viernes, 3 de enero de 2014

Cuando nadie me ve...



Ya se que no soy nada tuyo, que el tiempo nos fue distanciando. Pero reconoce que tuvo la elegancia, de que ninguno de los dos, nos diésemos cuenta. Que los días fueron, unos felices, otros no tanto, y es lo que tiene el tiempo, esa convivencia tan siamesa, correr juntos a los juegos de la infancia, juntos a los juegos prohibidos. El tiempo que todo nos lo dio, nuestra urgencia, mezclada con el deseo, se fue bebiendo a tragos largos la vida. Mirábamos nuestros rostros felices en los rostros de nuestros amigos, la fuerza de los primeros años, las escapadas, esa camaderia que nos hacia llegar a todas partes, sin conocer el cansancio, la pena o la tristeza. Nosotros que en nuestros albores, desconocíamos las desgracias, las miserias de los que llegaron antes.

Pensábamos que, nada nos podía destruir, que seriamos eternos, nosotros que descubrimos el amor después de que otros lo olvidaran. Que lejos estábamos de la fealdad que se nos avecinaba.  Celebrando cada instante como si fuera el último, cuan Narcisos éramos, sin sospechar la brevedad de los días prestados. Para nosotros los amaneceres, unas veces solos y otras dulcemente acompañados, las cortas noches del estío, nos dejaba preparado el hermoso manto de las frías noches de ese otoño prometedor, 
sentados frente a la gran chimenea, mientras el viento en invierno impasible, nos susurraba, que tan solo estábamos de paso. Cantos de sirena para nuestros oídos sordos, quimeras nos decíamos con la mirada cómplice de los amantes. No queríamos saber, que ya los primeros brotes anunciaban una nueva primavera, explosión de sensaciones, derroche de luces y hermosos contrastes. Y de pronto, los manantiales dejaron de fluir, las flores ya no nos decían nada, incapaces de ver sus vivos colores, incapaces de dejarnos envolver por su fragancia, lentamente, sin saber como, dejamos de ver los rostros, que nos aseguraran, en ese lejano pasado, tan cercano a la vez, nuestra felicidad, el dolor de la ausencia provocada por algunos de ellos. Todo se fue convirtiendo en gris y en frío, las noches nebulosas, ya solo viéndonos los pies, cansados de arrastra el declive que no quisimos ver. Y tú te fuiste también, pálido reflejo, pedazo de nostalgia, fogonazos breves de lo que un día fuimos, de lo que un día compartimos. Dejamos de ser almas gemelas, con un grito aterrador el día que nos separaron como siameses. Por un breve tiempo el canto del cisne, conseguimos sobrevivir a duras penas con momentos de genialidad, incluso creímos volver a amar. Entonces quemamos nuestras naves, ya sabíamos que no volveríamos a cohabitar. ya solo y abatido, no me reconozco.
Mi piel, pergamino viejo, atravesado de azules ramas, mis manos un día fuertes hoy deformadas, doloridas, cansadas de amar, mi boca en un constante  bisbisear, mudo de  sonidos y estos ojos cansados, con una niebla permanente. Solo me hallo sin tu presencia, por que el tiempo envidioso te aparto de mí. 



Y algunas noches frente a la chimenea, entre las pavesas que suben alegres, te veo reflejada… 
                                       mi amada juventud y te lloro cuando nadie me ve
                                                                                                                              Epi


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