Hubo una vez
hace mucho tiempo, un monarca, desconfiado, celoso, inseguro y cobarde. Un
monarca con un poder desmesurado, de ese tipo de poder que no debería tener
nadie, pues decidía sobre la vida y muerte de sus súbditos.
Hubo una vez
un país de cuento, pero no de cuentos bellos, con moralejas hermosas y que
arrojaran algo de luz al entendimiento. Sino un país de cuentos lúgubres y
tristes, de muerte y desolación.
Tenia este
monarca, un hermoso corcel, un halcón peregrino y la afición de ir cada mañana
a cabalgar a la playa, una vez que llegaba, paraba su corcel, soltaba a su
halcón y bajaba del caballo, mientras sus palafreneros se mantenían a una
distancia prudente. Se decía que este monarca pasaba largas horas hablando con
el mar o al menos lo intentaba ya que el mar no le contestaba, cosa que de
momento a el no le preocupaba. Sabía que la mar era ante todo una señora
caprichosa y aunque no le contestara de sobra sabía que el rompiente de las
olas llevaba sus cuitas hasta la profundidad más recóndita, que es donde
residía dicha Señora y que al menos quedaba enterada.
Tenía la
bárbara costumbre de casarse cada día, que podría ser motivo de alegría, pero
las alegrías de su corte duraban exactamente hasta que el sol le anunciaba el
nuevo día. Entonces este monarca mandaba cortar la cabeza de su recién y no
amada esposa, por miedo a se
traicionado…
* * *
Se habrán
ustedes percatado de quien hablamos y de cómo acaba la historia, pues bien yo
les contare una pequeña variante, que habla algo de las mil y una noche, con la
intención de meter una historia más y de esta manera convertirlo en las mil y
dos noches…
* * *
Digamos como
dice el cuento original que este monarca se llamaba Schariar, dicho monarca
tenía un Visir, que era el alcahuete, aquel que cada noche y a su pesar le
traía una doncella para esposarse con la desgraciada. El monarca zalamero le
daba todo lo que una joven pudiera desear, la encumbraba a lo más alto y en
esas doce horas de máximo esplendor la hacia sentirse el ser más afortunado de
la tierra.
Nada más lejos
de la cruel realidad, si el placer y
deseo hacen que la noche sea corta, la mañana trágica la convierte en un
suspiro, un placentero suspiro que al primer rayo de luz solar es violentamente
cercenado por el hacha del verdugo.
Entristecido
el Visir al ver como todas las jóvenes hermosas del reino iban muriendo, por la
insaciable voracidad de este monarca ruin, llego un día en que se le planteo el
serio problema de no tener a quien presentar ante el monarca, pues todas las jóvenes
en edad habían desaparecido del reino, o bien por que hubiesen muerto a manos
del verdugo, que manchaba de rojo oscuro el cielo, o bien por que la noche
oscura amparaba la huida de aquellas que no deseaban tan alto honor y no
regresaban jamás.
* * *
Tenía nuestro
Visir una hija de nombre Seherezade (aquella cuya apariencia es noble) que
viendo a su padre desolado y no estando de acuerdo en el trato de favor que
este le dispensaba, salvándola del holocausto que padecían las jóvenes del
reino, le pidió a su padre que esa noche fuese ella la que se desposaría con el
monarca. Al viejo Visir, se le trastorno el alma, miro a su hija desesperado y
con lágrimas en los ojos le rogó que no insistiera. Seherezade, tozuda expuso
sus motivos y en contra de la negativa de su padre esa noche se vistió de
novia, que más hermosa no la hubiera y se presento ante el monarca quien sin
pensarlo dos veces accedió a casarse con ella.
* * *
Por aquel
entonces, había un poeta en la corte muy afamado llamado AlCha3ir, nadie sabe
como llego, pero que supo como endulzar el alma del monarca y darle cierta paz.
No es que Alcha3ir estuviese de acuerdo con tal dueño ¡ni lo más parecido!
El destino que
es juguetón unas veces, grave las más, quiso que él terminara sus días
elogiando a tan disparatado monstruo.
En cierto
modo, fue la mar, esta Señora que se mostrara aparentemente indiferente a las
cuitas del monarca, quien decidió sacar de sus entrañas a Alcha3ir, no
permitiendo que se ahogara en su reino.
Dejándolo
a los pies del monarca una de las tantas
mañanas que este se llegaba hacia su orilla para mantener el consabido monologo
que le dedicaba. El monarca pensó que por fin la mar, le contestaba, de extraña
manera pero decidió proteger a este hombre y ver que le deparaba el destino.
La noche que
llego Seherezade a palacio, se encontraba presente AlCha3ir, un golpe de sangre
cubrió sus rostros, fue un breve instante en el que sus miradas coincidieron,
pero fue tan intenso que el amor más puro se instalo en sus corazones y un velo
de tristeza en el rostro de Alcha3ir, pues sabía con amargura el destino
fatídico que tendría tan hermosa joven.
* * *
Los esponsales
se celebraron a la salida del primer astro y el brindis cuando la luna apareció
en escena.
La belleza de
Seherezade disputaba sin quererlo con el manto argenta de esta, el cielo se fue
iluminando como si su dueño así lo hubiera dispuesto, titilaban con tal pasión
que verdaderamente parecían llamas de un millón de velas, unas anaranjadas,
otras de un rojo rubí como gotas de sangre, las había de un tono azulado como
el lapislázuli de los viejos faraones de ese lejano país que llamaban Egipto,
otras parecían recibir generosas los rallos del sol, que no sabiendo donde se
encontraba, no quería ser menos y por medio de sus poderosos rallos hacía
refulgir como el más fino oro, todo astro que se encontrara cerca de su
influencia.
El cielo
alfombrado con ese camino lechoso plagado de estrellas y gases flotantes traía
consigo las congratulaciones de viejas constelaciones, del más infinito
universo. Todo el zodiaco de la bóveda celeste se encontraba en ese pequeño
espacio ajardinado, haciendo las veces de techo, columnas de azahar, de
jazmines y damas de noche parecían soportar tal decorado.
El perfume que
exhalaban junto cono los dulces aromas del tamarindo, melocotoneros y almendros
en flor daban esa nota que a modo de tienda del desierto cumplían amorosamente
con creces, las funciones del más hermoso palacio que jamás las mentes de
hombres y dioses hubiesen podido concebir.
Las fuentes de
blanco mármol las unas y las otras de un
suave rosa palo traslucido, vertían el agua cristalina, sobre estanques
atestados de bellos nenúfares. Los esponsales durante años darían que hablar a
las comadres. El pueblo andaba igualmente de fiesta contagiados por tanta
belleza.
Mientras el
viejo Visir se consumía en una esquina, a sabiendas de cuan efímera seria esa
dicha para el pueblo para él y en particular para su amada Seherezade
* * *
con la
algarabía del banquete, Seherezade aprovecho para saludar a los invitados, al
llegar a la altura de AlCha3ir rozo la palma de su mano depositando en ella una
pequeña nota, este presuroso se inclino para desearle felicidad en su nueva
situación y espero que ella se marchara. Presento sus respetos al monarca y se
ausento de la sala de celebraciones.
Una vez que
estuvo solo leyó la nota detenidamente, ella le pedía ayuda en un plan que
tenía preparado para no correr la misma suerte que las difuntas esposas que
había tenido el triste honor conocer.
El plan era en
apariencia sencillo, esa noche cuando todos los invitados se hubieran ausentado
de la fiesta, ella en los aposentos del
monarca y antes de consumar la unión le contaría un cuento pero no llegaría al
final con la intención de salvaguardar su vida día a día, cuento a cuento.
Lo que
necesitaba de AlCha3ir era el enlace entre cuento y cuento y algo de poesía. Por
suerte Seherezade se había educado por deseo de su padre en las artes de la
música, la retórica y había leído casi la basta biblioteca que el Visir su padre
guardaba celosamente, lo que hizo de ella una hábil contadora de cuentos, de
todos los países conocidos, mezclando las distintas mitologías y las historias
populares que el padre había ido adquiriendo a lo largo de su vida.
* * *
Los días
pasaban y las noches eran esperadas por el monarca, como el mana de los cielos,
la ambrosia de los dioses pasaba por la boca de Seherezade y vertían en los
oídos del monarca como deliciosa música. Tenía Seherezade esa voz que tan bien había
aprendido a modular, acompañada de gestos suaves y miradas llenas de expresión.
Cada noche se vestía como si fuera la última, el pelo recogido en una trenza
con hilos de oro y una fina diadema de plata sencilla rematada por una perla
blanca como la nieve, realzaba su tez dorada y como maquillaje tan solo un poco
de khol que enmarcaban deliciosamente dos azules zafiros que según el reflejo
de la luz danzaban desde el azul límpido del cielo al azul suave del mar, con
tonos verdes salpicados por un miliar de
estrellas. En los que el monarca perdía la
noción y viajaba a esos mundos que ella susurraba. Si encima sumamos que la
bella esposa se encontraba en cinta, era la dicha plena. Como cada noche la
historia se extendía lo más posible. Que si comamos unos carmus (higos),
algunas barquqas (ciruelas) y tutas (fresas) con miel, para pasar a una copa de
vino especiado en fina copa que compartían entre los dos. Para luego casi
llegando la madrugada seguir con el cuento…
* * *
…Y el hombre
quedo solo y desolado, los guardias del rey habían destrozado su casa, sur
hermoso riad y lo que más dolor le dio y lo sumió en el mayor de los silencios
fue la perdida de su único hijo. Un dolor imposible de abarcar fue apoderándose
de su ser, un odio y unas ganas de venganza como nunca se habían visto.
Despacio fue macerando su venganza, que estas son cálices amargos que han de
tomarse en frió. Convocó a los djin de las profundidades de la tierra, a las
hadas de las fuentes y manantiales al loco del viento, y los días se convirtieron
en noches eternas, no había estrellas en el cielo y la luna, las pocas veces
que se mostraba aparecía ensangrentada. Las gentes de la ciudad vivían en
constante incertidumbre, las aguas de las fuentes bajaban oscuras y amargas,
las cosechas se fueron secando, durante el día el sol pelaba hasta las piedras
y en la noche fríos vientos helaban las palabras. Las pandemias se extendieron
por doquier.
El rey ante
tanta calamidad fue a presentarse ante ese hombre que tenia a su reino bajo las
influencia del mal, para intentar arreglar en la medida de lo posible el grave
atropello que sus soldados habían
ocasionado, con el dolor de no poderle
devolver a su hijo, pues eso ya no estaba en su mano.
Una vez frente
a la casa de este, bajo de su caballo y postrándose con toda la humildad que
pudo rebuscar en su condición de hombre y no de rey, empezó a pedir disculpas
prometiendo resarcirlo por todas las perdidas. El hombre en gritos enérgicos
tan solo le pidió a su hijo vivo y el rey llorando sinceramente le confeso que
esto es lo único que no estaba en su mano, pero podía hacerle inmensamente
rico, restaurar su casa y crear el más bello riad que pudiera imaginar. El
hombre vio que el rey era sincero y se sentó sobre una piedra y le pidió que se
sentara frente a él en otra y se dirigió con estas palabras…
* * *
-Bueno mi
señor, la aurora viene anunciando el nuevo día y estoy algo cansada…
*¡No por favor!,
amor… no me dejes con la miel en los labios, ¿que le dijo este hombre al rey?
-esta noche mi
señor, terminare la historia, ahora es momento de retozar y llegar
deliciosamente cansados al tálamo.
Coqueta
Seherezade, con melosa voz y tiernos reproches fue convenciendo al monarca,
soltó la trenza de su pelo y como una cascada de luz que peleara por atravesarla
llenaba la estancia de colores fantásticos. El monarca fue cediendo un día más
a sus ruegos, las manos de ella hablaron, los besos reprimieron las quejas, y el medio día los
sorprendió abrazados en un dulce sueño.
Al despertar,
comieron y se fueron juntos en sendos alazanes, con su halcón a pasear por la
playa. Seherezade sabía que esa rutina es de las que más disfrutaba el monarca
y desde que se casaran hace un año, lo había acompañado siempre.
El monarca
hace tiempo que se dio cuenta, que sus súbditos al principio tímidamente salían
cuando escuchaban sus caballos pasar y estos les sonreían e inclinaban sus
cabezas a modo de saludo, con una sonrisa sincera, que no viera en el pasado,
cuando su paso era, con las puertas y celosías cerradas y un silencio
ensordecedor, que le obligaban a picar fuerte al caballo para salir cuanto
antes de ese reino fantasma y lúgubre que él había creado. Ahora los niños le
echaban flores y las niñas corrían a besarlos si se paraban en la gran plaza a
refrescarse.
Desde la
llegada de Seherezade, el pueblo experimento un resurgir de la vida y una calma
que antes no conocieran. El comportamiento del monarca y los juicios y
audiencias que celebrara se habían vuelto más justos y benévolos que antaño. La
prosperidad volvía lentamente y el humor del monarca, fue cicatrizando en lo
posible, viejas heridas.
Ese medio día
llegaron a la playa y Seherezade bajando del caballo le dijo al monarca que
tenia el deseo de pasear sola mientras el corría con su caballo para soltar al
halcón como cada día. El monarca no objeto nada y marcho por la playa a galope,
levantando una lluvia de gotas saladas a su paso. A medio recorrido paro el
caballo, desmonto metió los pies en el agua y una voz le susurro.
– bien venido seas hijo del hombre…
El se
sorprendió pues era la primera vez que la mar se dirigía a él y nervioso le
respondió
* Gracias mi
señora, pensé que ya no me hablarías jamás
- jamás es una
medida muy corta para mí, tan solo abarca
tu primer aliento, el leve
parpadeo de tus ojos que anuncian a la vez tu próxima extinción. La medida de
las cosas va junta con su magnitud y las de tu especie son como granos de
arena, breves y efímeros, volátiles con cualquier ráfaga de viento o engullidos
para formar el suelo de mi vasto reino, esos son tus días. Más los míos son la
suma de todos y del todo, hasta el final
de los tiempos.
* Y a que debo
este honor, si puede saberse
- Este honor
se lo debes a Seherezade, ha sabido cambiarte como nunca hubiese imaginado que
podría hacerse. Tu corazón ahora late más acompasado, las gentes vuelven a
quererte, ya no hay sangre ni miedo, vives un renacer que a pocos les es
concedido. Pero as de saber que todo acaba y que más tarde o más temprano
habrás de rendir cuentas. ¡Te otorgaste el derecho a quitar los más preciado
que es la vida ajena y esa afrenta hay que saldarla…!
*¿Algún día
seré perdonado? He cambiado y estoy
arrepentido
- Quizás… el
tiempo, esta reunido con el destino, la balanza de la justicia anda sopesando y
la vara de medir a de ser igual, para el rey que para el vasallo… no olvides
que si algo tiene la muerte de indiscutible, es, que una vez en su reino todos
soy iguales. Simples almas, sin castas sin pompas ni oropeles. Tan solo la
medida de vuestras acciones cuenta para ella.
Pero no te has
de preocupar si sigues en este camino, será benévola…
Quedo el
monarca meditando y cuando el rostro se le fue a ensombrecer, la mar ayudada
por la brisa roció la cara del monarca y este al instante olvido la
conversación que tuviera con ella. Una gran sonrisa lleno su rostro y una paz
se instalo en su corazón.
* * *
Buen rey… Seherezade volvió a coger el hilo del cuento que dejara en la
aurora, colgado del nuevo día... Creo en tu palabra y se que estas apenado,
cometiste el fallo de no controlar a tus soldados por tanto ¡ellos deberán de pagar con su vida!
Entiende que
no es el riad ni mi casa si no la flor más hermosa que en jardín o corazón
alguno pueda plantar ningún dios. Es la complicidad el amor hacía otra persona,
compañera de tus días, que sufre si tú sufres y se alegra cuando tú eres feliz.
Es junto con el respeto hacia ella el mejor regalo que puedes concederle a una
persona, el milagro el fruto por excelencia de cualquier especie, lo sabes y
ellos igualmente.
Es nuestro
reflejo, nuestra segunda juventud, lo más parecido que tenemos a la
inmortalidad, vasos en los que derramamos lo mejor de nosotros mismos, el amor,
el carácter la inteligencia, el reflejo de sus ojos son los de ella, el mentón
es tuyo o viceversa, es por lo que te desvives, el consuelo en el cenit de tu
días, los suspiros más sentidos de una madre de un amor sin parangón...
Con lágrimas
en los ojos
¡Y como
ladrones en la noche, arrasasteis mi corazón y cortasteis la flor más bella…!
¿lo entiendes verdad?...
* Pero algunos
de ellos tienen hijos de la edad que tendría el tuyo
-No te pido la
vida de los hijos, si no la de ellos. Cuando luchan por ti no tienes esos
melindres
*¿Y sus
esposas, sus madres…?
Se levanto
encolerizado el hombre y le grito…
-¡Cuanto valen
sus vidas!, ¡cuanto estas dispuesto a soportar!, no retirare el mal hasta que
nos sea resarcido y ese es mi precio, no hay negociación más allá.
¡Sumiré tu
reino en la noche más oscura, desearan estar muertos antes de aguantar mi ira,
tan solo ha empezado y ya están gimoteando…! ¡Hasta cuando, podrás aguantar!
*te ofrezco mi
espada y mi vida, córtame la cabeza… devuelve la paz a mi pueblo
-eres noble y
bueno… se quedo un rato pensativo y sentencio.
- me
entregaras a los soldados que me arrebataron a mi bien más preciado, y tu mi
buen rey dejaras el reino y vagaras hasta que mis días sean acabados. Si
cumples, tu reino volverá a ser el de antaño, no morirán tus súbditos y tu hijo
será regente hasta tu vuelta.
Eso o… y dejo
que la imaginación del monarca hiciera el resto.
El rey con el
gesto cansado pero enérgico, reunió a los soldados que habían despertado la ira
y sed de venganza de este hombre, que frío como un témpano los recibió.
Luego entrego
un edicto al pueblo donde decía que abdicaba en su hijo para evitar males
mayores y que algún día volvería. Ordeno a sus secretarios que escribieran la
historia y la pregonaran por todos los rincones de su reino, para escarmiento y
que no olvidaran lo sucedido para no repetir tales actos. Dejando su
pensamiento final en todas las plazas de su amado reino.
* * *
Edicto del rey, antes de salir para el exilio.
Para que no caiga en el olvido, a su amado Reino de Amal
Que no hay nada eterno ni siquiera el olvido,
Porque, antes existió algo que lo provoco y cuando vuelve suele ser
asolador
Que no hay dioses y el hombre anda solo,
Que el maneja los hilos de sus infortunios
En el esta el superarse, en el reside la exterminación y la barbarie,
En la misma medida que lo bello y amable.
Es la capacidad de amar lo que les mueve.
Es cuando avanza
Cuando se dan cuenta que tan solo están de paso,
El miedo a lo efímero a no dejar su impronta les vuelve ambiciosos,
Se vuelve oscuro y sanguinario acaparador,
Muerde la carne y saborea la sangre
Se nutre del dolor ajeno,
Conoce el poder del miedo, la servidumbre de los hipócritas,
Se erige en dios y crea a éste de la nada,
De sus miedos de su propia ignorancia, y
lo crea a su imagen y semejanza,
Voluble caprichoso sanguinario y sectario.
Lo inviste de bondad, de amor al prójimo,
Le entrega sin reparos las llaves de la esperanza,
Le otorga los designios de los semejantes y se olvida de él
Cuando conoce el amor, este invade lento su ser,
Lo cambia mira la vida de distinta manera
Las manos que antes fueran duchas en el arte de la guerra
Ahora crean figuras de madera para que su futuro inmediato juegue,
Este ser diminuto estimula sus ganas de cambiar, le hace sentirse parte de
la vida,
Mira al sol de otra manera y a sus semejantes con más humildad,
Sus actos no los provoca la ira,
Ya conoce el secreto de las cosas y cuida todo aquello que le rodea.
Pero la felicidad dura poco,
La maldad innata en la especie regresa más fuerte,
El ciclo comienza, vuelven los jinetes de la guerra,
Demasiado ociosos, demasiadas guerras, demasiadas mantazas, demasiada
ignorancia
Es el otro motor de esa humanidad perdida,
Más rápido más destructivo
Otra forma triste, trágica y sin miramientos
Involucionar…
La ambición se instala en sus corazones, los ojos se inyectan de odio y sobrepasan
los límites permitidos. ¿Cual es la medida del limite establecido? para unos el
simple amago de una mano cerrada, para otros, la vejación en la palabra, el
pensamiento si es que lo hay,
La mirada turbia que deforma la realidad, el poder absoluto sobre tus
semejantes.
He sido vuestro rey, he intentado ser justo en la medida de mis
posibilidades como tal, y he fracasado. Deje ocioso al peligro y aquellos que
estaban para protegernos
Se volvieron en nuestra contra.
Ah mis espaldas arrasaron la vida,
destrozaron el presente, enturbiando los días felices del ayer,
cometieron el más pecaminoso de los crímenes,
llegaron tan lejos que maldijeron nuestro futuro,
en la vida inocente de un niño
Nos borraron la sonrisa, la eternidad inmediata
Me olvide que antes que rey soy hombre como vosotros
Me olvide que algunas deudas solo se lavan, por desgracia con más sangre
Me olvide del corazón del señor de la guerra
Me olvide que dormía gracias a la sonrisa de un niño
Me acostumbre a ver juguetes tallados por todas las casas
Juguetes que atesoraban nuestro delicado equilibrio
Por esos errores, como rey como hombre debo dejaros y partir
Para que el señor de la guerra vuelva a dormir
Y en el sueño vuelva a construir juguetes, para que nuestras vidas
Vuelvan a llenarse de risas inocentes, de promesas de futuro
En este trágico año os dejo, para que el reino de Amal
Vuelva a ser como su nombre indica
…El Reino de la
Esperanza
Dejó la
corona, cambio las vestimentas por otras más adecuadas para el exilio y partió
hasta hoy.
El hombre que perdió
a su hijo desapareció con los soldados y nunca más se supo de él
* * *
Los príncipes
crecían sanos y alegres, instruidos por el abuelo, amados por el monarca y
Seherezade. Había heredado el mayor, el gusto por la poesía y los relatos, la
medicina y el conocimiento de las plantas. El pequeño más parecido al monarca,
gustaba de los caballos y rodearse de gente, escuchaba con atención y nada que
se le comentara o él mismo viera caía en saco rato. En un futuro serian buenos
gobernantes.
Las historias
que Seherezade contara cada noche al monarca solían ser edificantes y
directamente influían para bien en el gobierno de su pueblo, que cada día daba
gracias y mantenían el nombre de Seherezade en sus oraciones, para que nunca
faltara en sus vidas y en palacio.
Funcionaban a
la perfección las notas que AlCha3ir le hacía llegar por medio de una paloma
mensajera, todas las tardes sin falta llegaba la paloma al torreón donde Seherezade
se reunía con las mujeres que estaban a su cargo y donde se deleitaban con
música y romances, con algo de poesía y
las más de las veces con las cuitas que preocupaban a las familias más
desfavorecidas del reino, para poder darles solución a todas.
Esperaba
Seherezade con ansias reprimidas a la mensajera y si por cualquier motivo se
retrasaba en su entrega, mandaba a la mayor de ellas, que discretamente se
acercara al Souk (zoco o mercado) donde tenia su casa AlCha3ir para entregarle
en mano, la terminación del cuento y la unión con el siguiente.
AlCha3ir la recibía
gustoso, la hacía pasar al pequeño riad, donde había por ornamento una delicada
fuente y un tamarindo, le ofrecía una horchata o un refresco de zumo de limón
con menta y se interesaba por las cosas de esa parte del palacio, prohibida al resto
de los mortales, que no fueran el monarca ni el padre de ella, el gran Visir.
Preguntaba
interesándose por la salud de Seherezade y la de sus hijos. Luego la despedía
por la puerta de atrás que daba directamente al barrio de la melha (sal) que en cinco minutos la plantaba nuevamente
en palacio, así nunca se sabía donde iba y siempre como excusa compraba un
saquito de sal para sus pies cansados, que sumergía en agua templada y a ojos
de todos le relajaba…
* * *
Y dijo
Seherezade a su señor…
Dejó la
corona, cambio las vestimentas por otras más adecuadas para el exilio y partió
hasta hoy.
El hombre que
perdió a su hijo desapareció con los soldados y nunca más se supo de él…
Leía la joven
Nazaret, el edicto de aquel rey que tuvo que abandonar su reino por salvar a su
pueblo. Se encontraba sentada sobre una gran piedra de espaldas a la ciudad,
con la vista perdida en la inmensidad del desierto, eso la relajaba y dejaba
volar su imaginación a otro reino lejano, un reino junto al mar donde conoció a
su amor… y una lagrima rodó sin rabia pero con una nostalgia y un sin fin de
preguntas que le bullían en la cabeza y para las cuales no tenía respuesta.
La tarde
parecía temblar al ritmo de su apenado corazón. El sol, se retrasaba en espera
del lucero, antesala de la Luna
por no dejarla más desolada aun y el viento que se metía entre las cavidades de
la roca donde se hallaba sentada, emitía una triste melodía. Una vieja tonada
de los pastores nómadas, compuesta en la soledad de sus días en los lejanos
pastos, apartados de todo y de todos, con la sola compañía de sus rebaños y los
pocos animales que a duras penas conseguían sobrevivir en tan yermo lugar.
Siempre
sorprendía al monarca como hilaba un cuento con otro, a tal punto que no
distinguía, si siempre era el mismo, en el mismo reino de la imaginación, o era
la historia del hombre a lo largo de generaciones. En fin seguía atento el monarca al desenlace
de este cuento, hermano de todos los cuentos…ah los cuentos son los reinos de
mi Seherezade, nadie como ella para darles vida, nadie como ella para
guardarlos con la esperanza de sacarlos renovados, con distintos personajes en
lejanos países que solo duraban el tiempo que el timbre de su voz se mantenía en el aire.
La vieja
tonada hablaba, de soledad y abandono, de distancias temporales y alejamiento
del hogar. Hablaba de sus familias e hijos, de la prometida y de las noches
junto a los suyos bajo el hermoso manto estelar que les guiara de vuelta a sus
hogares.
Era entonces
cuando echaba mano de una ajada carta que guardaba junto a su pecho y releía
repetidas veces, primero con la urgencia como los niños que rompen los
envoltorios de los regalos, a sabiendas
que lo bello y la felicidad habitan en su interior, para luego volver a ella, pausadamente, hasta
creer que el esta delante… soñar, soñar.
* * *
Hay un árbol solitario en mitad de la nada en el vacío más absoluto. Donde
si miras atrás es como acabar el mundo, y en su lejano horizonte aparece un mar
constante, que la noche engulle.
Si miras hacia delante un pequeña cordillera de piedras peladas, parecen
retener el poder del sol, suavizando la tarde noche, cuando el astro pierde en
esta parte del mundo su poder.
Perdido en tu recuerdo, solo como ese árbol me hallo, en medio de la nada,
mirando ese mar constante, antes de que la noche lo absorba…
Y te pido desesperadamente…
Ven muchacha a Bahrein, a sus islas.
Bajo el árbol de la vida te espero,
frente al Jebel Dukhan.
