¡Y, yo no creo!
Y lo grito bien alto, y solo los
perros y los locos
vuelven la cabeza.
Pero es la costumbre, que el resto
hace tiempo que
dejo de escuchar mis quejas
Y salgo a la calle,
sobre mis hombros a modo de capa
una negra chaqueta,
como negra es la ciudad,
transeúnte perdido, en mi propia
tierra.
Tierra que cerró los ojos para no
verme llegar
Con la misma moneda, le he de pagar
¡Y pago!
Y salgo con la tranquilidad, que es
urgencia
mal disimulada, en busca de ese aire
que me falta
sin saber donde mis pasos me llevan
Porque yo, aunque no lo crean… ¡yo,
no creo!
Yo, que me considero humildemente.
Hijo de Caín
Hermano de judas
Yo que sueño con la Magdalena
como digo, salgo a la calle sin
sentido
Mis pasos me llevan a la pequeña
plaza
de Lavapies.
Pequeña urbe de cosmopolitas desahuciados,
en sus esquinas, hallo sus vidas
varadas
por una incomprensible marea negra
de decisiones equivocadas,
de sueños frustrados y proyectos
fracasados
Nuevos y viejos pretorianos la
custodian
para prevenir monodosis de sueños
olvidados
para prevenir que el brillo de las
hojas aceradas,
tiñan de rojo sus aceras
Por lo demás, observan como se
beben sedientos
Hasta la enajenación.
Consumiendo los últimos vestigios
de sus vidas, mal logradas.
Moderna babel, que obviando las
lenguas, ha conseguido
florecer, rompiendo con los gestos
su antigua condena,
los suficientes como para hacerse entender
¡Y, yo no creo!
Mi cansado deambular me lleva a su
graciosamente
llamado, Paseo Marítimo, ingenio de
algún marinero
viejo, que cambio su mar por
asfalto, o simplemente
arto de ser llevado y empujado por
esa marea humana
que no se interesa por nada.
Como las olas que van llegando,
en monótono subsistir,
arañando la orilla para luego no
volver
jamás.
Nervioso miro hacia atrás
que me parece escuchar, el arrastrar
de un madero… pero nada veo.
Acelero el paso, pero ni el bullicio
de las lenguas
ni la músicas diversas, me ayudan.
Como el perro y el loco, persistiendo
en mi memoria
ese ruido de arrastre,
sencillo, esforzado y doloroso…
Sonido del madero
No quiero esa cruz sencilla, simple y sin ornamentos
Cruz que el poeta cantara,
Y la escasa brisa me trae su nombre
León Felipe
Y yo me niego a ser el carpintero
“Ni aunque sus brazos en abrazo
hacía la tierra,
Ni su astil disparándose a los cielos”
¡Yo
no, la quiero!
Cansado de huir, en un banco me
siento
para dejar de oír ese triste lamento
y al hacerlo, lo veo
Al que llaman Nazareno, convertido
en el
nuevo Cristo de Lavapies.
Devuelto por el padre.
Con la tez macilenta, pómulos reventados
delgado, con la melena sobre los
hombros
y enjuta barba, de hundida mirada
Para no ver.
Que ya el verbo se hizo carne
…¿Y
donde el Hombre?
Sin el sencillo madero, con una
pierna menos
que el espectáculo de la
resurrección, no andaba muy
logrado, sus manos callosas, no son
de clavo
si no de arreos, donde torpe y
cansado balancea su cuerpo
Mientras, en su recuerdos…
El, que dio a manos llenas
Él, que amo a corazón abierto
El que igualo y dignifico
en un alarde de sencillez a la mujer
en contra de todos
¡El! …
Es aquel, quien multiplico su hacienda para
luego
compartirla con todos
Aquel, que fue, una vez abandonado
por el padre
vuelve de nuevo,
a ser arrojado de su lado
entregado a los lobos,
¡A
vosotros, que si creéis!
De mesa en mesa anda
algo decepcionado, pidiendo en derecho
solo uno poco, en tu nombre
y todo le es negado
Se siente nuevamente violentado
y para en una mesa y sin orgullo
ni arrogancia, pide para comer
Que su mirar cansado se posa sobre
unas viandas
y aquel patricio, que siente miedo,
como sin querer
deposita sobre su mano una moneda distraída
volviendo la vista, sin esperar su
agradecimiento
para no llorar en conciencia… por
que él si cree
¡Y,
yo no creo!
¡Malditos! sí, vosotros los que si creéis
¡Malditos, que no tuvisteis reparos
en
Colgarle semejante carga!
¡Malditos, una y dos mil veces!
Fariseos que iniciáis el discurso,
antes de dar
limosna.
Que necesitáis la atención y la aprobación,
para redimir públicamente vuestras culpas
¡Y,
yo no creo!
Retira su mano temblorosa y sucia
y al cerrarla, sobre la moneda, un
lagrima perdida
limpia, esa injuria
Que tú conciencia te lo pague, entre
susurros dice,
y marcha
Con la cabeza gacha
El orgullo herido.
Maldiciendo al padre,
que como cobarde por segunda vez
lo ha vendido
¡Y, yo no creo, ni lloro!
Que ya tengo el corazón endurecido…
En una esquina se para a contar las
monedas
de unos pocos conmovidos.
Para comprar tengo
Vino para mitigar e inútil dolor de
esta corona de espinas
Polvo de ángel, que irónico,
breve regreso
a su paraíso prometido
Y lo veo marchar,
cruzamos nuestras miradas
…
¡Y le grito!
¡Que tú eres el Cristo!
Y, yo, tan solo…
Hijo de Caín
Hermano de judas
Y de magdalena amado
Recuerda, ¡que yo, no creo!
Recuerda que por nosotros
ellos han decidido.
Yo, soy el herido
Tú el envilecido
Yo el amor dirimido
Tu, solo tú el gran vencido
Y es la última vez que os lo digo
¡Yo,
no creo!
Pero vosotros, que en su nombre,
guerras habéis
liderado,
pueblos enteros desaparecidos.
Vosotros los que si habéis, creído
Que gran feo, le habéis echo al
nazareno.
A ese triste y mutilado cristo de
Lavapies
Despertaros de una vez, coged su
carga
que bastante la ha llevado
Porque por una vez
Ni judas, ni magdalena
Ni el mismísimo Caín
Lo han injuriado….
¡Yo, no!
Pero me marcho abochornado, porque
sin creer en él,
Yo, también, lo he abandonado…
Epi
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Epi
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario