
Tomas, había
nacido a la entrada del camino, en una casita de piedra en un mes de diciembre.
El médico fue llamado y a lomos de mula, fue hasta la casa, trayendo al
pequeño, entre ventisca y olor a hogar, a leña seca, crepitando en el fuego de
la chimenea. Manuel el padre no cabía de contento, invitando al médico a unos
vinos para celebrar el nacimiento del niño, mientras el neonato mamaba, Josefa la madre lo miraba con ternura, oliendo
como cualquier madre, hasta gravar en su mente el dulce olor que emanaba. Aprendiendo
sus facciones, besando sus manos. Juana la abuela, se movía de un lado para
otro de la habitación, quemando espliego, aromatizando la estancia, ya
calentando la ropilla para él, su primer nieto, con los ojos acuosos,
visiblemente emocionada, pero solícita, para lo que su hija necesitara,
moviendo los labios como si mascara algo, cuando en realidad, daba gracias al
altísimo. Sabía que a Manuel no le gustaban esos rezos. Ella no levantaba la
voz y Manuel hacía como que no la veía,
dejándola hacer, que hay costumbres difíciles de romper, batallas
dialécticas, ahogadas por la fe y la ausencia del raciocinio. Y ahora que el
niño estaba entre ellos, mejor era estar en paz, que perderse en tales, dimes y diretes.
*
Una mañana de
otoño, Tomas se levanto temprano, se acerco al cuarto de la abuela, le dio un
beso, mientras acariciaba su mano y le contaba las curiosidades del pueblo, ocultándole
en un acto de dudosa piedad, las ausencias que se iban produciendo entre
su generación. Bastante tenía su abuela
con no poder levantarse de la cama, que ya marchaba la cosa para dos años, para
encima tener que darle las malas noticias sobre la las ausencias que se
producían, diezmando todo lazo viviente con su memoria. Con cariño tomas la miraba, mientras seguía
pensando que no se merecía esto.
Bajo al
comedor, se echo un café y espero a que su padre regresara de los establos,
mientras su madre nerviosa danzaba de un sitio para otro, haciendo que hacía y
sin hacer nada, Tomas la paro, le dio un beso y no dejo que se moviera más de
su lado, obligándola amorosamente a sentarse junto a él en la mesa. Madre ya lo
hemos hablado antes
– ¡si, pero no
tienes necesidad! y la ciudad no me gusta nada
No sea tonta,
que no va a pasarme nada, además, necesito cambiar de aires, aclarar mis ideas,
y ya sabe que estaré en casa de Pedro, el primo de padre y tenemos buenas
relaciones
-si, pero la
familia se cansa y luego pasa lo que pasa, si lo sabré yo
No diga eso
madre, que siempre le ha caído bien el primo Pedro, que si es un bendito y
tosas esa zalamerías
- lo siento
Tomasillo, pero no me hago a la idea, es cierto que quiero bien al primo Pedro
¡pero tú mi lucero, ciega me vas a dejar de no poder verte!
Entre lágrimas
se despachaba, la madre, mientras con una mano se restregaba la cara, la otra
asía fuerte la de Tomas. Le hacia gracia a Tomás, escuchar el diminutivo de su
nombre, su madre siempre lo usaba, cuando algo, le preocupaba o le amonestaba
cariñosamente, se preguntaba, hasta cuando las madres siguen viéndote como un
niño, negándose a que crezcas, que el ya rondaba los veintidós años, y de
Tomasillo, tan solo quedaba en la boca de de la madre, que todo el mundo lo
llamaba Tomas.
Buenos días,
tercio el padre, que entraba por la puerta, que daba a los establos, miro a su
hijo y luego meneo la cabeza, cerrando los ojos y murmurando, -¿ya volvemos a
lo de siempre, cariño?
- todos sois
iguales, como vosotros no los echáis al mundo, pero ya, ya te contare cuando no
este delante, que luego estas todo el día pendiente al teléfono o al correo por
si llegan noticias.
-déjalo ya
mujer, si o, si ha de marcharse, no va tener problemas y el chico tiene razón,
necesita aclararse, cambiar de lugar y de gentes, ¿haber como se maneja?
Gracias, padre
-¿esta todo
listo, Tomas?
Si ya he
cargado en el carro, el Patate y madre me ha preparado un costo para el camino,
¡ni que
tardara un mes, en llegar! el tren en
cinco horas te deja en la ciudad
-pues
despídete y te dejo, que me coge de camino.
¿Donde vas?
-a casa de
Juan, a dejarle dos corderos lechales, que me ha encargado para un compromiso.
Dejo el padre
al hijo en la estación. Antes, se fumaron unos cigarros juntos para hacer
tiempo y fue Tomas quien dio el paso para despedirse, sabía que su padre, por
muy fanfarrón que fuera, en el fondo le pasaba igual que a su madre… Estaban haciéndose mayores. Tomas se dio la vuelta para no ver a
su padre visiblemente emocionado y se metió en el tren.
Ya en casa,
Josefa esperaba con la escopeta cargada, una batería de preguntas y
soliloquios, abordaron a Manuel, nada más traspasar el umbral de la puerta.
-¿se ha ido
bien? y que ara ahora solo, y en la ciudad que ya sabes como son en la ciudad.
-Tranquila
mujer, tiene casa, el trabajo asegurado y Luís el jefe de correos le guarda el
puesto, incluso le ha dicho que si regresa antes, al día siguiente ya esta otra
vez repartiendo por el pueblo. Sabes que me apena, igual que a ti.
-¡no se lo has
dicho!
-Y que le voy
ha decir mujer, últimamente nada de lo que había aquí, le alegraba
-¿y Selena? la
chica del bar.
- ¿que pasa
con Selena?
- hay, ¡a
veces los hombres parecéis tontos o es que no os fijáis!
- ¿que Tomas
anda de lances con Selena?
-No se si
anda, pero a Selena se le para el mundo cada vez que ve a nuestro Tomasillo
- Tomas,
Tomas. Que ya es un hombre
*
Selena ese día
no fue a trabajar, cogió su bicicleta, unas naranjas y se fue por el sendero de
las cuatro charcas, este día los parroquianos que quisieran café y unas manos al mus, tendrían que irse a la bolera
y aguantar el ruido de la chiquillería, que ella no estaba para nadie.
Llego a la
fuente del Lacio, bajo de la bicicleta y a la sombra del moral, se recostó
sobre su tronco y una lagrima, sin querer rodó mejilla abajo hasta topar con la
comisura de los labios.
-¡Tonto, más
que tonto!... ¿Qué tenia que hacer, para que te dieras cuenta? ¡Escribirlo en
las paredes! gritarlo a las comadres para que esta lo ventearan. ¿Y tu madre!,
podría haberte dicho algo…? ¿o es que no, la he gustado? ellas siempre son las
primeras que se dan cuenta de estas cosas. ¡No es justo amor!...
*
Mis brazos
abro, observando el sin fin,
la nada que tu
ausencia provoca, y sola me hallo.
sin más
atrezo, sin más sentido,
que el saber
que te has ido.
*
Mi vida,
parada en este sentido,
como la
corriente del río por mil esclusas retenido,
mis
sentimientos interrumpidos que lentos se mezclan,
que sin querer
bajan, con las flores la risa,
con las hojas
y ramas secas el llanto que no para
*
Viendo como la
naturaleza, responde,
a este mi
presente estado de abandono.
*
Lentas van
llegando a su destino,
algunas quedan
para siempre enredadas
en las
revueltas que da el río,
las más
afortunadas, en límpidas charcas
y aquellas
ultimas,
amasijo de
flores, risas, ramas secas,
llanto y hojas
desafortunadas,
en la anónima
inmensidad de la mar
varadas.
*
Como
premonición del destino.
gotas de sal,
surcan mi espíritu,
estas, se
mezclan con las olas,
arañando la
orilla de mi corazón…
vacío por que
te has ido
*
Aquí sentada
al píe del árbol, espero
y en la espera
miles de ojos me observan
que el
caprichoso viento a su paso
como pétalos
al espacio arroja y avienta
y entre ellas
tu mirada, como recuerdo lejano se me borra
*
¡Y monto en
ira!
conteniendo
todas las miradas en una
para no perder
tus ojos
para no perder
tú esencia
*
Si, con el
deseo bastara,
tres veces
frotara, la lámpara de mi corazón
para que
presto ante mí te hallaras
*
Dormido bajo
el árbol
En el rumor
del agua clara
En pugna clara
mi espalda con tu espalda
darme la
vuelta, revelarme y con este ímpetu
tu cara mil
veces besara, que tus ojos encendiera
*
Y la vida que
alegre de tu boca brota,
mis labios en
los tuyos se saciara
*
Hermosa noche,
cuajada de estrellas
Susurros de
enamorados
Llantos
infantiles
no me dicen
nada
*
Y al igual que
a la luna su circulo de luz atrapa
mis brazos,
rodean mis piernas
y me siento
como ella, altiva y hermosa
sola y
desolada
*
Y no encuentro
consuelo mi amor
¡ Tonto! ¿Por
qué te has marchado?...