En las nieblas de la mañana te
adivino.
El reflejo de tus ojos sobre el azul
de sus aguas.
En la montaña de humo alzo mi mano y
toco las hebras de tu pelo dorado.
Ven muchacha a las puertas del
jardín perdido.
Deja que te deleite, con los cantos
de amor, del viejo Salomón.
Cambiemos a ella por ti ¡que ganaran
más los versos!
Y permíteme ¡o amada! ser el dardo
de tus labios, el aliento que tus palabras conllevan. Ven muchacha cerca de
Qoddam Al-bab, donde dormitan los viejos cedros y de entre ellos recobremos el
tiempo perdido envueltos en la fragancia del árbol del incienso
Deja que mi desacostumbrada mano,
pasee por tu blanco cuello,
Saciar mi sed en el manantial de tus misterios
Déjame acariciar la seda oscura
El azabache de de tu frondoso valle
En suspenso y sin aliento
Quiero descansar sobre sendas
cúpulas de suave alabastro
Y beber las recamadas gotas de miel
como el oro
Donde empieza todo…
Ven muchacha a Bahrein…
Se que es imposible y miro con ahínco, pues veo la esmeralda de
sus aguas imaginarias donde despertó el azul de tu mirada, que en la mañana
temprana vino a consolarme.
Y una caravana de nómadas, comerciantes vuelven sus rostros cuando, mi voz
rota, una vez más levanto y en el siroco
de este desierto. Mi corazón y mi amor les mando…
Oscura la mañana,
Sorprende la franja blanca
Donde graciosamente se enmarcan
Los suaves zafiros de tu mirada,
Arcos poderosos y delicadamente
tallados
Protegen de la luz semejante
milagro,
Bajo la seda oscura se adivina el
blanco de los lirios que tu piel reflejan.
¡Sonríe! que imaginar quiero la
puerta de tus besos,
Donde guardas las perlas que
delicadamente dejan pasar al aíre
Modulando tu voz de ensueño
¡Déjame quieto, en el susurro de tus
palabras!
¿Hasta cuando amor, he de esperarte?
Tan solo con recordarte no me vasta
Que mi corazón ansía
¡Vivir, dormir o morir…! pero a tu
lado amor
Porque como árbol solitario me obligo a permanecer aquí en medio de la
nada.
En la esperanza de que mis lamentos te lleguen…
Que aquí quedo apartado, en medio del gran desierto de Wadi Rum.
Esperando el azul de tu mirada,
En mi estático movimiento al compás de la tierra,
En este desasosiego que ni me aleja pero tampoco me acerca…
En el vacío más absoluto
Ese era hasta
la fecha su único consuelo, la energía que le daba el impulso de vivir otro día
más en soledad, de espaldas al bullicio, enfadada con la vida, con las normas y
las inútiles costumbres que regían su vida y su destino, negándole lo más
preciado… el amor
* * *
El monarca se cubrió
el rostro con las manos, visiblemente emocionado. Una pena se poso en su semblante y un odio fue invadiendo su
corazón. Haciendo acopio de fuerzas beso a Seherezade en la frente, todo lo
tierno que pudo ser, todo lo amable que aun quedaba en su persona. Se quebró en
ese instante, llamo a su halcón, este se poso en su hombro y sin terminar
Seherezade el relato salio como alma que llevara al ifrit sobre su caballo
atravesando la ciudad con una exhalación.
El visir
corrió a palacio, en cuanto el monarca traspuso la puerta de levante, no le
gustaba nada el rostro grave del monarca y tenía que asegurarse, de que nada le
había pasado a su amada hija Seherezade ni a sus nietos.
Encontró a
Seherezade sentada junto a la fuente del riad, había llorado, una lagrima se
debatía aun, en abandonar a su hermosa dueña y seguir a sus hermanas que al igual que fieles mensajeras, corrían
en ese pequeño regato mimado por el alfombrado musgo que las desaguaba a un
pequeño río que terminaba su andadura en el acantilado que daba al mar.
Seherezade se
volvió hacía el visir, lo abrazo y se acurruco en su pecho como cuando era
niña. Entre sollozos empezó a contar a su padre lo que ocurría y el miedo que
sentía. El visir notablemente emocionado, acaricio su pelo y hablo, le decía
con mimos que el esperaba al igual que ella este trágico día. Pues sabía el
amor secreto que le profesaba a AlCha3ir, y que hace tiempo que se dio cuenta
de la correspondencia que ambos mantenían, pues él personalmente siguió un día
a su dama de compañía y espero a que saliera, viendo la tardanza de esta,
decidió llamar a la puerta de la casa y para su sorpresa se encontró con un
AlCha3ir, sorprendido de la inesperada visita.
Seherezade
levanto la cabeza, miro a su padre y no espero a que este le preguntara…
Padre… sabes
que nunca traicionaría al monarca, nunca le he sido infiel y no por amor a su
persona… ¡No! Padre eso no, tan solo aprendí a quererle, como aun amigo, le empecé a querer cuando selle mi
pacto para que no se derramara más sangre inocente.
Sacrifique mi
amor a AlCha3ir, por preservar el reino, por mantener la paz y la justicia, la
dicha que nunca debió desaparecer. La rutina de los días nos fue uniendo, los
cuentos fueron arreglando las tropelías que cometiera en el pasado.
La mar volvió
a sonreírle y ha mantener charlas de esperanza, AlCha3ir, se ha mantenido
siempre distante, sacrificando su amor como un asceta, en medio de tanta
belleza, a veces deseaba que se enamorara de alguna joven, pero no lo ha hecho,
y se que espera y que esperara hasta el fin de los tiempos….
Este poema a
Nazaret dijo Seherezade mostrando la carta a su padre, es lo que ha
desencadenado el drama, mi última oportunidad y la del reino pasa por las manos
de la Gran Señora
la Mar y en ella
confío ciegamente.
El visir
volvió a abrazar a su hija, beso su la frente y como si aun tuviera siete años,
la meció en sus brazos, mientras la tarde empezaba a declinar y su corazón se
aceleraba con la larga espera…
* * *
El cielo se
volvió gris, los djin habían vuelto, los rostros de las doncellas ejecutadas se
manifestaban dando formas a las nubes, un viento caliente, fue asolando a su
paso las expectativas de felicidad del reino, los súbditos que otrora confiados
se asomaran a despedir a su monarca, cerraron los postigos de sus casas, no
hubo flores ni besos de niños, las jóvenes se apresuraban por escapar
nuevamente de sus casas y ponerse a buen recaudo, lejos del monarca. Una
tristeza invadió los corazones de estas buenas gentes y lloraron amargamente
por su querida reina Seherezade, aquella que les había devuelto la esperanza y
la felicidad iba a ser ejecutada. Ellos gente sencilla y temerosa no saldrían a
defenderla por temor a la ira del monarca.
El miedo es
libre y campea a sus anchas, sabían de sobra que a partir de ese momento
estarían condenados, un pueblo maldito y gris, que inexorablemente
desaparecería sin dejar rastro de su existencia.
La Mar
vio llegar al monarca, la espuma brotaba en la boca de su alazán, antes de
parar soltó a su halcón y acto seguido salto de su caballo sin que este para
aun, quedándose finalmente al final de la paya resoplando por lo hollares e
intentando recobrar el aliento.
Tendió la
señora una fina copa de cristal, con fría y reparadora hidromiel, aderezada con
algo más, fue a rechazarla el monarca pero la mar le dijo que debía de beber y
relajarse, pues seguro querría consejo o
a alguien que le escuchara y ella se encontraba ahí para eso.
Desconfiaba el
monarca, mientras por otro lado sabía que era cierto y le había costado tanto
que ella volviese a escucharlo y ha hablar con él, que decidió tomar pequeños
sorbos, a la vez que desnudaba su dañado corazón y la rabia se iba disolviendo
a medida que caía en la orilla y la mar la retiraba en su constante vaivén.
¿Y bien…?pregunto
la Mar al monarca
-Señora hoy se
me ha partido el corazón, mientras escuchaba a Seherezade recitar con tanta
pasión la carta de ese rey ha la bella Nazaret, me sentí dichoso por ese
instante, pero al levantar la vista, vio cuanta pasión, cuanta entrega salía de
los labios de ella y luego esa piel suave como el melocotón fue madurando al
rojo y comprendí que no era yo, que no era a mi a quien se dirigía tanta pasión
y me sentí traicionado, vacío y solo por primera vez en muchos años.
Créeme Señora
la amo y creía que era reciproco….
* * *
-Me duele todo
mi ser y ando dividido en la forma que debo de actuar… la luz de sus ojos se
iba apagando y sentándose en la orilla sollozo como un niño, con un llanto que conmovió
hasta las piedras… que hacer Señora, que hacer…
Te diré Schariar,
que si decides ser violento y tirar la paz y el futuro de tu reino y
descendencia, ocupado tan solo en tu corazón… no tendré piedad, dejare de protegerte a ti y a tu
reino, y vagaras por la eternidad, como un ente al que nada ni nadie se
acercara, del que nadie sentirá pena, sufrirás todas las calamidades, las
hienas y chacales evitaran cruzarse en tu camino, las serpientes evitaran tu
presencia. Serás expulsado de las ciudades y los carabineros te correrán a
pedradas como a un apestado. No morirás aunque sientas a la Parca cerca, ni tan siquiera
ella hará esa cosecha. Cuando el hambre
Te aguijoneé,
encontraras las inmundicias que te mantendrán vivo y veras el peor de los
castigos, tus hijos se marcharan antes que tú en trágica muerte…
-¿Qué entiendes
tú por eternidad Señora? Tú que mides el
tiempo de distinta manera
El tiempo, es
nada y es todo un suspiro, lo que tarda una vela en consumirse, nos parece
nimio porque fijamos nuestra atención en la belleza de la llama, en el calor
que desprende. El tiempo del hombre es esa vela, sus actos son la llama y el
soporte el pabilo que es el corazón, este a fuerza de latir se va lentamente consumiendo y
dependiendo de cada ser guardaremos mejor o peor recuerdo, ese es el tiempo
real, la memoria de los actos nos mantienen vivos por más o menos tiempo…
-En fin es
bastante relativo… se puede llegar a eterno siendo justo o malvado
Si, con la
diferencia que los descendientes de unos serán el orgullo de su pueblo y los
segundos la vergüenza que les pondrá en diáspora con el encargo de intentar
reparar los males de su antecesor, con la pena de disolverse en el anonimato
hasta que la memoria de los hombres se olviden de su estirpe.
-No quiero eso
para mis hijos
Veras Schariar, el tiempo como
yo lo veo, discurre de esta manera… En un día del hombre, sumo lo que
tarda en salir la aurora del alba más la larga noche, le sumo las vidas nuevas
que llegan, las que agonizan más las que son recolectadas por la parca. Los
ratos ociosos, los que dan la felicidad, el tiempo de los miserables y el
dolor. Si sumas cada uno de estos veras que escapa al computo del hombre, tú
dormirás ese tiempo y cuando regreses a la vida habrán pasado unos años.
