jueves, 21 de noviembre de 2013

El gran vago


Había quedado con mi gente, calle abajo,  de camino al sitio me saludaron.
-¿donde vas?
- he quedado, ¿y vosotras?
-a guitarra, no te llevamos, que vamos de lleno, entre risas, más las guitarras
El hoy iba delante, sentado, alegre y parlanchín. El  futuro y la esperanza sentadas atrás.

¡Que algarabía, ni que fueran a una fiesta!; y debía de serlo, que la vida no necesita de aderezos para celebrarla.

- a la montera, mientras ellas reciben clase, nosotras ¡cafelito!... ¿vienes?
- del mil amores iría, pero me esperan y espero, que ya vienen de camino

Había quedado con mi hoy, nuestra esperanza y vuestro futuro. La tarde noche se presentaba pletórica, fresca no en demasía, más bien agradable. En la rotonda donde quede me esperaba una farola, alta, acogedora, como un pequeño faro que guía a los transeúntes, y me paso  por la memoria la apología del vago “en el buen sentido, que hiciera Pio Baroja.
Pego mi espalda sobre ella. ¡chico, como un guante de seda!, con las manos en los bolsillos, flexiono mi pierna derecha apoyando, la bota en la farola, y quedo como si fuera cojo sin muletas, o esas aves zancudas que dormitan en las marismas, recibiendo generosas al sol, después de un buen ágape.
La sonrisa ancha, despreocupada la mirada, sin punto fijo, tan filoso y particular como el buen vago de Pio Baroja, me hallo
Miro hacia la luz de mi farola y le mando un guiño de complicidad. Veo como pasa la gente, caras anónimas, pasan los coches, el perro pasa y me olisquea, chasqueo la lengua y huye

-buenas tardes
-buenas tardes, una abuela con su nieto en un carrito, dispuesta a pasear con orgullo, su futuro, que la esperanza esta trabajando, o que se yo.
Que momento, que placer, nada, no hacer nada, mirar sin pensar, sin hablar. Que sano deporte tan poco practicado, y es que me he parado un momento, bajado de este mundo y como un espectador curioso, me siento contento, viendo la vida pasar. Que gran espectáculo.

De nuevo las amigas, más perdidas que aquel que pego las tres voces el desierto, pero ellas igual de  alegres, con ganas de no llegar y llegar
- que no llegamos, reían… ¡adiós!
- adiós, no tomare café, pero que gustazo

La luz de la farola.
Faro particular, para mí
Para mí el espectáculo de la vida
Para mí, el placer del vago
sin prisas, sin dudas
ya veo a mi gente llegar, abandono mi puesto en la farola y una caricia se me escapa, al posar mi mano en ella, quien sabe.
porque yo se y ella lo sabe, que en el fondo nos complementamos
que hoy he sido feliz
que he vuelto a ser el de ayer, ya olvidado.
Y que hoy, he sido “el gran Vago”
                                                                                                Salud
                                                                                                                                        Epi
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