lunes, 5 de mayo de 2014

Las Mil y dos Noches o el Reino de Seherezade...



Hubo una vez hace mucho tiempo, un monarca, desconfiado, celoso, inseguro y cobarde. Un monarca con un poder desmesurado, de ese tipo de poder que no debería tener nadie, pues decidía sobre la vida y muerte de sus súbditos.
Hubo una vez un país de cuento, pero no de cuentos bellos, con moralejas hermosas y que arrojaran algo de luz al entendimiento. Sino un país de cuentos lúgubres y tristes, de muerte y desolación.
Tenia este monarca, un hermoso corcel, un halcón peregrino y la afición de ir cada mañana a cabalgar a la playa, una vez que llegaba, paraba su corcel, soltaba a su halcón y bajaba del caballo, mientras sus palafreneros se mantenían a una distancia prudente. Se decía que este monarca pasaba largas horas hablando con el mar o al menos lo intentaba ya que el mar no le contestaba, cosa que de momento a el no le preocupaba. Sabía que la mar era ante todo una señora caprichosa y aunque no le contestara de sobra sabía que el rompiente de las olas llevaba sus cuitas hasta la profundidad más recóndita, que es donde residía dicha Señora y que al menos quedaba enterada.
Tenía la bárbara costumbre de casarse cada día, que podría ser motivo de alegría, pero las alegrías de su corte duraban exactamente hasta que el sol le anunciaba el nuevo día. Entonces este monarca mandaba cortar la cabeza de su recién y no amada esposa, por miedo  a se traicionado…

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Se habrán ustedes percatado de quien hablamos y de cómo acaba la historia, pues bien yo les contare una pequeña variante, que habla algo de las mil y una noche, con la intención de meter una historia más y de esta manera convertirlo en las mil y dos noches…

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Digamos como dice el cuento original que este monarca se llamaba Schariar, dicho monarca tenía un Visir, que era el alcahuete, aquel que cada noche y a su pesar le traía una doncella para esposarse con la desgraciada. El monarca zalamero le daba todo lo que una joven pudiera desear, la encumbraba a lo más alto y en esas doce horas de máximo esplendor la hacia sentirse el ser más afortunado de la tierra.
Nada más lejos de la cruel realidad, si el placer y  deseo hacen que la noche sea corta, la mañana trágica la convierte en un suspiro, un placentero suspiro que al primer rayo de luz solar es violentamente cercenado por el hacha del verdugo.
Entristecido el Visir al ver como todas las jóvenes hermosas del reino iban muriendo, por la insaciable voracidad de este monarca ruin, llego un día en que se le planteo el serio problema de no tener a quien presentar ante el monarca, pues todas las jóvenes en edad habían desaparecido del reino, o bien por que hubiesen muerto a manos del verdugo, que manchaba de rojo oscuro el cielo, o bien por que la noche oscura amparaba la huida de aquellas que no deseaban tan alto honor y no regresaban jamás.

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Tenía nuestro Visir una hija de nombre Seherezade (aquella cuya apariencia es noble) que viendo a su padre desolado y no estando de acuerdo en el trato de favor que este le dispensaba, salvándola del holocausto que padecían las jóvenes del reino, le pidió a su padre que esa noche fuese ella la que se desposaría con el monarca. Al viejo Visir, se le trastorno el alma, miro a su hija desesperado y con lágrimas en los ojos le rogó que no insistiera. Seherezade, tozuda expuso sus motivos y en contra de la negativa de su padre esa noche se vistió de novia, que más hermosa no la hubiera y se presento ante el monarca quien sin pensarlo dos veces accedió a casarse con ella.

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Por aquel entonces, había un poeta en la corte muy afamado llamado AlCha3ir, nadie sabe como llego, pero que supo como endulzar el alma del monarca y darle cierta paz. No es que Alcha3ir estuviese de acuerdo con tal dueño ¡ni lo más parecido!
El destino que es juguetón unas veces, grave las más, quiso que él terminara sus días elogiando a tan disparatado monstruo. 
En cierto modo, fue la mar, esta Señora que se mostrara aparentemente indiferente a las cuitas del monarca, quien decidió sacar de sus entrañas a Alcha3ir, no permitiendo que se ahogara en su reino.
Dejándolo a  los pies del monarca una de las tantas mañanas que este se llegaba hacia su orilla para mantener el consabido monologo que le dedicaba. El monarca pensó que por fin la mar, le contestaba, de extraña manera pero decidió proteger a este hombre y ver que le deparaba el destino.
La noche que llego Seherezade a palacio, se encontraba presente AlCha3ir, un golpe de sangre cubrió sus rostros, fue un breve instante en el que sus miradas coincidieron, pero fue tan intenso que el amor más puro se instalo en sus corazones y un velo de tristeza en el rostro de Alcha3ir, pues sabía con amargura el destino fatídico que tendría tan hermosa joven.
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Los esponsales se celebraron a la salida del primer astro y el brindis cuando la luna apareció en escena.
La belleza de Seherezade disputaba sin quererlo con el manto argenta de esta, el cielo se fue iluminando como si su dueño así lo hubiera dispuesto, titilaban con tal pasión que verdaderamente parecían llamas de un millón de velas, unas anaranjadas, otras de un rojo rubí como gotas de sangre, las había de un tono azulado como el lapislázuli de los viejos faraones de ese lejano país que llamaban Egipto, otras parecían recibir generosas los rallos del sol, que no sabiendo donde se encontraba, no quería ser menos y por medio de sus poderosos rallos hacía refulgir como el más fino oro, todo astro que se encontrara cerca de su influencia.
El cielo alfombrado con ese camino lechoso plagado de estrellas y gases flotantes traía consigo las congratulaciones de viejas constelaciones, del más infinito universo. Todo el zodiaco de la bóveda celeste se encontraba en ese pequeño espacio ajardinado, haciendo las veces de techo, columnas de azahar, de jazmines y damas de noche parecían soportar tal decorado.
El perfume que exhalaban junto cono los dulces aromas del tamarindo, melocotoneros y almendros en flor daban esa nota que a modo de tienda del desierto cumplían amorosamente con creces, las funciones del más hermoso palacio que jamás las mentes de hombres y dioses hubiesen podido concebir.
Las fuentes de blanco mármol las unas y  las otras de un suave rosa palo traslucido, vertían el agua cristalina, sobre estanques atestados de bellos nenúfares. Los esponsales durante años darían que hablar a las comadres. El pueblo andaba igualmente de fiesta contagiados por tanta belleza.
Mientras el viejo Visir se consumía en una esquina, a sabiendas de cuan efímera seria esa dicha para el pueblo para él y en particular para su amada Seherezade

                                                           *          *          *
con la algarabía del banquete, Seherezade aprovecho para saludar a los invitados, al llegar a la altura de AlCha3ir rozo la palma de su mano depositando en ella una pequeña nota, este presuroso se inclino para desearle felicidad en su nueva situación y espero que ella se marchara. Presento sus respetos al monarca y se ausento de la sala de celebraciones.
Una vez que estuvo solo leyó la nota detenidamente, ella le pedía ayuda en un plan que tenía preparado para no correr la misma suerte que las difuntas esposas que había tenido el triste honor conocer.
El plan era en apariencia sencillo, esa noche cuando todos los invitados se hubieran ausentado de la fiesta,  ella en los aposentos del monarca y antes de consumar la unión le contaría un cuento pero no llegaría al final con la intención de salvaguardar su vida día a día, cuento a cuento.
Lo que necesitaba de AlCha3ir era el enlace entre cuento y cuento y algo de poesía. Por suerte Seherezade se había educado por deseo de su padre en las artes de la música, la retórica y había leído casi la basta biblioteca que el Visir su padre guardaba celosamente, lo que hizo de ella una hábil contadora de cuentos, de todos los países conocidos, mezclando las distintas mitologías y las historias populares que el padre había ido adquiriendo a lo largo de su vida.

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Los días pasaban y las noches eran esperadas por el monarca, como el mana de los cielos, la ambrosia de los dioses pasaba por la boca de Seherezade y vertían en los oídos del monarca como deliciosa música. Tenía Seherezade esa voz que tan bien había aprendido a modular, acompañada de gestos suaves y miradas llenas de expresión. Cada noche se vestía como si fuera la última, el pelo recogido en una trenza con hilos de oro y una fina diadema de plata sencilla rematada por una perla blanca como la nieve, realzaba su tez dorada y como maquillaje tan solo un poco de khol que enmarcaban deliciosamente dos azules zafiros que según el reflejo de la luz danzaban desde el azul límpido del cielo al azul suave del mar, con tonos verdes salpicados por un miliar  de estrellas. En los que el  monarca perdía la noción y viajaba a esos mundos que ella susurraba. Si encima sumamos que la bella esposa se encontraba en cinta, era la dicha plena. Como cada noche la historia se extendía lo más posible. Que si comamos unos carmus (higos), algunas barquqas (ciruelas) y tutas (fresas) con miel, para pasar a una copa de vino especiado en fina copa que compartían entre los dos. Para luego casi llegando la madrugada seguir con el cuento…
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…Y el hombre quedo solo y desolado, los guardias del rey habían destrozado su casa, sur hermoso riad y lo que más dolor le dio y lo sumió en el mayor de los silencios fue la perdida de su único hijo. Un dolor imposible de abarcar fue apoderándose de su ser, un odio y unas ganas de venganza como nunca se habían visto. Despacio fue macerando su venganza, que estas son cálices amargos que han de tomarse en frió. Convocó a los djin de las profundidades de la tierra, a las hadas de las fuentes y manantiales al loco del viento, y los días se convirtieron en noches eternas, no había estrellas en el cielo y la luna, las pocas veces que se mostraba aparecía ensangrentada. Las gentes de la ciudad vivían en constante incertidumbre, las aguas de las fuentes bajaban oscuras y amargas, las cosechas se fueron secando, durante el día el sol pelaba hasta las piedras y en la noche fríos vientos helaban las palabras. Las pandemias se extendieron por doquier.
El rey ante tanta calamidad fue a presentarse ante ese hombre que tenia a su reino bajo las influencia del mal, para intentar arreglar en la medida de lo posible el grave atropello  que sus soldados habían ocasionado,  con el dolor de no poderle devolver a su hijo, pues eso ya no estaba en su mano.

Una vez frente a la casa de este, bajo de su caballo y postrándose con toda la humildad que pudo rebuscar en su condición de hombre y no de rey, empezó a pedir disculpas prometiendo resarcirlo por todas las perdidas. El hombre en gritos enérgicos tan solo le pidió a su hijo vivo y el rey llorando sinceramente le confeso que esto es lo único que no estaba en su mano, pero podía hacerle inmensamente rico, restaurar su casa y crear el más bello riad que pudiera imaginar. El hombre vio que el rey era sincero y se sentó sobre una piedra y le pidió que se sentara frente a él en otra y se dirigió con estas palabras…

                                                           *          *          *

-Bueno mi señor, la aurora viene anunciando el nuevo día y estoy algo cansada…
*¡No por favor!, amor… no me dejes con la miel en los labios, ¿que le dijo este hombre al rey?
-esta noche mi señor, terminare la historia, ahora es momento de retozar y llegar deliciosamente cansados al tálamo.

Coqueta Seherezade, con melosa voz y tiernos reproches fue convenciendo al monarca, soltó la trenza de su pelo y como una cascada de luz que peleara por atravesarla llenaba la estancia de colores fantásticos. El monarca fue cediendo un día más a sus ruegos, las manos de ella hablaron, los besos  reprimieron las quejas, y el medio día los sorprendió abrazados en un dulce sueño.
Al despertar, comieron y se fueron juntos en sendos alazanes, con su halcón a pasear por la playa. Seherezade sabía que esa rutina es de las que más disfrutaba el monarca y desde que se casaran hace un año, lo había acompañado siempre.
El monarca hace tiempo que se dio cuenta, que sus súbditos al principio tímidamente salían cuando escuchaban sus caballos pasar y estos les sonreían e inclinaban sus cabezas a modo de saludo, con una sonrisa sincera, que no viera en el pasado, cuando su paso era, con las puertas y celosías cerradas y un silencio ensordecedor, que le obligaban a picar fuerte al caballo para salir cuanto antes de ese reino fantasma y lúgubre que él había creado. Ahora los niños le echaban flores y las niñas corrían a besarlos si se paraban en la gran plaza a refrescarse.
Desde la llegada de Seherezade, el pueblo experimento un resurgir de la vida y una calma que antes no conocieran. El comportamiento del monarca y los juicios y audiencias que celebrara se habían vuelto más justos y benévolos que antaño. La prosperidad volvía lentamente y el humor del monarca, fue cicatrizando en lo posible, viejas heridas.
Ese medio día llegaron a la playa y Seherezade bajando del caballo le dijo al monarca que tenia el deseo de pasear sola mientras el corría con su caballo para soltar al halcón como cada día. El monarca no objeto nada y marcho por la playa a galope, levantando una lluvia de gotas saladas a su paso. A medio recorrido paro el caballo, desmonto metió los pies en el agua y una voz le susurro.
 – bien venido seas hijo del hombre…
El se sorprendió pues era la primera vez que la mar se dirigía a él y nervioso le respondió

* Gracias mi señora, pensé que ya no me hablarías jamás
- jamás es una medida muy corta para mí, tan solo abarca  tu primer aliento,  el leve parpadeo de tus ojos que anuncian a la vez tu próxima extinción. La medida de las cosas va junta con su magnitud y las de tu especie son como granos de arena, breves y efímeros, volátiles con cualquier ráfaga de viento o engullidos para formar el suelo de mi vasto reino, esos son tus días. Más los míos son la suma de todos y del todo,  hasta el final de los tiempos.
* Y a que debo este honor, si puede saberse
- Este honor se lo debes a Seherezade, ha sabido cambiarte como nunca hubiese imaginado que podría hacerse. Tu corazón ahora late más acompasado, las gentes vuelven a quererte, ya no hay sangre ni miedo, vives un renacer que a pocos les es concedido. Pero as de saber que todo acaba y que más tarde o más temprano habrás de rendir cuentas. ¡Te otorgaste el derecho a quitar los más preciado que es la vida ajena y esa afrenta hay que saldarla…!
*¿Algún día seré perdonado?  He cambiado y estoy arrepentido
- Quizás… el tiempo, esta reunido con el destino, la balanza de la justicia anda sopesando y la vara de medir a de ser igual, para el rey que para el vasallo… no olvides que si algo tiene la muerte de indiscutible, es, que una vez en su reino todos soy iguales. Simples almas, sin castas sin pompas ni oropeles. Tan solo la medida de vuestras acciones cuenta para ella.
Pero no te has de preocupar si sigues en este camino, será benévola…
Quedo el monarca meditando y cuando el rostro se le fue a ensombrecer, la mar ayudada por la brisa roció la cara del monarca y este al instante olvido la conversación que tuviera con ella. Una gran sonrisa lleno su rostro y una paz se instalo en su corazón.

                                                           *          *          *

Buen rey Seherezade volvió  a coger el hilo del cuento que dejara en la aurora, colgado del nuevo día... Creo en tu palabra y se que estas apenado, cometiste el fallo de no controlar a tus soldados por tanto  ¡ellos deberán de pagar con su vida!
Entiende que no es el riad ni mi casa si no la flor más hermosa que en jardín o corazón alguno pueda plantar ningún dios. Es la complicidad el amor hacía otra persona, compañera de tus días, que sufre si tú sufres y se alegra cuando tú eres feliz. Es junto con el respeto hacia ella el mejor regalo que puedes concederle a una persona, el milagro el fruto por excelencia de cualquier especie, lo sabes y ellos igualmente.
Es nuestro reflejo, nuestra segunda juventud, lo más parecido que tenemos a la inmortalidad, vasos en los que derramamos lo mejor de nosotros mismos, el amor, el carácter la inteligencia, el reflejo de sus ojos son los de ella, el mentón es tuyo o viceversa, es por lo que te desvives, el consuelo en el cenit de tu días, los suspiros más sentidos de una madre de un amor sin parangón...

Con lágrimas en los ojos

¡Y como ladrones en la noche, arrasasteis mi corazón y cortasteis la flor más bella…! ¿lo entiendes verdad?...

* Pero algunos de ellos tienen hijos de la edad que tendría el tuyo
-No te pido la vida de los hijos, si no la de ellos. Cuando luchan por ti no tienes esos melindres

*¿Y sus esposas, sus madres…?

Se levanto encolerizado el hombre y le grito…

-¡Cuanto valen sus vidas!, ¡cuanto estas dispuesto a soportar!, no retirare el mal hasta que nos sea resarcido y ese es mi precio, no hay negociación más allá.
¡Sumiré tu reino en la noche más oscura, desearan estar muertos antes de aguantar mi ira, tan solo ha empezado y ya están gimoteando…! ¡Hasta cuando, podrás aguantar!

*te ofrezco mi espada y mi vida, córtame la cabeza… devuelve la paz a mi pueblo

-eres noble y bueno… se quedo un rato pensativo y sentencio.

- me entregaras a los soldados que me arrebataron a mi bien más preciado, y tu mi buen rey dejaras el reino y vagaras hasta que mis días sean acabados. Si cumples, tu reino volverá a ser el de antaño, no morirán tus súbditos y tu hijo será regente hasta tu vuelta.
Eso o… y dejo que la imaginación del monarca hiciera el resto.

El rey con el gesto cansado pero enérgico, reunió a los soldados que habían despertado la ira y sed de venganza de este hombre, que frío como un témpano los recibió.
Luego entrego un edicto al pueblo donde decía que abdicaba en su hijo para evitar males mayores y que algún día volvería. Ordeno a sus secretarios que escribieran la historia y la pregonaran por todos los rincones de su reino, para escarmiento y que no olvidaran lo sucedido para no repetir tales actos. Dejando su pensamiento final en todas las plazas de su amado reino.
                                                           *          *          *

Edicto del rey, antes de salir para el exilio.
Para que no caiga en el olvido, a su amado Reino de Amal


Que no hay nada eterno ni siquiera el olvido,
Porque, antes existió algo que lo provoco y cuando vuelve suele ser asolador

Que no hay dioses y el hombre anda solo,
Que el maneja los hilos de sus infortunios

En el esta el superarse, en el reside la exterminación y la barbarie,
En la misma medida que lo bello y amable.

Es la capacidad de amar lo que les mueve.
Es cuando avanza

Cuando se dan cuenta que tan solo están de paso,
El miedo a lo efímero a no dejar su impronta les vuelve ambiciosos,
Se vuelve oscuro y sanguinario acaparador,

Muerde la carne y saborea la sangre
Se nutre del dolor ajeno,
Conoce el poder del miedo, la servidumbre de los hipócritas,

Se erige en dios y crea a éste de la nada,
De sus miedos de su propia ignorancia, y  lo crea a su imagen y semejanza,
Voluble caprichoso sanguinario y sectario.

Lo inviste de bondad, de amor al prójimo,
Le entrega sin reparos las llaves de la esperanza,
Le otorga los designios de los semejantes y se olvida de él

Cuando conoce el amor, este invade lento su ser,
Lo cambia mira la vida de distinta manera
Las manos que antes fueran duchas en el arte de la guerra
Ahora crean figuras de madera para que su futuro inmediato juegue,
Este ser diminuto estimula sus ganas de cambiar, le hace sentirse parte de la vida,
Mira al sol de otra manera y a sus semejantes con más humildad,
Sus actos no los provoca la ira,
Ya conoce el secreto de las cosas y cuida todo aquello que le rodea.

Pero la felicidad dura poco,
La maldad innata en la especie regresa más fuerte,
El ciclo comienza, vuelven los jinetes de la guerra,
Demasiado ociosos, demasiadas guerras, demasiadas mantazas, demasiada ignorancia

Es el otro motor de esa humanidad perdida,
Más rápido más destructivo
Otra forma triste, trágica y sin miramientos
Involucionar…
La ambición se instala en sus corazones, los ojos se inyectan de odio y sobrepasan los límites permitidos. ¿Cual es la medida del limite establecido? para unos el simple amago de una mano cerrada, para otros, la vejación en la palabra, el pensamiento si es que lo hay,
La mirada turbia que deforma la realidad, el poder absoluto sobre tus semejantes.

He sido vuestro rey, he intentado ser justo en la medida de mis posibilidades como tal, y he fracasado. Deje ocioso al peligro y aquellos que estaban para protegernos

Se volvieron en nuestra contra.
Ah mis espaldas arrasaron la vida,
destrozaron el presente, enturbiando los días felices del ayer,
cometieron el más pecaminoso de los crímenes,
llegaron tan lejos que maldijeron nuestro futuro,
en la vida inocente de un niño
Nos borraron la sonrisa, la eternidad inmediata

Me olvide que antes que rey soy hombre como vosotros
Me olvide que algunas deudas solo se lavan, por desgracia con más sangre

Me olvide del corazón del señor de la guerra
Me olvide que dormía gracias a la sonrisa de un niño
Me acostumbre a ver juguetes tallados por todas las casas
Juguetes que atesoraban nuestro delicado equilibrio

Por esos errores, como rey como hombre debo dejaros y partir
Para que el señor de la guerra vuelva a dormir
Y en el sueño vuelva a construir juguetes, para que nuestras vidas
Vuelvan a llenarse de risas inocentes, de promesas de futuro

En este trágico año os dejo, para que el reino de Amal
Vuelva a ser como su nombre indica
…El Reino de la Esperanza

Dejó la corona, cambio las vestimentas por otras más adecuadas para el exilio y partió hasta hoy.
El hombre que perdió a su hijo desapareció con los soldados y nunca más se supo de él

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Los príncipes crecían sanos y alegres, instruidos por el abuelo, amados por el monarca y Seherezade. Había heredado el mayor, el gusto por la poesía y los relatos, la medicina y el conocimiento de las plantas. El pequeño más parecido al monarca, gustaba de los caballos y rodearse de gente, escuchaba con atención y nada que se le comentara o él mismo viera caía en saco rato. En un futuro serian buenos gobernantes.
Las historias que Seherezade contara cada noche al monarca solían ser edificantes y directamente influían para bien en el gobierno de su pueblo, que cada día daba gracias y mantenían el nombre de Seherezade en sus oraciones, para que nunca faltara en sus vidas y en palacio.
Funcionaban a la perfección las notas que AlCha3ir le hacía llegar por medio de una paloma mensajera, todas las tardes sin falta llegaba la paloma al torreón donde Seherezade se reunía con las mujeres que estaban a su cargo y donde se deleitaban con música  y romances, con algo de poesía y las más de las veces con las cuitas que preocupaban a las familias más desfavorecidas del reino, para poder darles solución a todas.
Esperaba Seherezade con ansias reprimidas a la mensajera y si por cualquier motivo se retrasaba en su entrega, mandaba a la mayor de ellas, que discretamente se acercara al Souk (zoco o mercado) donde tenia su casa AlCha3ir para entregarle en mano, la terminación del cuento y la unión con el siguiente.
AlCha3ir la recibía gustoso, la hacía pasar al pequeño riad, donde había por ornamento una delicada fuente y un tamarindo, le ofrecía una horchata o un refresco de zumo de limón con menta y se interesaba por las cosas de esa parte del palacio, prohibida al resto de los mortales, que no fueran el monarca ni el padre de ella, el gran Visir.
Preguntaba interesándose por la salud de Seherezade y la de sus hijos. Luego la despedía por la puerta de atrás que daba directamente al barrio de la melha (sal)  que en cinco minutos la plantaba nuevamente en palacio, así nunca se sabía donde iba y siempre como excusa compraba un saquito de sal para sus pies cansados, que sumergía en agua templada y a ojos de todos le relajaba…

                                                           *          *          *         


 Y dijo Seherezade a su señor…

Dejó la corona, cambio las vestimentas por otras más adecuadas para el exilio y partió hasta hoy.
El hombre que perdió a su hijo desapareció con los soldados y nunca más se supo de él…
Leía la joven Nazaret, el edicto de aquel rey que tuvo que abandonar su reino por salvar a su pueblo. Se encontraba sentada sobre una gran piedra de espaldas a la ciudad, con la vista perdida en la inmensidad del desierto, eso la relajaba y dejaba volar su imaginación a otro reino lejano, un reino junto al mar donde conoció a su amor… y una lagrima rodó sin rabia pero con una nostalgia y un sin fin de preguntas que le bullían en la cabeza y para las cuales no tenía respuesta.
La tarde parecía temblar al ritmo de su apenado corazón. El sol, se retrasaba en espera del lucero, antesala de la Luna por no dejarla más desolada aun y el viento que se metía entre las cavidades de la roca donde se hallaba sentada, emitía una triste melodía. Una vieja tonada de los pastores nómadas, compuesta en la soledad de sus días en los lejanos pastos, apartados de todo y de todos, con la sola compañía de sus rebaños y los pocos animales que a duras penas conseguían sobrevivir en tan yermo lugar.

Siempre sorprendía al monarca como hilaba un cuento con otro, a tal punto que no distinguía, si siempre era el mismo, en el mismo reino de la imaginación, o era la historia del hombre a lo largo de generaciones.  En fin seguía atento el monarca al desenlace de este cuento, hermano de todos los cuentos…ah los cuentos son los reinos de mi Seherezade, nadie como ella para darles vida, nadie como ella para guardarlos con la esperanza de sacarlos renovados, con distintos personajes en lejanos países que solo duraban el tiempo que el timbre de  su voz se mantenía en el aire.

La vieja tonada hablaba, de soledad y abandono, de distancias temporales y alejamiento del hogar. Hablaba de sus familias e hijos, de la prometida y de las noches junto a los suyos bajo el hermoso manto estelar que les guiara de vuelta a sus hogares.
Era entonces cuando echaba mano de una ajada carta que guardaba junto a su pecho y releía repetidas veces, primero con la urgencia como los niños que rompen los envoltorios de los regalos,  a sabiendas que lo bello y la felicidad habitan en su interior,  para luego volver a ella, pausadamente, hasta creer que el esta delante… soñar, soñar.

                                                           *          *          *


Mí amada Nazaret…

Hay un árbol solitario en mitad de la nada en el vacío más absoluto. Donde si miras atrás es como acabar el mundo, y en su lejano horizonte aparece un mar constante, que la noche engulle.
Si miras hacia delante un pequeña cordillera de piedras peladas, parecen retener el poder del sol, suavizando la tarde noche, cuando el astro pierde en esta parte del mundo su poder.
Perdido en tu recuerdo, solo como ese árbol me hallo, en medio de la nada, mirando ese mar constante, antes de que la noche lo absorba…
Y te pido desesperadamente…
Ven muchacha a Bahrein, a sus islas.
Bajo el árbol de la vida te espero, frente al Jebel Dukhan.
En las nieblas de la mañana te adivino.
El reflejo de tus ojos sobre el azul de sus aguas.
En la montaña de humo alzo mi mano y toco las hebras de tu pelo dorado.
Ven muchacha a las puertas del jardín perdido.
Deja que te deleite, con los cantos de amor, del viejo Salomón.
Cambiemos a ella por ti ¡que ganaran más los versos!
Y permíteme ¡o amada! ser el dardo de tus labios, el aliento que tus palabras conllevan. Ven muchacha cerca de Qoddam Al-bab, donde dormitan los viejos cedros y de entre ellos recobremos el tiempo perdido envueltos en la fragancia del árbol del incienso
Deja que mi desacostumbrada mano, pasee por tu blanco cuello,
Saciar mi sed en  el manantial de tus misterios
Déjame acariciar la seda  oscura
El azabache de de tu frondoso valle
En suspenso y sin aliento
Quiero descansar sobre sendas cúpulas de suave alabastro
Y beber las recamadas gotas de miel como el oro
Donde empieza todo…
Ven muchacha a Bahrein…

Se que es imposible  y miro con ahínco, pues veo la esmeralda de sus aguas imaginarias donde despertó el azul de tu mirada, que en la mañana temprana vino a consolarme.
Y una caravana de nómadas, comerciantes vuelven sus rostros cuando, mi voz rota, una vez más levanto  y en el siroco de este desierto. Mi corazón y mi amor les mando…

Oscura la mañana,
Sorprende la franja blanca
Donde graciosamente se enmarcan
Los suaves zafiros de tu mirada,
Arcos poderosos y delicadamente tallados
Protegen de la luz semejante milagro,
Bajo la seda oscura se adivina el blanco de los lirios que tu piel reflejan.
¡Sonríe! que imaginar quiero la puerta de tus besos,
Donde guardas las perlas que delicadamente dejan pasar al aíre
Modulando tu voz de ensueño
¡Déjame quieto, en el susurro de tus palabras!
¿Hasta cuando amor, he de esperarte?
Tan solo con recordarte no me vasta
Que mi corazón ansía 
¡Vivir, dormir o morir…! pero a tu lado amor

Porque como árbol solitario me obligo a permanecer aquí en medio de la nada.

En la esperanza de que mis lamentos te lleguen…
Que aquí quedo apartado, en medio del gran desierto de Wadi Rum.
Esperando el azul de tu mirada,
En mi estático movimiento al compás de la tierra,
En este desasosiego que ni me aleja pero tampoco me acerca…
En el vacío más absoluto


Ese era hasta la fecha su único consuelo, la energía que le daba el impulso de vivir otro día más en soledad, de espaldas al bullicio, enfadada con la vida, con las normas y las inútiles costumbres que regían su vida y su destino, negándole lo más preciado… el amor

                                                           *          *          *

El monarca se cubrió el rostro con las manos, visiblemente emocionado. Una pena se poso en su  semblante y un odio fue invadiendo su corazón. Haciendo acopio de fuerzas beso a Seherezade en la frente, todo lo tierno que pudo ser, todo lo amable que aun quedaba en su persona. Se quebró en ese instante, llamo a su halcón, este se poso en su hombro y sin terminar Seherezade el relato salio como alma que llevara al ifrit sobre su caballo atravesando la ciudad con una exhalación.
El visir corrió a palacio, en cuanto el monarca traspuso la puerta de levante, no le gustaba nada el rostro grave del monarca y tenía que asegurarse, de que nada le había pasado a su amada hija Seherezade ni a sus nietos.
Encontró a Seherezade sentada junto a la fuente del riad, había llorado, una lagrima se debatía aun, en abandonar a su hermosa dueña y seguir a sus hermanas  que al igual que fieles mensajeras, corrían en ese pequeño regato mimado por el alfombrado musgo que las desaguaba a un pequeño río que terminaba su andadura en el acantilado que daba al mar.
Seherezade se volvió hacía el visir, lo abrazo y se acurruco en su pecho como cuando era niña. Entre sollozos empezó a contar a su padre lo que ocurría y el miedo que sentía. El visir notablemente emocionado, acaricio su pelo y hablo, le decía con mimos que el esperaba al igual que ella este trágico día. Pues sabía el amor secreto que le profesaba a AlCha3ir, y que hace tiempo que se dio cuenta de la correspondencia que ambos mantenían, pues él personalmente siguió un día a su dama de compañía y espero a que saliera, viendo la tardanza de esta, decidió llamar a la puerta de la casa y para su sorpresa se encontró con un AlCha3ir, sorprendido de la inesperada visita.
Seherezade levanto la cabeza, miro a su padre y no espero a que este le preguntara…

Padre… sabes que nunca traicionaría al monarca, nunca le he sido infiel y no por amor a su persona… ¡No! Padre eso no, tan solo aprendí a quererle, como aun  amigo, le empecé a querer cuando selle mi pacto para que no se derramara más sangre inocente.