Vuelve, que no
quiero hablarle más a mi vacío
Vuelve que
tenemos mucho de que amar…
Amor mío…
¡Y encima en
invierno! que duro será no verte, no espiar tus pasos, ni cogerte en renuncio
cuando a hurtadillas me miras. El roce involuntario de nuestros cuerpos al
andar, cuando bajamos en pandilla al río. Escuchar tu voz, contagiarme de tu
risa, apoyar mi espalda en la tuya, saber que te amo y tener la certeza de que
me amas… ¡Así! sin despedirte, sin saber si volverás, sin saber nada.
*
El tren empezó
su lento traquear, era una vieja locomotora de gasoil, las estaban empezando a
cambiar por las eléctricas, pero al ramal del pueblo aún no había llegado el
tendido eléctrico que lo hiciera posible. A Tomas le gustaba ese lento salir,
por la ventana observo como su padre se daba la vuelta para no ver y secarse
las lagrimas con el pañuelo, se sintió apenado. Una vez sentado dejo que el
sopor del vagón y el lento andar, le sumieran en el placentero mundo de los
sueños, llegando a entrever como el pueblo quedaba atrás y lentamente se iba
difuminando. Despertó y entro en
placentera melancolía, recordaba las peleas de infancia, la vez que callo de
cabeza a la charca por coger la rana más gorda, las pequeñas batallas de
forajidos, su estrella de sheriff y la vieja pistola troquelada, recuerdo de la
guerra que un día encontrara entre las cosas del abuelo. Cuando empezó a
sentirse mayor, aprendió que no todo lo que hacía fuera de casa, debía de
contárselo a sus padres, fue el primer destete y su madre no tardo en
repróchaselo. - Tomasillo, ya no me
cuentas que haces, ¿es que no me quieres ya, tunante?
Y Tomas se
ponía colorado, saliendo por peteneras, no es que hiciera cosas innombrables,
pero le gustaba esa sensación que da el tener secretos, había empezado a fumar
a escondidas, y muy de vez en cuando tomaba una cerveza, en el establo de José,
que era algo mayor que el resto de la pandilla. El primer trabajo en
vacaciones, repartiendo el correo, que luego más tarde sería su medio de vida
en el pueblo, amen de las faenas del campo y el ganado del padre, que eran el
fuerte de la economía familiar. No recuerda haber tenido nunca enfrentamientos con sus padres, como les
pasaba a sus amigos y estos le envidiaban, le decían que eran buenos padres y
los de ellos algo pelmazos.
Ya con diecisiete
años empezó a entrar en el Sitio, bar de toda la vida del pueblo y es donde
conoció a Selena. Le gustaba esa chica, con el pelo corto y oscuro, los ojos
marrones, más bien delgada, nunca hablo con ella directamente, aprovechaba las
reuniones de la pandilla para poder tomar baza y que ella le escuchara, y digo
si le escuchaba, le miraba directamente hasta que Tomas volvía la cara y
soltaba cualquier chascarrillo, que ya se ponía nervioso y no daba pie con bola.
El la miraba a hurtadillas volviendo rápido la cabeza si ella lo pillaba. Le
gustaba cuando quedaban todos y el esperaba hasta que Selena llegaba,
inquietándose si no aparecía. Era su secreto, su amor no declarado. Quedaban
para bajar al río, esperando impaciente
el momento de comer, para apoyar su espalda en la de ella, no sabe como ocurrió
la primera vez, pero desde ese día era un ritual, y en esa postura, sin verses
la caras el si le hablaba, sin ponerse nervioso, sin saber el uno y el otro si
se sonrojaban, quizás pueril, pero menos era nada. Y ahora en la distancia,
sabía que se marchaba por ella, por él, por no tener el valor de amarla
abiertamente, de declararle sus sentimientos y eso le dolía. Sabía que su madre
estaba enterada, pero nunca le dijo nada, que esas cuestiones el prefería que fueran
reservadas.