O si decides
ser razonable y pensar en tu gente…
-¿Qué Señora?,
¡dime pronto, que la vida se me esta apagando!
No temas
Schariar, tan solo es una pócima, dormirás el sueño más parecido a la muerte,
pero no estarás muerto… no te soliviantes y escucha…
Si decides,
perdonar. AlCha3ir volverá a mis dominios, tu pueblo vivirá una época de
esplendor por siglos, tus descendientes harán del reino una de las dinastías
más recordadas para la posteridad, la cultura las artes, la medicina y los
adelantos harán de tu pueblo envidia del resto, otros pueblos mandaran a sus
hijos para que los instruyan…
-Y…Seherezade,
¿que será de ella?
Ella aun
estará un tiempo en este mundo, cuando sus hijos tengan la madurez suficiente,
el visir su abuelo dejara de ser regente y andarás junto a él en sus últimos
días, por que si eliges el perdón, todo te parecerá un breve sueño, conocerás
el amor de una mujer y la amaras como nunca has imaginado que se pueda amar a
alguien… hasta entonces permanecerás en mi reino dormido en una cámara de verde
esmeralda, grabado en fino coral la palabra Amal y como único recuerdo vago de esta historia, un viejo libro de cuentos
que leerás a tus nietos “El reino de Seherezade” y serás feliz hasta el final
de tus días
-¿Volveré a ti…?
Si así lo
deseas, yo misma te recogeré… -Entonces acepto
El monarca
entro en un profundo sueño, los rostros de aquellas que había ejecutado pasaron
por su primer sueño, y dejaron como señal en su rostros dos lágrimas en sendas
mejillas, como dos perlas negras… los demás sueños se fueron suavizando,
olvidando algunas cosas y otras quedándose como viejas cicatrices en su
corazón…
Llego incluso
a tener en el sueño la vaga visión de
una hermosa ciudad que mandara edificar un tataranieto a la que llamaban Madīnat
al-Zahrā, y una sonrisa en su rostro cuando fue llamada la ciudad brillante, la
ciudad blanca, pues su descendiente por amor a su esposa y por deseo de ella
mando plantar todo un bosque de azahar para que ella disfrutara de la nieve en
primavera ya que en su país de nacimiento, la nieve era lo mas hermoso y la
entristecía estar lejos de ella
Se diría que
esa época, en las artes, en las ciencias y el poderío y riquezas, fue de las
mejores, sino la mejor y única de esplendor, en su casa y descendencia… Y aun
llego a ver otra hermosa ciudad con un palacio sin igual llamado al-Qal'a al-hamra, con nieves casi
eternas a sus espaldas, con unos riad de ensueño y fuentes de aguas claras y
cantarinas, que hacían la delicia de las tardes. Otro descendiente con una
deuda de amor y una pérdida irreparable… Pero
esa es otra historia que queda pendiente, como tantas otras, a que tu lector te
atrevas a descubrirla.
* * *
Hace años que AlCha3r,
vivía en la playa, vestido como un Buhonero una pequeña red y se dedicaba a la
pesca de cuentos. La Mar
su señora lo confino con la promesa de recuperar a su amada Seherezade y la
firme orden de que nunca se dejaría ver por ella hasta llegado el ansiado
momento, y este parecía andar cerca.
Pescaba
cuentos y los tiraba a los vientos con la intención de que alguno llegara a los
oídos de Seherezade, para que ella no se olvidara de su amor.
Mientras
Seherezade llevaba con bastante trabajo pero con buenos resultados los asuntos
del reino, aconsejada siempre por el buen visir su padre. Una mañana lo mando
llamar y le dijo…
Padre es hora
de marchar, mi tiempo ha terminado aquí y solo deseo reunirme con mi amado AlCha3.
Tengo noticias, sobre la llegada de un joven buhonero que su único deseo es
conocer historias, manda que espere en la playa a mi llegada.
A partir de
hoy quedas de regente, no estarás mucho tiempo, si el suficiente para que el
mayor de tus nietos gobierne con sabiduría y lleve a buen puerto los designios
de mi amado pueblo.
Ya en la playa
esperaba a la reina el joven buhonero, se arrodillo al verla y le presento sus
respetos. La reina le pidió que se levantara y la acompañase a dar un paseo por
la orilla… *Me han dicho que buscas historias que guardar -¡si mi señora!... *y
no tienes familia, mujer o amigos – nada que me retenga, Señora por eso viajo y
recopilo historias, ando algo cansado de la gentes, pero es la única forma de
recoger historias…
*Yo, te daré
una historia y la mar mi amiga la oportunidad de recoger las más hermosas y
también las más trágicas. Entraras en los mundos oníricos, apartado de los
hombres, podrás estar con ellos cuando tu desees o la Mar te lo pida y conocerás
muchas de las cosas que a los hombres mortales les son negadas. ¿Qué me dices…?
–un millón de gracias, respondió sonriente el joven Buhonero.
* * *
La mar se
levanto sobre sí misma y tomando aspecto de mujer hablo con el buhonero, este
le gusto y decidió hacer el cambio. La noche llego, una estrella grande bajo y
Seherezade y AlCha3ir se unieron en un abrazo, fundiéndose con la estrella, cerca de la Luna.
El nuevo buhonero se quedo maravillado, y con las artes de AlCha3ir,
vio que en la red solo había una historia, la que la Mar le prometió, que el resto
ya las iría pescando él…
Y colorin
colorado, este cuento si tú no lo continuas, es por que crees que se ha acabado…
Sean como siempre “Moderadamente felices” Su
amigo el Buhonero
Epi
Epi
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