Sacrifique mi amor a AlCha3ir, por preservar el reino, por mantener la paz y la justicia, la dicha que nunca debió desaparecer. La rutina de los días nos fue uniendo, los cuentos fueron arreglando las tropelías que cometiera en el pasado.
La mar volvió a sonreírle y ha mantener charlas de esperanza, AlCha3ir, se ha mantenido siempre distante, sacrificando su amor como un asceta, en medio de tanta belleza, a veces deseaba que se enamorara de alguna joven, pero no lo ha hecho, y se que espera y que esperara hasta el fin de los tiempos….
Este poema a Nazaret dijo Seherezade mostrando la carta a su padre, es lo que ha desencadenado el drama, mi última oportunidad y la del reino pasa por las manos de la Gran Señora la Mar y en ella confío ciegamente.
El visir volvió a abrazar a su hija, beso su la frente y como si aun tuviera siete años, la meció en sus brazos, mientras la tarde empezaba a declinar y su corazón se aceleraba con la larga espera…

                                                           *          *          *


El cielo se volvió gris, los djin habían vuelto, los rostros de las doncellas ejecutadas se manifestaban dando formas a las nubes, un viento caliente, fue asolando a su paso las expectativas de felicidad del reino, los súbditos que otrora confiados se asomaran a despedir a su monarca, cerraron los postigos de sus casas, no hubo flores ni besos de niños, las jóvenes se apresuraban por escapar nuevamente de sus casas y ponerse a buen recaudo, lejos del monarca. Una tristeza invadió los corazones de estas buenas gentes y lloraron amargamente por su querida reina Seherezade, aquella que les había devuelto la esperanza y la felicidad iba a ser ejecutada. Ellos gente sencilla y temerosa no saldrían a defenderla por temor a la ira del monarca. 
El miedo es libre y campea a sus anchas, sabían de sobra que a partir de ese momento estarían condenados, un pueblo maldito y gris, que inexorablemente desaparecería sin dejar rastro de su existencia.
La Mar vio llegar al monarca, la espuma brotaba en la boca de su alazán, antes de parar soltó a su halcón y acto seguido salto de su caballo sin que este para aun, quedándose finalmente al final de la paya resoplando por lo hollares e intentando recobrar el aliento.
Tendió la señora una fina copa de cristal, con fría y reparadora hidromiel, aderezada con algo más, fue a rechazarla el monarca pero la mar le dijo que debía de beber y relajarse, pues seguro  querría consejo o a alguien que le escuchara y ella se encontraba ahí para eso.
Desconfiaba el monarca, mientras por otro lado sabía que era cierto y le había costado tanto que ella volviese a escucharlo y ha hablar con él, que decidió tomar pequeños sorbos, a la vez que desnudaba su dañado corazón y la rabia se iba disolviendo a medida que caía en la orilla y la mar la retiraba en su constante vaivén. 
¿Y bien…?pregunto la Mar al monarca
-Señora hoy se me ha partido el corazón, mientras escuchaba a Seherezade recitar con tanta pasión la carta de ese rey ha la bella Nazaret, me sentí dichoso por ese instante, pero al levantar la vista, vio cuanta pasión, cuanta entrega salía de los labios de ella y luego esa piel suave como el melocotón fue madurando al rojo y comprendí que no era yo, que no era a mi a quien se dirigía tanta pasión y me sentí traicionado, vacío y solo por primera vez en muchos años.  
Créeme Señora la amo y creía que era reciproco….

                                                           *          *          *

-Me duele todo mi ser y ando dividido en la forma que debo de actuar… la luz de sus ojos se iba apagando y sentándose en la orilla sollozo como un niño, con un llanto que conmovió hasta las piedras… que hacer Señora, que hacer…

Te diré Schariar, que si decides ser violento y tirar la paz y el futuro de tu reino y descendencia, ocupado tan solo en tu corazón… no tendré  piedad, dejare de protegerte a ti y a tu reino, y vagaras por la eternidad, como un ente al que nada ni nadie se acercara, del que nadie sentirá pena, sufrirás todas las calamidades, las hienas y chacales evitaran cruzarse en tu camino, las serpientes evitaran tu presencia. Serás expulsado de las ciudades y los carabineros te correrán a pedradas como a un apestado. No morirás aunque sientas a la Parca cerca, ni tan siquiera ella hará esa cosecha. Cuando el hambre
Te aguijoneé, encontraras las inmundicias que te mantendrán vivo y veras el peor de los castigos, tus hijos se marcharan antes que tú en trágica muerte…


-¿Qué entiendes tú por eternidad Señora?  Tú que mides el tiempo de distinta manera
El tiempo, es nada y es todo un suspiro, lo que tarda una vela en consumirse, nos parece nimio porque fijamos nuestra atención en la belleza de la llama, en el calor que desprende. El tiempo del hombre es esa vela, sus actos son la llama y el soporte el pabilo que es el corazón, este a  fuerza de latir se va lentamente consumiendo y dependiendo de cada ser guardaremos mejor o peor recuerdo, ese es el tiempo real, la memoria de los actos nos mantienen vivos por más o menos tiempo…

-En fin es bastante relativo… se puede llegar a eterno siendo justo o malvado
Si, con la diferencia que los descendientes de unos serán el orgullo de su pueblo y los segundos la vergüenza que les pondrá en diáspora con el encargo de intentar reparar los males de su antecesor, con la pena de disolverse en el anonimato hasta que la memoria de los hombres se olviden de su estirpe.

-No quiero eso para mis hijos


Veras Schariar, el tiempo como yo lo veo,  discurre de esta manera… En un día del hombre, sumo lo que tarda en salir la aurora del alba más la larga noche, le sumo las vidas nuevas que llegan, las que agonizan más las que son recolectadas por la parca. Los ratos ociosos, los que dan la felicidad, el tiempo de los miserables y el dolor. Si sumas cada uno de estos veras que escapa al computo del hombre, tú dormirás ese tiempo y cuando regreses a la vida habrán pasado unos años.

