miércoles, 20 de noviembre de 2013

Viaje al río Lete





 Viaje al río  Lete

Va la hermosa Parca a horcajadas, sobre
La máquina del viejo tren.

¡Que no te engañe su bello rostro!

 Sobre el techo, la guadaña descansa, con ese sudor frió
que dejan las ausencias cercenadas, a modo de gotas escarchadas,
en su mortal filo.

A ella acompañan los no nacidos que la urgencia se llevo,
los intrépidos y los héroes, que se encararon con ella y fueron vencidos.

Los suicidas, los desencantados que no supieron mirar más
allá, optando por coquetear con la señora…
Los amantes, jóvenes y hermosos, eternos incomprendidos.

Los que una mañana se marcharon enfadados, sin un beso sin un hasta luego.
Con ellos marchan los sorprendidos que no esperaban nada, aquellos a los
que el buen Morfeo beso en el sueño, justo después de que su cuerpos se amaran

Viajan juntos con la barbarie, la violencia implícita del hombre, la sinrazón la brutalidad que acompaña a esta.
Los odios, los falsos credos que intentan justificar esta extraña cohorte de para bienes en injustificada escala de no se que valores, en nombre de no se que patrias ni de que paganos Dioses, que se pierden en la nebulosa memoria de los tiempos.

Cuando en otoño caen las hojas,
los inviernos las hielan y embarran, estas, lentas en su putrefacción dan ese olor dulzon, dejando historias ya olvidadas.
Reventaran en primavera el trigo y  la amapola, brevedad de ilusiones perecederas que habrán de marchar cuando la bella Parca vuelva en el estío a pasar.

 Traerán campos de mieses, extensas cosechas que ella habrá de aventar, separando con amoroso amor el trigo de la vida, y con gélida mirada recogerá aquellas que vino a cosechar.

Ella inmutable y satisfecha a lomos de su caballo de metal.
Va en busca de su amado Hades el invisible, aquel a quien el mismo Cronos quiso devorar.
Con su libro y su pluma apuntando sobre sus renglones en gótica caligrafía, las monedas para Caronte el barquero, que las ha de llevar a la otra orilla.
 Mientras ella, como el avaro, corre presurosa a guardar en el Lete, la cantidad de vacío que a su paso esta bella señora ha plantado de lamentos y ausencias.

           Sin más aspavientos que el olvido   
                                                                                             Epi
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