otros que no hacían nada, que dictaban leyes, oprimían y mantenían en la pobreza más absoluta, con falsas promesas de mejoras. Para Manuel, ellos esos ministros de la nada y los que decían defender sus intereses terrenales, tan solo eran escombro del que deberían deshacerse. Dicho esto se levanto Manuel con la linterna y sin despedirse marcho a busca a ese hombre honesto del que hablara Diógenes… una ráfaga de viento borro las huellas de este.
El prelado mirando a su alrededor, se sonreía y daba gracias a su díos por haber hecho desaparecer a otro hombre bueno, a otro hombre honesto.

                                                                 
Desde tiempos remotos, la linterna de Diógenes lleva apareciendo en distintos lugares del mundo, y aquel que la encuentra no vuelve a aparecer, es como si todos los hombre honestos, se marcharan para no volver, dejando la ceguera y el escombro de políticos, prelados mandamases y demás corruptelas. Si por casualidad la encuentras tú, persona honesta, tráela de vuelta,
Aquí en mi tierra andamos apartando mezquindades y tropezando con escombros. Que aquí en esta tierra    andamos necesitados de su luz y de sus porteadores...


                                                                                                                                   Epi






2 comentarios:

  1. Que metáfora tan acorde para los tiempos que estamos viviendo (bueno, para los que se han vivido siempre) La linterna que se aparece a los honestos, para quizá dar luz a la verdad, me ha parecido un símbolo fantástico. Realmente nos rodea la mezquindad, como bien dices, y no sé si eso cambiará algún día.
    Estupendo blog, la foto de presentación es preciosa. Gracias por invitarme!! Nos leemos.

    Un abrazo

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  2. Hola Silvia, es un placer encontrarte por estas páginas... Hay que ser como Diógenes y no perder la esperanza, mientras halla personas hay esperanza...un beso y buen año 2014 . Ah y me alegro que te guste el blog

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