O si decides ser razonable y pensar en tu gente…

-¿Qué Señora?, ¡dime pronto, que la vida se me esta apagando!

No temas Schariar, tan solo es una pócima, dormirás el sueño más parecido a la muerte, pero no estarás muerto… no te soliviantes y escucha…
Si decides, perdonar. AlCha3ir volverá a mis dominios, tu pueblo vivirá una época de esplendor por siglos, tus descendientes harán del reino una de las dinastías más recordadas para la posteridad, la cultura las artes, la medicina y los adelantos harán de tu pueblo envidia del resto, otros pueblos mandaran a sus hijos para que los instruyan…

-Y…Seherezade, ¿que será de ella?
Ella aun estará un tiempo en este mundo, cuando sus hijos tengan la madurez suficiente, el visir su abuelo dejara de ser regente y andarás junto a él en sus últimos días, por que si eliges el perdón, todo te parecerá un breve sueño, conocerás el amor de una mujer y la amaras como nunca has imaginado que se pueda amar a alguien… hasta entonces permanecerás en mi reino dormido en una cámara de verde esmeralda, grabado en fino coral la palabra Amal y como único recuerdo vago  de esta historia, un viejo libro de cuentos que leerás a tus nietos “El reino de Seherezade” y serás feliz hasta el final de tus días
-¿Volveré a ti…?
Si así lo deseas, yo misma te recogeré… -Entonces acepto
El monarca entro en un profundo sueño, los rostros de aquellas que había ejecutado pasaron por su primer sueño, y dejaron como señal en su rostros dos lágrimas en sendas mejillas, como dos perlas negras… los demás sueños se fueron suavizando, olvidando algunas cosas y otras quedándose como viejas cicatrices en su corazón…
Llego incluso a tener  en el sueño la vaga visión de una hermosa ciudad que mandara edificar un tataranieto a la que llamaban Madīnat al-Zahrā, y una sonrisa en su rostro cuando fue llamada la ciudad brillante, la ciudad blanca, pues su descendiente por amor a su esposa y por deseo de ella mando plantar todo un bosque de azahar para que ella disfrutara de la nieve en primavera ya que en su país de nacimiento, la nieve era lo mas hermoso y la entristecía estar lejos de ella
Se diría que esa época, en las artes, en las ciencias y el poderío y riquezas, fue de las mejores, sino la mejor y única de esplendor, en su casa y descendencia… Y aun llego a ver otra hermosa ciudad con un palacio sin igual  llamado al-Qal'a al-hamra, con nieves casi eternas a sus espaldas, con unos riad de ensueño y fuentes de aguas claras y cantarinas, que hacían la delicia de las tardes. Otro descendiente con una deuda de amor y una pérdida irreparable… Pero esa es otra historia que queda pendiente, como tantas otras, a que tu lector te atrevas a descubrirla.

                                                           *          *          *
Hace años que AlCha3r, vivía en la playa, vestido como un Buhonero una pequeña red y se dedicaba a la pesca de cuentos. La Mar su señora lo confino con la promesa de recuperar a su amada Seherezade y la firme orden de que nunca se dejaría ver por ella hasta llegado el ansiado momento, y este parecía andar cerca.
Pescaba cuentos y los tiraba a los vientos con la intención de que alguno llegara a los oídos de Seherezade, para que ella no se olvidara de su amor.
Mientras Seherezade llevaba con bastante trabajo pero con buenos resultados los asuntos del reino, aconsejada siempre por el buen visir su padre. Una mañana lo mando llamar y le dijo…
Padre es hora de marchar, mi tiempo ha terminado aquí y solo deseo reunirme con mi amado AlCha3. Tengo noticias, sobre la llegada de un joven buhonero que su  único deseo es conocer historias, manda que espere en la playa a  mi llegada.
A partir de hoy quedas de regente, no estarás mucho tiempo, si el suficiente para que el mayor de tus nietos gobierne con sabiduría y lleve a buen puerto los designios de mi amado pueblo.

Ya en la playa esperaba a la reina el joven buhonero, se arrodillo al verla y le presento sus respetos. La reina le pidió que se levantara y la acompañase a dar un paseo por la orilla… *Me han dicho que buscas historias que guardar -¡si mi señora!... *y no tienes familia, mujer o amigos – nada que me retenga, Señora por eso viajo y recopilo historias, ando algo cansado de la gentes, pero es la única forma de recoger historias…
*Yo, te daré una historia y la mar mi amiga la oportunidad de recoger las más hermosas y también las más trágicas. Entraras en los mundos oníricos, apartado de los hombres, podrás estar con ellos cuando tu desees o la Mar te lo pida y conocerás muchas de las cosas que a los hombres mortales les son negadas. ¿Qué me dices…? –un millón de gracias, respondió sonriente el joven Buhonero.

                                                           *          *          *

La mar se levanto sobre sí misma y tomando aspecto de mujer hablo con el buhonero, este le gusto y decidió hacer el cambio. La noche llego, una estrella grande bajo y Seherezade y AlCha3ir se unieron en un abrazo, fundiéndose con la estrella,  cerca de la Luna. El nuevo buhonero se quedo maravillado, y con las artes de AlCha3ir, vio que en la red solo había una historia, la que la Mar le prometió, que el resto ya las iría pescando él…
  

Y colorin colorado, este cuento si tú no lo continuas, es por que crees que se ha acabado…
                               Sean como siempre “Moderadamente felices” Su amigo el Buhonero

                                                                                                                                  Epi
                                                                              

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