*
Una mañana sin
decir nada a nadie, excepto a su bienhechor Pedro, hizo el petate y se
despidió, dándole las gracias por aguantarle los seis meses en su casa. Sabía
por su padre, aunque ya no fumaba, que era un enamorado de las pipas. Dejo
antes de salir un pequeño presente, que estaba seguro, le gustaría. Una pequeña
pipa de espuma de mar holandesa, de finales del siglo XIX, la encontró en un
anticuario y de precio no andaba mal, a sabiendas que los seis meses en los que
había estado parando en su casa, se los había ahorrado en alquilar una
habitación fría, de las muchas que se alquilaban cerca de la estación de
trenes.
*
Había llegado,
temprano, dejo las cosas en la oficina de correos, saludo al bueno de Luís y le
pidió que no comentara a nadie que había llegado, quería que fuera una
sorpresa, pero antes iría al viejo molino, necesitaba estar solo.
Salio al camino, solo, mal humorado, el andar
ligero le descarga, le cansa y sigue hasta agotarse. Desviándose por la vieja
senda, hasta llegar al soportal del
viejo molino, se sienta, mientras el sudor se va enfriando, las gotas saladas
que irritan sus ojos, aclarándolos con
el agua fresca que corre frente al él, se sienta de nuevo. Ya más tranquilo
mira el abandonado huerto, dos naranjos un mandarino y el retorcido olivo
achaparrado. Entre fresnos y alisos, se vislumbra el maltrecho canal que años
atrás, hacía llegar el agua hasta el edificio. Vestigios de un tiempo pasado,
cuando aun todavía sus abuelos llevaban el trigo para la molienda, dejando como
pago un saquito, para el molinero, algún que otro excursionista, de vez en
cuando, pasa sin prestar mucha atención, río arriba. La paz del lugar, traslada
a Tomas a otras épocas, su abuela Josefa, Zacarías el abuelo, al que solo
conoció por fotos, una mala neumonía se lo llevo, amén, sentenciaba la abuela.
*
Pero ya se
sabe, los secretos en los pueblos, son difíciles de guardar, máxime cuando
Selena empezó a frecuentar la oficina para poder hablar con Luís, normalmente
de Tomas. Luís le hablaba del trabajo que hacía y cuando este escaseaba,
sorprendía a Tomas, mirando por la ventana ensimismado y tomando notas, o algo
parecido. La confianza que da, cuando hablas de alguien querido, la compañía de
aquel, que parece conocerlo mejor que nadie y el descubrimiento de parte de esa
vida, casi anónima de la persona que
amas. Fueron forjando una alianza, haciéndolos camaradas, creando lazos de confianza
y una sólida amistad que despacio como las cosas buenas, fue naciendo entre
Luís y Selena.
Selena, por lo
que le contaba Luís, pensaba, en lo afortunada que fue esa mujer, de la que
Luís no pronunciaba su nombre. Tuvo que amarla mucho, los ojillos le chispeaban
cuando hablaba de ella, cualquier cosa a la que hacía referencia, cualquier
gesto que le viniera a la memoria, sonrojaban sus mejillas, sin que este
pudiera evitarlo, Selena besaba su frente y le invitaba a ultima hora, en el
bar, para tomar vino y charlar mientras ella iba recogiendo y preparando las
cosas para el siguiente día.
*
Como iba el
bueno de Luís, a ocultar semejante noticia, a esa pequeña dama que le había
echo recordar, sacar de su baúl de recuerdos, el tiempo tan maravillosamente
vivido, por el único amor de su vida.
De esos
recuerdos solo guardaba lo bueno, es lo que le hacía existir, el resto llego ha
entenderlo, pero se negó a guardarlo. El decía que las personas como la vida,
eran y debían de ser libres, estar el tiempo suficiente y marchar, cuando
sintieran que todo lo que podían aportar y compartir, se había agotado. Entonces
deberían de marchar para no caer en el tedio, en la costumbre de los días y a
sí evitar el germen, de los rencores, en la terrible cuenta que hacía el frío
balance, de quien puso más sentimiento, amor e interés en esa relación y no
caer en las garras, de eso que llamamos querer.
La vida para
Luís no eran matemáticas del querer. Simple y llanamente, paralelas que un día
sin saber como ni por qué, se unían durante un tiempo, para algunas volver a
distanciarse, dejando a unos parados en esa estación y a otros dándole la
gracia de seguir viajando y conociendo otros lugares, otros amores. Dejar marchar a la persona que
un día decidió compartir por un tiempo tu vida, enriqueciéndola, haciéndote
sentir alguien especial, anteponer su felicidad a tu deseo. Eso era amor para
Luís. La felicidad del contrario
Por eso Luís,
nunca dijo que la quería, no deseaba cambiarla, no esperaba un toma y me debes,
el hoy hacemos esto y mañana lo que tú digas. Nada que los obligara, nada que
los hiciera depender uno de otro, no quería esa carga, placentera si cabe, Pero
aun no estaba preparado para ese tipo de vida. No, Luís se sentía joven, ella
era joven, y no estaban dispuestos a quererse de esa manera tan, posesiva, no
deseaban influir ni cambiar el curso de sus vidas, tan pronto… Por eso fue
amar, primero y luego seguir amando aunque la distancia y el tiempo, los
mantuviera separados por el resto de sus días. Para Luís amar a esa mujer, se
había convertido en idea, algo sublime, y su felicidad en algo prioritario.
En otras
cuestiones y otros desahogos, Luís, simplemente, era como el resto de los
mortales. Amante cuando encartaba y siempre discreto… bueno como casi el resto.
*
Llevaba un
rato sentada, mirándolo detenidamente, no tenia prisa, quería disfrutar de esa
visión. Lo amaba y ella sentía que el la amaba igual, aunque nunca se dijeran
con palabras. Pero sabía ella que los actos a veces, decían más, que los tonos
de voz y la complacencia que hallaba cuando llegaba la última. Era entonces cuando,
encontraba a Tomas en posición de espera, y esa sonrisa que la desarmaba, al
verla llegar. Las bromas para disimular la impaciencia y el suave empujar sin
sacar las manos de los bolsillos, hombro con hombro y como el cerraba los ojos
para aspirar el perfume que de ella emanaba. Estas cositas sencillas, hacían
que el momento valiese la pena.
Le tiro una piedra
pequeña, y luego otra, hasta que Tomas se sobresalto, miro a su alrededor hasta
que la encontró a ella. Sonrojado y atropellándose en las palabras, se levanto
presuroso, se acerco a ella para saludarla y en su torpe actuar por poco la
tira al suelo, al tropezar con la raíz que sobresalía del árbol. -¿Qué haces
aquí?
- nada, dando
una vuelta, mirando a otro lado como si algo le llamase la atención
-¿y esperabas
encontrarme?
- Sonrió… Luís
llego al bar como un poseso, la sonrisa de oreja a oreja y me espeto que habías
llegado y que querías estar solo. Decidí pasarme por aquí
¿Y si hubiera
estado en otro sitio? no sé, en el río, donde siempre quedamos con la pandilla
- bueno, pero
Luís te conoce, y en tu ausencia hemos hablado mucho… se sonrojo
- ¿de mi?
Selena se
sentó en el suelo, mirando al molino y Tomas apoyo su espalda en la de ella
mirando al río. La brisa era fresca, sintieron como el contacto los iba
relajando, y devolviendo poco a poco, sensaciones que parecían olvidadas. La mano de él busco su mano y acariciándola
despacio, solamente le dijo
-Te amo, ella
sin mediar palabra, se dio la vuelta y beso los ojos, el rostro y finalmente los labios – Te amo le
contesto ella entre beso y beso… Y no hubo más que decir, que el tiempo
compartido ya le había contado a cada uno su historia, las miradas, las
pequeñas bromas, los momentos de estar uno junto al otro sin decir nada. Que
los silencios dicen mucho y son tan discretos como sus propietarios. Las noches
en blanco y los días de urgencia y mala cara por no verse el uno en el otro por
cualquier motivo, esas esperas por verse aparecer y encontrarse, en fin, un sin
fin de sobreentendidos, el simple lenguaje de los enamorados…. la tarde se fue
poniendo, su mejor traje, la brisa enfriando sus cuerpos desnudos y lentamente
se fueron vistiendo entre besos, caricias y vueltas a empezar, hasta que lucero
y el frió que empezaban a sentir, los dejo a la entrada del pueblo… luego te
veo
-no tardes,
- no, que tenemos mucho de que amar
- si amor,
mucho de que amar….
Epi
Epi
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